La pandemia tiene rostro de mujer
Sandra me contaba que cuando se restringió la venta de cerveza su esposo se volvió violento e iracundo, pues ante el encierro decía que lo único que lo mantenía relajado era un “six bien frío”, y al no conseguirlo, no buscaba quién se la hiciera, sino quién se la pagara. Y mientras Sandra padecía lo […]
Josefina Vázquez MotaSandra me contaba que cuando se restringió la venta de cerveza su esposo se volvió violento e iracundo, pues ante el encierro decía que lo único que lo mantenía relajado era un “six bien frío”, y al no conseguirlo, no buscaba quién se la hiciera, sino quién se la pagara.
Y mientras Sandra padecía lo anterior en Monterrey; en Puebla, Alejandra era liquidada, y al despedirla su jefe le dijo que “así podría estar con sus hijos”, y que si bien Alberto, su compañero que hace las mismas funciones se quedaba, era porque es “mejor tener hombres por ser menos complicados”.
La pandemia tiene rostro de mujer pues las consecuencias más brutales en este periodo se han dado justamente en contra de millones de ellas. Ser mujer en tiempos de epidemia es también enfrentar pandemias como el odio, la exclusión y machismo.
Según la organización Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, en México 12 millones de personas perdieron su trabajo por la contingencia sanitaria. Del total de los desempleados, 11.6 millones son mujeres.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT), señala que el desempleo en las mujeres se debe a que los sectores económicos más afectados por la crisis son: la hotelería, restauración, el comercio y la industria manufacturera, donde casi 510 millones de mujeres en el mundo trabajan en estos, y México no es la excepción.
Gabriela era originaria de Coahuila, tenía 41 años y padecía diabetes, se contagió de coronavirus en la semana 35 de gestación, fue sometida a una cesárea de emergencia, el bebé no se contagió, pero ella falleció. Hasta el 22 de julio, 83 mujeres embarazadas o que dieron a luz, perdieron la vida a causa del COVID-19.
Yolanda trabaja en casa, hace las tareas del hogar y cuida de los hijos, está agotada, pues no le es redituable, y no es que se victimice, simplemente en México se cree que las mujeres son responsables de cuidar de la familia y la casa.
Tal como lo expresó el pasado 25 de junio, el inquilino de Palacio Nacional: “se quiere cambiar el rol de las mujeres y eso es una de las causas justas del feminismo, pero la tradición en México es que las hijas son las que más cuidan a los padres. Nosotros los hombres somos más desprendidos, pero las hijas siempre están pendientes”.
Urge contar con una nueva masculinidad que coopere en las tareas del hogar y disfrute de una paternidad compartida; pero no solo eso, sino que desde cualquier ámbito haya equidad entre mujeres y hombres, pues hasta en el costo de productos básicos hay una disparidad de precios debido al denominado “impuesto rosa”.
Un comparativo de costos publicado en Excélsior así lo demuestra: un rastrillo desechable rosa cuesta 47.17 pesos, el mismo producto pero para caballero 40.24; pañales para adulto mujer 145.30 pesos, para hombre 126.03; desodorante para dama 74.86 pesos, de caballero 74.70.
Esta pandemia se ha traducido en una regresión sin precedente y de costos incalculables en derechos de las mujeres. Una degradación desde lo verbal hasta llevarlas a perder la vida, y que hoy va acompañada de un castigo presupuestal a las instituciones y políticas públicas que apoyaban a miles de ellas.
Quienes minimizan o niegan esta brutal realidad se colocan del lado del agresor y terminan siendo cómplices. La pandemia tiene muchos rostros, pero sin duda, el más evidente de todos, es el de la mujer.