Marcel Mangel, mejor conocido como Marcel Marceau habría llegado hoy a los 95 años de edad, si es que el hombre no hubiese fallecido en el 2007, la causa de su muerte, como su oficio, permaneció en silencio.
De este icónico mimo francés se reconoce una amplia trayectoria en los escenarios, ya que 60 años de trabajo lo respaldaron, rompiendo fronteras tanto de lenguaje como de naciones y también trascendió en el cine, aunque en roles pequeños.
El origen de su arte se dio en un momento de crisis, justo en la Segunda Guerra Mundial, en medio del duelo y el suplicio, ya que su padre fue capturado por la Gestapo y llevado a Auschwitz donde fue asesinado.
Junto a su hermano salvaron a niños de los campos de concentración, pertenecieron a la Resistencia Francesa y cuando se dio la liberación de París en 1944 dio su primer espectáculo masivo ante tres mil soldados.
Tanto él como su hermano Alain adoptaron el apellido Marceau durante la guerra, inspirados en el general François Séverin Marceau-Desgraviers que estuvo en la Revolución Francesa.
Cuando Marceau rescataba a los niños, tuvo que empezar a hacer mímica con los infantes para mantenerlos en calma y poder escapar hasta la frontera de Suiza que era territorio neutral.
Literalmente, Marcel tuvo que guardar silencio para conservar su vida.
Su primera inspiración para convertirse en mimo fue cuando observó un filme de Charlie Chaplin, su madre lo llevó al cine a la edad de cinco años y esto le quedó prendado por siempre al artista que imitó su arte mudo pero en los escenarios.
El mismo Chaplin vivió los estragos bélicos, pero de la Primera Guerra Mundial, cuando su amada Hetty Kelly murió a causa de la pandemia española en 1918, la cual se esparció por el conflicto armado.
Cuando Chaplin volvió a Inglaterra en 1921 se enteró del deceso, lo cual le marcó por completo. Al ser cuestionado de qué haría, él solo dijo: “sonreír”.
¿Cómo mitigar el dolor que profusamente se emana desde el alma, cuando la risa y sonreír ya no son suficientes? A continuación una reflexión de “Watchmen” (2009) dicha por Rorschach.
“Escuché una broma una vez: Un hombre va al médico. Dice que está deprimido, que la vida parece dura y cruel, que se siente solo en un mundo amenazante. El doctor dice: ‘El tratamiento es simple: el gran payaso, Pagliacci, está en la ciudad. Ve a verlo. Eso debería animarte’. El hombre estalla en lágrimas. ‘Pero doctor…’, dice ‘Yo soy Pagliacci’. Buena broma. Todos ríen. Redoble de tambor. Cortinas”.