Libertad, derecho y valor de inestimable riqueza

Fernando Alberto García Cuevas Fernando Alberto García Cuevas Publicado el
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Dime hermosa ave blanca

si es que acaso escuchas mi voz

como sientes trazar por el cielo

mil caminos que al fin eres tu.

Libertad, libertad,

que asistan los hombres

que quieran volar.

FAGC.

Escribo estas líneas pensando en nuestros hermanos de Cuba, a quienes conocí, respeto y quiero desde mi primera juventud. Por los pueblos que sufren dolor y miseria, como a quienes traté en Haití, Nicaragua, Venezuela y otras naciones de América y del mundo, lugares donde algunos cuantos justicieros se adjudicaron la libertad de todos y en nombre de la democracia y la justicia, convirtiendo la vida de sus representados en ruinas y en seres alienados, quienes tristemente, lo seguirán siendo, hasta que decidan decir…ya basta.

Ésta mañana sentí un impulso por escribir y reflexionar acerca de la libertad.

En primera instancia recordé a Voltaire cuando escribió «el hombre es libre en el momento que desea serlo» lo que conduce la reflexión hasta el punto de la comprensión, de que no se deberá esperar que alguien conceda la libertad a otro ser, porque ésta no se otorga, se conquista.

Es decir, no esperes ejercer tu derecho a ser libre hasta que alguien te la conceda. La libertad es algo inherente a la propia vida, por eso se considera un derecho individual, inalienable y sagrado desde el momento de nacer, hasta la muerte, cuando se libera el espíritu del cuerpo.

El propio Luther King afirmó en la desafiante época que le tocó vivir, que

«la libertad nunca es dada voluntariamente por el opresor; ésta deberá ser demandada por el oprimido»

Para comprender a cabalidad el sentido de las desgarradoras palabras de mujeres y hombres que han hecho historia en el mundo, es importante no perder de vista el contexto en el que brotaron estas ideas, que con el paso del tiempo se convirtieron en árboles frondosos de experiencias e ideas para cobijo de las futuras generaciones.

Con el transcurrir del tiempo, gradualmente, en la vida de cada ser humano se va adquiriendo conciencia sobre el poder e influencia que la libertad tiene en cada persona. Cuando se comprende al fin, se aprecia y ama, por lo tanto, se cultiva y defiende.

La libertad no solo es aquella que permite al individuo el traslado de un lugar a otro, profesar la religión o creencia que mejor le ajuste a su conveniencia, decidir por la profesión u oficio que más le agrade, la ideología o forma de gobierno que más convenga a sus intereses, el tipo de relación personal con la vida, la naturaleza y la sociedad a la que pertenece, en fin, tiene que ver incluso, en su relación familiar.

De esta manera, podemos comprender que la vida es la suma del conjunto de elecciones y decisiones que cada quién toma a cada momento para favorecer sus intereses y preferencias en el ejercicio pleno de su libertad.

Un ejemplo claro de lo aquí expresado está reflejado en un pasaje de la novela de Taylor Cadlwell, “Gloria Y Esplendor” en el que relata la intervención de la extraordinaria mujer de la antigua Grecia Aspacia de Mileto, quién conmovida por el evidente sufrimiento de un hombre calvo y obeso que permanecía postrado en un camastro, y enterada previamente de su condición de esclavo, le ofreció gestionar ante los influyentes amos, su libertad.

Aspacia relató al esclavo «las diferentes responsabilidades que un hombre libre tiene que asumir para obtener el sustento y bienestar en su vida».

El esclavo impávido, escuchó la revelación acerca de las obligaciones que implica ser un hombre libre y digno.

Al término de la narración, esperando la mejor respuesta a tal ofrecimiento emancipador para beneficio del esclavo, un prolongado y helado silencio invadió el espacio del gran salón griego de la salud en el que se encontraban.

Sin mediar más comentario, el esclavo, aturdido por tanta información, con la frente perlada de sudor, se remontó al pasado inmediato y recordó, la comodidad que ha tenido para beber y comer en abundancia las sobras de los residentes de la casona donde vive y sirve como esclavo.

comida segura—pensó, y sin más argumentación ni anhelo, con la voz baja y trémula alcanzó a musitar;

«no quiero ser libre, déjame estar como estoy»

Ante la respuesta del esclavo, el Dr. Mileto, responsable de la clínica, miró con recelo a la joven Aspacia a quien reprochó;

ahora comprendes porque te dije al principio de esta visita que no sintieras compasión por este hombre…observé de que manera te inquietaste por el sufrimiento del esclavo que inundó la sala con sus quejidos… te advertí que ese individuo sufría por su propia elección…por lo tanto, no merecía tu compasión.

Acto seguido, Mileto, volviéndose al esclavo, sentenció;

«tú, quién en uso de tu libertad has elegido seguir siendo esclavo… pues así será, pero ya no tendrás que acudir aquí para pedir opio y así calmar tus dolencias renales»

«Ejerciste tu libertad para seguir siendo esclavo» entonces, «por tu propia elección, sufrirás las consecuencias de tus excesos»

Puedo afirmar estimados lectores que esta historia me marcó para siempre.

Comprendí que asumir la condición de esclavo, siervo, explotado, miserable, ciertamente es una elección, de personas que prefirieron vivir en tales condiciones, antes que pagar el precio, para liberarse de su miserable condición.

Nuevamente recurro a Voltaire para referir que;

«es difícil liberar a los necios de las cadenas que veneran»

La sociedad inconforme con lo mucho que sucede en su entorno, deberá entender que nadie esta más esclavizado que aquellos que falsamente piensan que son libres, sin serlo. Que piensan resignadamente que su condición de pobreza es un superior designio y por tanto la heredan sumisamente a sus hijos sin hacer nada por cambiar la situación.

Viven pacientemente esperando que alguien les haga llegar un apoyo para comer ese día, y se conforman.

Esta es una reflexión para resaltar en su justa dimensión la compasión, alejada de la simulación sobre la dependencia, lejos de la sumisión conformista.

Esta es una reflexión que en todo caso pretende, aguijonear la conciencia activa de las personas para desarrollar juntos, una cultura que rompa la trampa de la dependencia sumisa y peligrosamente manipulable, dando paso a la reanimación colectiva de la dignidad, que, como la libertad, es derecho propio e inalienable, que deberán estar bajo la salvaguarda individual, a riego de que, si no se ejerce y defiende, inevitablemente, rendida y abandonada, se fusionará en los grilletes de cualquier forma de esclavitud.

Vale tener presente que los seres humanos por una parte somos humanos y por la otra inhumanos. Compasión y crueldad son al fin algoritmos influyentes en una misma persona. Aún cuanto las proporciones de influencia son distintas, las características esenciales que marcan la diferencia entre humanidad o barbarie, entre hombre libres, o sujetos esclavizados, es el respeto a la libertad y dignidad personal.

La voluntad firme del individuo para controlar su propia vida, y así elegir el camino a seguir, tiene un alto costo que se requiere pagar y éste es, el precio de la libertad.

Por lo tanto, como escribí al principio de este texto, la libertad brota cuando estamos consientes de su presencia y valor en nuestras vidas.

De esta manera apreciando su inestimable valor, decidimos luchar por ella, conquistarla, conservarla y sembrar su esencia libertaria en la vida de cada quién y por consecuencia en la vida de las presentes y futuras generaciones que al fin y al cabo son nuestros propios hijos.

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