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Hasta el fin del mundo

Es 1999, un satélite nuclear acaba por descender a la tierra, lo cual trae caos debido al miedo de un desastre, pero ante la vorágine, el desorden y la incertidumbre, nace una historia de amor, una que está dispuesta a naufragar y a existir “Hasta el fin del mundo”.

El visionario cineasta Wim Wenders filmó esta historia con 23 millones de dólares y recorrió Australia, Portugal, Rusia, Francia, Estados Unidos, Japón, Italia y su natal Alemania para hacer esta película que corrió con la suerte de, además de ser un filme de ciencia ficción, ser un mega roadtrip por todo el mundo.

Es 1999, un satélite nuclear acaba por descender a la tierra, lo cual trae caos debido al miedo de un desastre, pero ante la vorágine, el desorden y la incertidumbre, nace una historia de amor, una que está dispuesta a naufragar y a existir “Hasta el fin del mundo”.

El visionario cineasta Wim Wenders filmó esta historia con 23 millones de dólares y recorrió Australia, Portugal, Rusia, Francia, Estados Unidos, Japón, Italia y su natal Alemania para hacer esta película que corrió con la suerte de, además de ser un filme de ciencia ficción, ser un mega roadtrip por todo el mundo.

Rompiendo todos los antecedentes ortodoxos del cine, Wenders filmó esta historia sin precedentes, contando con William Hurt y Solveig Dommartin como protagonistas.

Debido al camino recorrido la cinta es hablada en inglés, alemán, francés, japonés e italiano, lo cual le hizo versátil en su momento, pero muy cuestionable por la crítica y público de la época.

Hoy, a 25 años de su estreno, el filme es prácticamente desconocido por el cinéfilo promedio y es casi imposible conseguirle Wenders y la banda desde hace décadas, por lo que la agrupación fue invitada para hacer esta melodía para el soundtrack del filme.

Otra de las proezas con las que Wenders dio fruto para su producción, fue el implementar por primera vez cámaras de Alta Definición, esta tecnología perteneciente a Sony en esos años solamente fueron usadas para crear efectos visuales en un momento donde en la película se supone hay una máquina que puede leer la mente de personas que están dormidas, creando las secuencias de sueños y tratando en formato casero, además de que Wenders ha mostrado distintos cortes tras su estreno, el cual duró 158 minutos, pero nunca hizo feliz al realizador teutón.

El año pasado Wenders anunció un corte de 295 minutos, que sólo había circulado en proyecciones privadas y en festivales fuera de competencia, una edición con más de cuatro horas de duración e intermedio de 15 minutos a las dos horas de empezada la película.

Para quienes les suene la canción del mismo nombre de la banda irlandesa U2, no es casualidad, Paul Hewson “Bono” ha sido un amigo cercano de de pulir las imágenes mentales.

Wenders es poco recordable por “Hasta el fin del mundo”, pero es justo a dos décadas y un lustro de distancia que se necesita reexplorar este cine que en algún momento fue poco valorado, al fin y al cabo, los protagonistas sufren de los mismos males que nosotros: la dependencia a la tecnología, el mundo exacerbado por querer conocer más y querer adentrarnos a lo que desconocemos en lugar de estudiar nuestra naturaleza humana.

¿Hasta dónde llegaremos antes del fin del mundo?

 

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