Ojalá

Estados Unidos se sumergía ante el estreno de “Titanic”, que resultaría la cinta más taquillera de todos los tiempos durante muchos años. La Federación Rusa, antigua Unión Soviética, difundía nuevos rublos para contener la inflación y promover la confianza.

China terminaba de tender la cama política, social y económica para alcanzar a ser la superpotencia que conocemos hoy. España se teñía de rojo ante violentos ataques a autoridades y civiles por parte de la organización terrorista vasca (ETA) hoy desaparecida afortunadamente.

Juan Carlos Altamirano Juan Carlos Altamirano Publicado el
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Estados Unidos se sumergía ante el estreno de “Titanic”, que resultaría la cinta más taquillera de todos los tiempos durante muchos años. La Federación Rusa, antigua Unión Soviética, difundía nuevos rublos para contener la inflación y promover la confianza.

China terminaba de tender la cama política, social y económica para alcanzar a ser la superpotencia que conocemos hoy. España se teñía de rojo ante violentos ataques a autoridades y civiles por parte de la organización terrorista vasca (ETA) hoy desaparecida afortunadamente.

En México, el expresidente Ernesto Zedillo destituía a Emilio Chuayfett como secretario de Gobernación, tras la matanza de Acteal en Chiapas, donde murieron 45 personas, incluyendo niños y mujeres embarazadas.

Ese mismo año, Jorge Mario Bergoglio, sacerdote egresado de la Compañía  de Jesús, fue designado arzobispo de Buenos Aires, Argentina.

Aficionado a los textos de Dostoievski y Borges, Bergoglio fue visto como un religioso moderado entre los prelados más conservadores y la minoría progresista.

Jesuita ortodoxo, pues su formación se dio en plena dictadura militar argentina, e influenciado por la Teología de la Liberación, intentó mantener la unidad al interior del movimiento jesuita. Durante su gestión, criticó duramente al capitalismo, el consumismo y la lógica de la economía de mercado.

Precisamente en 1998 Juan Pablo II realizó una visita histórica a Cuba. Tuve la oportunidad de formar parte de la delegación de periodistas que cubrió la visita de Karol Wojtyla a la isla. 

Reporté cómo el Papa descendió del jet de Alitalia para besar la tierra de la Virgen de la Caridad del Cobre, en el Aeropuerto Internacional José Martí de La Habana.

Fidel Castro se lució como anfitrión al recibir a uno de los arquitectos de la caída del socialismo europeo. Incluso el expresidente aplaudió aquel discurso del Sumo Pontífice cuando sugirió: “Que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba”.

Las misas que ofreció Juan Pablo II en la Plaza de la Revolución, Santiago de Cuba, Camagüey y Santa Clara no solo presentaron llenos masivos, sino que reportaron saldo blanco.

Aquella ocasión fue la primera y única vez desde que dejé la guía familiar, que sentí la necesidad de volver a creer en un líder religioso. El carisma y confianza que inspiraba Wojtyla casi me convencen.

Hoy, quince años después, aquel Arzobispo de Buenos Aires es el Papa Francisco. Realiza su primer visita como líder de los católicos a Brasil, para encabezar la Jornada Mundial de la Juventud.

Al leer sus discursos, escuchar sus mensajes, y seguir sus tuits, tengo la misma sensación de 1998. Aunque difícilmente volvería a creer en una institución religiosa, deseo fervientemente, por el bien de los más de mil millones de seguidores en todo el mundo, que su objetivo de reformar la Iglesia Católica, llegue a buen puerto.

Esperemos que la curia romana y la mafia lo permitan. Ojalá. 

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