Tres años después de mi crisis personal de 1995 empecé con el concepto de Educación Financiera. Pensé: “si yo pude salir adelante, con cierta metodología, cualquiera lo podrá hacer”. Y así se fueron dando las cosas hasta llegar en 2004 a los medios de comunicación; desde entonces varios miles de personas hemos tenido atrás del micrófono o en las aulas y los auditorios en que se ha parado el equipo de “Saber Gastar”.
En aquella época me decían, lo recuerdo muy bien, que estaba loco y que esa era una pésima idea. Lo que es una realidad es que en este momento ya se habla, incluso en la agenda presidencial, de esta materia tan importante. Falta mucho por hacer, pero creo que a diferencia de 1998 hoy estamos con mucho más compromiso tanto del gobierno como de las instituciones financieras en pro de que todos tengamos más y mejor información y sobre todo que sea de fácil comprensión.
Sin embargo, la gente quiere como dice la sabiduría popular: “el remedio, el trapito y úntamelo aquí tantito”, es decir que dejan sus propias decisiones en manos de terceros y eso es completamente equivocado.
A lo largo de estas poco más de dos décadas de trabajo en Educación Financiera nos hemos encontrado cada tercer día con gente que culpa al mundo entero de su desgracia económica. Ya sea que el Banco, la Aseguradora, la AFORE o alguna otra empresa del sector la haya engañado con promesas falsas o “letras chiquitas”, o bien que el gobierno no reguló y supervisó de manera correcta y por tanto permitió el atraco o, en última instancia, que mis padres me mal educaron y son los que me han ocasionado tanta penuria de dinero.
El caso es que las personas no asumen sus obligaciones y creen que sólo tienen derechos, lo que es absolutamente erróneo. Y justamente este punto considero que es un mal de nuestros días pues han proliferado organismos que se autodenominan “… para la defensa de…”, quitando a los individuos toda responsabilidad de sus actos.
Para muestra tengo un “botonario” poniendo como ejemplo una simple pregunta: “¿has leído completo el contrato de tarjeta de crédito?”. La respuesta del 96.5% de las personas es que no le entienden cuando en realidad nunca se tomaron la molestia siquiera de verificar que su nombre estuviera bien escrito.
Y la pregunta obligada es ¿hasta cuándo vamos a dejar nuestro destino financiero en manos de los demás? Toma las riendas de tu bolsillo o siempre tendrás problemas de dinero… siempre.
Recuerda, “No es más rico el que gana más, sino el que sabe gastar”.