La prisión urbana
“Las distancias apartan las ciudades Las ciudades destruyen las costumbres” Jose Alfredo Jiménez – Las ciudades ¿Estamos atrapados en una cotidianidad consumista y social porque queremos o porque es necesario? ¿A qué precio vivimos en un bosque de asfalto y concreto? ¿Realmente somos felices al invertir nuestro tiempo en desplazarnos de un lado a otro […]
Hidalgo Neira“Las distancias apartan las ciudades
Las ciudades destruyen las costumbres”
Jose Alfredo Jiménez – Las ciudades
¿Estamos atrapados en una cotidianidad consumista y social porque queremos o porque es necesario? ¿A qué precio vivimos en un bosque de asfalto y concreto? ¿Realmente somos felices al invertir nuestro tiempo en desplazarnos de un lado a otro para poder ganar dinero?
Con el documental Rush hour de la directora Luciana Kaplan se abren estas incógnitas y más sobre si se está teniendo la vida deseada que en algún momento nos propusimos. Basta poner atención a las rutinas que tienen tres personajes en urbes tan distintas, pero a la vez tan similares, como Estambul, Los Ángeles y la Ciudad de México.
Meltem Gündoğdu vive mortificada porque un día reciba una llamada a su celular por parte de sus hijos, ya que ella decidió ser una mujer trabajadora en Turquía, pero a costa de no poder estar con su familia. Ella sale de su domicilio en Estambul antes de que amanezca y llega en la noche, si tuviera que regresar por una emergencia a su casa, haría más de una hora en taxi.
Michael Monosky vive con su esposa en California, Estados Unidos, su residencia es envidiable, pero el hombre que se dedica a la construcción apenas disfruta de su hogar con alberca los fines de semana, siendo un zombie ante la televisión, porque ya ni ganas tiene de hacer nada. Pasa más de seis horas al volante para ir y venir hasta su vivienda.
Y el caso de Estela Martínez, zacatecana que decidió migrar a la megalópolis de la Ciudad de México hace más de 20 años, se topa de golpe con la violencia del transporte público, donde un día fue asaltada, golpeada y violada.
Estas vidas paralelas son un espejo de muchos de los que también transitamos en estas metrópolis que no descansan. Somos parte del problema irresuelto que tiene demasiadas aristas a confrontarse, empezando por buscar una mejor calidad de vida, pero ¿a qué costo?
La manufactura del filme de Luciana Kaplan es incuestionable, es un documental que fue realizado con 12 millones de pesos y se nota el rigor fílmico invertido, además de la producción que estuvo grabando por dos años a estas personas que dudan de seguir este patrón de su realidad.
La eterna pregunta hace eco: ¿vivimos para trabajar? o ¿trabajamos para vivir?
Tal vez todo sea una gran presidio, en el que estamos bajo la ilusión de una libertad inexistente, ya que el precio por alcanzar la felicidad se paga con tiempo y dinero que no vuelve, mientras nuestras familias y seres queridos también son parte de esta reclusión invisible.