Está claro que Enrique Peña Nieto y sus más cercanos no aceptan que sean Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa las únicas opciones para liderar las cámaras.
Uno u otro, sí. Los peñistas no comen lumbre. Saben que ambos son factores de balance, de poder y de alianzas. Pero también saben que juntos, en esas posiciones, serían un gobierno dentro del gobierno.
Por eso comenzó a especularse que Gamboa no iría a liderar la bancada tricolor en el Senado. Que, en todo caso, se iría a la SCT. Para conciliar a sus irreconciliables amigos mediáticos y telefónicos.
Pero ahora brinca otra posibilidad. Que sea Manlio Fabio Beltrones a quien los peñistas no le den el visto bueno para encabezar a los diputados. Una ingratitud después de que le dejó el camino libre a Peña Nieto, a menos que lo llamen al gabinete.
Por lo pronto ya se maneja como alternativa fresca al diputado Rafael Alejandro Moreno Cárdenas.
Buscarían inyectar sangre nueva al liderazgo legislativo. Después de todo, el campechano ya fue líder nacional del Frente Juvenil Revolucionario y presidente del tricolor en Campeche.
Aspe y sus relaciones
Con la novedad de que en el círculo íntimo de Peña Nieto se debate el destino de Pedro Aspe dentro del nuevo gabinete.
La propuesta original era que asumiera la dirección de Pemex considerando que el ex secretario de Hacienda de Carlos Salinas ya trae bajo el brazo el proyecto de modernización de la paraestatal.
Sin embargo, los momios también apuntan a que Aspe sea el nuevo secretario de Relaciones Exteriores, desde donde sería un inmejorable cabildero del nuevo presidente.
Y es que el fundador –junto con Carlos Slim y Emilio Azcárraga– de la aerolínea Volaris puede pedirle lo que quiera al virtual nuevo mandatario. Lleva mano en los afectos peñanietistas.
No hay que olvidar que Aspe fue contratado por Arturo Montiel, primero, y Enrique Peña Nieto, después, para que renegociara desde Protego la inmanejable deuda del Edomex.
Fue precisamente a través de esa exitosa reingeniería financiera que Luis Videgaray, entonces asociado de Protego, terminó convertido en el secretario de Finanzas del entonces gobernador mexiquense. El resto ya es historia.
El SAT y ‘garganta profunda’
“Garganta Profunda” es el seudónimo de William Mark Felt, el personaje que llevó de la mano a los periodistas del Washington Post para descubrir el escándalo del Watergate.
Felt era entonces el número dos del FBI, y se convirtió desde las sombras en el informante principal de Bob Woodward y Carl Bernstein.
Sus filtraciones fueron suficientes para exhibir las mentiras del entonces presidente estadounidense Richard Nixon, a quien, frente al cúmulo de evidencias, no le quedó más que renunciar.
Aquí en México, en los altos círculos priistas se olfatea con preocupación la posible existencia de un “Garganta Profunda” en el caso Monex.
Dicen los analistas que el argumento es muy simple. Los papeles filtrados a distintos medios son facturas electrónicas que solo pudieron salir de la sede de Monex o del Sistema de Administración Tributaria (SAT).
Está claro que la posibilidad de que vinieran desde adentro de Monex es la menos viable. Nadie dentro del grupo querría hacerse harakiri. A menos que existiera un ejecutivo –demócrata, indignado o resentido– que los traicionara. Como lo fue en su tiempo Felt.
Por eso los índices inquisidores apuntan hacia el SAT. Pero como apéndice que es de la Secretaría de Hacienda, esa dependencia no se maneja de manera autónoma.
De ahí que ya se esté rastreando, desde adentro y hasta afuera, quién o quiénes habrían logrado sustraer y filtrar los documentos con los que se pretende poner contra la pared a Peña Nieto.