Hace algunos años, un buen amigo periodista, muy destacado en radio y en televisión, me llamó para pedirme ayuda sobre un seguro de gastos médicos mayores que le había robado in fraganti. Quedé de verlo unos días después y le pedí que me mandara una breve reseña de lo acontecido, lo cual hizo esa misma noche por correo electrónico.
Nos reunimos conforme a lo acordado y después del segundo sorbo de café le dije: “El seguro te pagó correctamente”. A lo que me hizo una cara cuya expresión interpreté como “pensé que este burro sabía del tema y que me iba a ayudar, pero creo que me equivoqué”. Años más tarde, entre risas me confesó que algo muy parecido le vino a la cabeza.
Fácil de decir, difícil de asimilar a la hora de los catorrazos, es esta frase que ya ocupé en otro artículo: los seguros médicos no cubren todo y, de lo que cubren, no pagan todo. Así de sencillo. ¿Por qué pasa esto? La historia es larga, pero trataré de ser breve.
Este tipo de seguro empezó a popularizarse hace unos 50 años. Te pagaban todo, incluyendo la pildorita para el dolor de muela, el curita y el mertiolate. Tristemente las personas empezaron a abusar y algunos médicos deshonestos la primera pregunta que te hacían antes de tu nombre y qué te dolía, era si tenías seguro de gastos médicos. Si la respuesta era afirmativa te comentaban “no se preocupe… hacemos que pase”, refiriéndose a que podían hasta inventar con tal de que la aseguradora pagara. Además, si por una amigdalectomía normalmente cobraban, digamos en precios de hoy, 25 mil pesos, si tenías seguro llegaban incluso a duplicar el costo.
Las compañías de seguros son empresas lucrativas que buscan hacer negocio, no son beneficencias y mucho menos solapadoras de estafadores y trinqueteros. Acto seguido, empezaron a poner barreras para limitar el latrocinio.
A raíz de todo esto, las aseguradoras hicieron tabuladores médicos, un catálogo de procedimientos con el costo máximo que pagarán a los especialistas involucrados, lo cual depende también del tipo de plan contratado: a mayor prima, los tabuladores son evidentemente más altos.
Ahora bien, si tu médico no se “ajusta” a dicho tabulador, tienes dos opciones: 1) atenderte con un doctor que sí lo haga y que tenga convenio con la compañía de seguros, o 2) atenderte con quien tú quieras y pagar las diferencias.
Justamente lo que le pasó a mi cuate fue eso: su médico cobró una cantidad muy superior a la del catálogo y él tuvo que pagar el resto de su bolsillo.
Un favor: a quien te venda el seguro dale el tiempo suficiente para que te explique cómo funciona.
Recuerda que “No es más rico el que gana más, sino el que sabe gastar”.