La irreverencia está ahí para quitarle la seriedad a aquello que parece intocable, hacer una parodia es un modo de lograr la burla sin profanar lo sacralizado socialmente y es ahí donde es posible inclusive “matar” a un presidente real.
Esto es lo que propuso “Kingsman: El Servicio Secreto” en 2015, película que basada en el cómic del mismo nombre hablaba de una sociedad oculta independiente de espías que se dedica a cuidar Gran Bretaña y, sí, de paso muere Barack Obama en la ficción, pues aún estaba en el cargo oficial cuando se estrenó la cinta.
Los personajes hacen una clara mofa al cine de espías y sin tentarse el corazón les hacen referencia directa, queda de ejemplo el siguiente:
“Bonito perro, ¿cuál es su nombre?”, le pregunta Chester King ‘Arthur’, jefe de Kingsman al joven Gary ‘Eggsy’ Unwin del can que lleva consigo.
“JB”, responde el aspirante a Kingsman.
“¿Cómo James Bond?”, cuestiona Arthur, a lo que Eggsy niega. “¿Jason Bourne?”, insiste King, a lo que Unwin dice finalmente “No, Jack Bauer” y el director de Kingsman se sorprende.
Fue así como a través de este y más guiños al género de detectives que “Kingsman” se convirtió en un éxito en taquilla y se confirmó su secuela a solo meses de haberse estrenado el primer largometraje.
Es ahora que llega “Kingsman: El Círculo Dorado” con el mismo reparto y nuevamente bajo la dirección de Matthew Vaughn, la fórmula sigue funcionando pero hoy pareciera que la franquicia busca trepar y también colocarse dentro del cine que otros agentes de inteligencia han hecho durante décadas.
Algo similar sucedió con “Kick-Ass” (2010), la cual fue también dirigida por Vaughn y se basó en la historieta de Mark Millar (que también creó “Kingsman”). La cinta hacía un chiste del cine de superhéroes y su segunda parte terminó por dejar de criticarlos, seguir riéndose de ellos y propuso que los personajes de cómics también pueden ser satíricos.
Lo mismo ocurre con la secuela de “Kingsman”, pareciera que sus bufonadas la acercan a “Austin Powers” (1999) pero solo agrega la suficiente ironía como para no caer en el exceso, mientras que ahora los investigadores juegan con látigos de tipo espada láser, gadgets más inverosímiles y tienen la misión de derrocar a la jefa del cártel de droga más grande del planeta.
El proverbio inglés adjudicado a William Horman, “Manners maketh man” (Los modales hacen al hombre) el mismo que usa el personaje Harry Hart “Galahad” en “Kingsman”, debería ser aplicado a la sucesora de 2017 y la tercera parte por venir, no porque sea mala o exagerada, es bastante buena, pero no hay que olvidar que la franquicia es tan seria y formal como lo fue “El Superagente 86”.