No solo es impactante, doloroso y triste ver a niños con armas largas o con palos de madera que simulan éstas, en lugar de traer un libro, un juguete, un dulce, un plato de comida o tener entre sus pequeñas manos la mano de su mamá o su papá.
El portal Amapola Periodismo señala que son 34 niños los que forman parte de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias-Pueblos Fundadores (CRAC-PF) de la Montaña baja de Guerrero, y que han recibido capacitación para defenderse.
La Red por los Derechos de la Infancia (Redim), en un comunicado afirma que el uso de menores podría configurar delitos como la trata de personas o reclutamiento con consecuencias legales.
Además de ser “un intento desesperado de llamar la atención del Estado ante la impunidad que gozan la macrocriminalidad que mantienen las autoridades federales, estatales y municipales con el crimen organizado de la zona”, indicó.
Redim sostiene que las policías comunitarias surgen por el abandono y la omisión del Gobierno federal: “en los últimos siete años el crimen organizado aumentó su control territorial con la complicidad de caciques y autoridades, presuntamente con el objetivo de ampliar la siembra de amapola (en Guerrero)”, añade.
Advierte que, hasta 2019, se estima que 30 mil niñas, niños y adolescentes han sido cooptados por la delincuencia organizada.
En una entrevista que hizo Pie de Página a Ismael, un niño de 10 años e integrante de la Coordinadora Regional, éste les comenta que sus juguetes favoritos son los dinosaurios, pero que como no hay dinero nunca ha tenido uno, pero sí un escopeta calibre 20, de un solo tiro.
“Hasta ahorita he disparado a conejos cuando voy con mi papá a acompañarlo para cuidar el pueblo. Pegué esa hoja en la bocina (un dibujo), es el único dinosaurio que tengo”. Ismael no quiere ser policía comunitario. Preferiría quedarse en casa con su mamá y hermanos, se lee en la entrevista.
De los 34 menores, 14 son huérfanos, dijo Bernardino Sánchez, fundador de la policía comunitaria al periódico El País: “El Gobierno federal no ha mirado a Ayahualtempa. Dice que va apoyar a los indígenas y pues aquí estamos. No hemos recibido ningún apoyo”, asienta.
Miles de niñas y niños sufren la orfandad de sus padres pero también la orfandad de políticas públicas que los protejan, salvaguarden su integridad y les garanticen derechos básicos.
Los crímenes y la violencia de todo tipo contra niñas y niños está creciendo como nunca antes. Las niñas, niños y adolescentes de Guerrero son, probablemente, el último grito de ayuda para salvar a la niñez y también sus vidas.