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Llámame…

¿Recuerdas lo que sentiste cuando te enamoraste por primera vez? ¿Cómo eran los detalles previos a ese momento en el cual estabas a punto de ser tocado por el amor y la primer persona que deseabas en tu vida? ¿Acaso ya olvidaste lo que haz ido dejando en cada amante, cada relación y cada pareja […]

¿Recuerdas lo que sentiste cuando te enamoraste por primera vez? ¿Cómo eran los detalles previos a ese momento en el cual estabas a punto de ser tocado por el amor y la primer persona que deseabas en tu vida? ¿Acaso ya olvidaste lo que haz ido dejando en cada amante, cada relación y cada pareja que pasó por ti?

¿En verdad estás con la persona correcta? ¿O sólo te conformaste con una vida ordinaria por miedo a arriesgar algo que es considerado tabú? ¿Has encontrado el amor en tu vida y de tu vida? ¿O sigues esperando?

Incógnitas que a veces carecen de respuesta o que preferimos ignorar por terror a equivocarnos o sabernos infelices con lo que somos, este tipo de preguntas asaltan a la mente cuando vemos “Llámame por tu nombre” (2017), cinta independiente que va por cuatro Premios Oscar, incluido el de Mejor Película.

Esta historia romántica se sitúa en Italia en el verano de 1983, cuando la familia Perlman recibe a Oliver, joven estudioso de 24 años que llega por invitación para seguir su formación con el patriarca del clan judío que se queda en el país europeo por temporadas para dedicarse a la arqueología.

Prontamente Elio de 17 años –el hijo del matrimonio Perlman– encuentra afinidad con Oliver aunque se llevan siete años de diferencia y donde aparentemente hay una amistad, hay un lazo mucho más profundo que pasa a un plano emocional.

Transcurrió una década para que el filme pudiera llegar a cristalizarse, tras cambios de reparto y complicaciones con elegir a un director acorde al proyecto, el largometraje se estrenó teniendo claras diferencias con el libro homónimo de André Aciman.

Aunque hay reclamos de porqué no se suscitan escenas explícitas de relaciones sexuales entre los hombres a cuadro, el director Luca Guadagnino justifica que él no quería hacer una película gay, su visión estaba en la belleza de la idea de cómo nace el deseo por alguien, imparcial, sin ser cínico. Esto a pesar de que él es abiertamente gay.

Un aditivo importante a esta producción es su soundtrack, el cual fue cuidado minuciosamente, desde escoger las piezas musicales ad hoc al momento histórico en la Italia de los 80, hasta las canciones que se pidieron por encargo a Sufjan Stevens.

La mejor analogía que nos deja esta obra fílmica es que con el tiempo nos arrancamos tanto de nosotros mismos para curarnos rápido del desamor, que quedamos rotos siendo jóvenes y cada vez tenemos menos para ofrecer cuando empezamos con alguien nuevo, al final, sólo queda nuestro nombre.

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