Nosotras las conservadoras
No supe si reír o llorar cuando me entero que el presidente equipara el hecho de ser feminista con ser conservadora. Elijo reír porque ya no encuentro otra salida más que la de tomarlo con buen humor ante una persona que pertenece a una generación diferente a la mía, pienso, mientras intento encontrar una explicación […]
Indira KempisNo supe si reír o llorar cuando me entero que el presidente equipara el hecho de ser feminista con ser conservadora. Elijo reír porque ya no encuentro otra salida más que la de tomarlo con buen humor ante una persona que pertenece a una generación diferente a la mía, pienso, mientras intento encontrar una explicación lógica.
Inmediatamente, recuerdo que conozco a hombres de la edad de Andrés Manuel que están haciendo un esfuerzo por reconocer décadas de rezagos y desigualdades que debemos resolver aceleradamente en un mundo necesitado del cumplimiento de derechos emergentes que pongan pisos parejos y cierren esas brechas, así como políticas públicas con perspectiva de género y de decisiones con una visión integral de lo que eso significa.
En un país en donde asesinan, violan, violentan mujeres a cada hora, por decir lo menos, no esperamos que el presidente de un país (éste o cualquiera) intente hacer politiquería con eso. Al contrario, su investidura institucional le debería hacer responder a la altura de estas lamentables circunstancias.
Qué terrible que una vez más nosotras somos las culpables. En lugar de ir a las raíces de esta situación de crisis que estamos viviendo las mujeres ante la impunidad que crece a pasos agigantados.
No quiero que caigamos en una frustración colectiva de pensar que no tenemos futuro alguno en las discusiones más importantes en materia de género. Al contrario, quiero que las mujeres encontremos con más fuerza nuestros motivos. A nadie tenemos que convencer que no somos adversarias, conservadoras o enemigas. Lo que tenemos que hacer es encarar juntas al presidente y a otros hombres (y hasta mujeres) que como él piensan que esa igualdad que soñamos es rehén de las más bajas pasiones políticas y no más bien un sentido de respuesta hacia la emergencia que estamos viviendo en el México donde el género sí importa hasta para que te crean que has sido víctima.
El único hecho, lejos de las emociones que nos pueda causar lo que diga o no el presidente, es que no hay marcha atrás. Las mujeres que nos antecedieron, las que somos, las que vienen, tenemos una demanda justa. Así que más nos valdría a todos y todas autoeducarnos, abrirnos hacia un futuro que ya no es sin nosotras y conciliar con acuerdos trascendentales para que el tránsito hacia allá no sea sólo rápido, sino real, consciente, abierto hacia otras realidades.
Mi suegro, que también es de otra generación, me envió hace un par de días una opinión sobre el machismo en México. Esto quiere decir que los hombres que se deconstruyen al lado de nosotras también están entendiendo que para allá va el sentido del mundo.
En esta comprensión, empatía, apertura, reconocimiento, capacidad de visión, diálogo, acuerdos, tendremos una mejor sociedad. Sin necesidad de caer en agresiones verbales ni cuestionarnos mutuamente si es válido lo que se afirma.
Sigo sin decidir si reír o llorar, nosotras las conservadoras. Ellas las conservadoras. Yo la conservadora, presidente.