En 1998 nadie pensaría que una película en blanco y negro de corte independiente podría llamar la atención en el Festival de Cine de Sundance, contra todo pronóstico, este filme logró posicionarse y resultó en un ejercicio fílmico que es reconocido hasta el día de hoy.
“Pi: el orden del caos” es la opera prima de Darren Aronofsky, que con solo 68 mil dólares logró levantar la producción, dinero que obtuvo gracias al apoyo de familiares y amigos, los que colaboraban con 100 dólares por persona.
La historia cuenta la vida de Maximillian Cohen, un matemático que está concentrado en estudiar esta ciencia y que tras encontrar accidentalmente un número de 216 dígitos, es asediado por académicos, religiosos e inclusive ejecutivos de Wall Street, todos deseando conocer el secreto que este hombre sabe.
La producción del cineasta neoyorkino era tan austera, que no tenían permisos para filmar, por lo que una persona del staff tenía que estar vigilando constantemente para alertar a los demás en caso de que la policía se acercara a la locación en la que estuvieran rodando.
Además la madre del cineasta fue quien daba de comer a todo el equipo de producción y reparto en el set.
La música corrió a cargo de Clint Mansell, la cual sería la primera colaboración de múltiples en la carrera de Aronofsky, como guiño sutil, el compositor apareció de manera fugaz a cuadro como un fotógrafo en la cinta.
Pero más allá de las anécdotas de producción, que sin duda ahora son distantes con la fama que goza el director, lo que sostiene a la película es el trasfondo de Cohen, que es un hombre totalmente introvertido que sufre de cefalea en racimos, un particular dolor de cabeza que está catalogado como una de las afecciones más severas para el ser humano.
Cohen experimenta alucinaciones, paranoia y una ansiedad desmedida cuando se encuentra alrededor de más personas, por lo que su vida es reclusa alrededor de su computadora, con la cual hace predicciones y visualiza patrones matemáticos.
Sus dolores de cabeza llegan a tal nivel que cree que estos se relacionan con el número que ha encontrado, por lo que empieza a tener mayores alucinaciones, pero nada logra detener su angustia, decide por tomar un taladro e insertárselo en la cabeza.
La película cuestiona la razón, contrapone a las matemáticas con la existencia de un dios, para ver qué explica mejor o de manera más coherente una de las incógnitas más buscadas de la humanidad, ¿cuál es el sentido de la vida?