Al menos 79 niños han muerto y un centenar han resultado heridos desde que se inició la invasión de Ucrania por las tropas rusas el pasado 24 de febrero, según un informe publicado por la Fiscalía de Menores de ese país.
La mayoría de los fallecidos son consecuencia de los ataques rusos contra las principales ciudades de Ucrania: Kiev, Jarkov, Donetsk, Sumy, Jersón y Zhitomir.
Son niñas y niños que no entienden ni comprenden los motivos que llevaron a un gobernante a atacar su país, su ciudad, su casa.
La niñez en las guerras son las principales víctimas, los más vulnerables, los menos culpables y a los que más daños les causan los discursos de odio.
La Fiscalía ucraniana ha dicho que la cifra de fallecimientos no es definitiva “debido a la falta de oportunidad de inspeccionar los lugares de ataque, donde las fuerzas armadas rusas están llevando a cabo sus actividades hostiles”.
Hasta el momento, más de 280 instituciones educativas han sido destruidas, nueve de ellas de forma total.
Los niños y niñas de Ucrania lo han perdido todo, incluso algunos han perdido a uno de sus padres, sino es que a los dos.
Es por eso que no podemos dejar de condenar está invasión que ha venido a demostrar que el odio, el rencor, el egoísmo y la ambición por el poder pueden, no solo destruir naciones, sino vidas.
La condena a la invasión en Ucrania no puede quedar en solo pedir un cese del fuego, sino en un actuar humanitario y solidario, nadie en todo el mundo está de acuerdo con los ataques rusos ni siquiera los mismos rusos.
Ser constructores de paz es lo que debería hacer México, es lo que tendrían que implementar todas las naciones del mundo, pero es evidente que no todos los gobernantes lo pueden hacer cuando son partícipes de los discursos de odio.
La niñez no debería ser víctima del odio en ninguna parte del mundo, la niñez no debería padecer invasiones hostiles, no debería ser invisible para los gobernantes.
Es por las niñas y niños que debemos ser constructores de paz, es por ellos que debemos alzar la voz para defender sus derechos. Ninguna niña o niño debe perder la vida a causa de los discursos de odio.
Como diría Benjamin Franklin: “O caminamos todos juntos hacia la paz, o nunca la encontraremos”.