Unos cuantos días y se termina el año, curiosamente, como cada doce meses, aunque en ocasiones no cobremos plena conciencia de eso. Estoy convencido de la ciclicidad como componente inherente al mundo de manera general y a los seres humanos de forma particular.
Y no importa parecer “disco rayado” (los más jóvenes pregunten con sus antecesores qué significa esta expresión) al repetir incansablemente que debemos llevar un registro de nuestro comportamiento financiero. Se puede hacer con lujo de detalles o, para empezar, con los grandes rubros de consumo ya comentados anteriormente: los gastos básicos, los de confort y los de lujo, sin hacernos trampa a nosotros mismos confundiendo todo con lo elemental del desembolso, o caeríamos en un desorden inconmensurable.
Algunos productos están en la frontera entre básicos y de confort. Me refiero a los seguros. Es claro que, si tengo que decidir entre alimentarme y pagar una póliza, la primera opción será la ganadora. Pero lamentablemente sucede que, una vez cubiertas de buena manera las necesidades de sobrevivencia, nos dedicamos a darle gusto al cuerpo gastando un dinero que de sobra se podría destinar a la compra de este extraordinario instrumento financiero llamado SEGURO. Sin embargo, la mayoría de la gente en nuestro país se olvida de la protección y de la previsión, pues piensan que “a mí no me va a pasar”.
Tristemente hay muchos millones de hermanos que están en la pobreza-miseria. A ellos no les puedo preguntar “¿estás asegurado?”. Sería muy desgraciado de mi parte hacerlo, pues esta gente se tiene que preocupar, literalmente, de subsistir. Pero el resto de los mexicanos rebasamos los ochenta millones y todos, absolutamente todos, podemos comprar seguros.
El tema es tan extenso que, si Dios permite, me llevará decenas de artículos comentarlo. Hoy quiero cerrar con un problema muy frecuente relacionado con los créditos automotrices, para los que, por obvias razones, el seguro del vehículo es obligatorio. No obstante, al liquidar la deuda, un gran número de personas no renuevan la póliza y por ende pierden la protección.
Como propósito de Año Nuevo debemos tomar conciencia los “clasemedieros” de que el seguro del automóvil es prácticamente un gasto básico para nuestra cartera y un acto cívico para circular con tranquilidad sabiendo que, ante cualquier contingencia, estamos protegidos.
Bastante dinero cuesta un auto para que no esté asegurado. Piénsalo…
¡Feliz Año Nuevo! Y nos leemos en 2021 (D.M.).
Recuerda: “No es más rico el que gana más, sino el que sabe gastar”.
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