Más que de sobra está comentar lo que estamos viviendo con esta terrible pandemia, tanto en el tema sanitario como en el económico. Tristemente, estamos cerca de un colapso de los servicios médicos públicos y en cualquier chico rato se sumarán los privados. Y sobre estos últimos escribiré hoy, pues, si bien es cierto que la estadística nos muestra fehacientemente que la probabilidad de salir avanti en la medicina pagada es mucho mayor, también lo es que no cualquier familia tiene la posibilidad de pagar lo que un tratamiento de esta naturaleza cuesta.
No me centraré en el seguro de gastos médicos mayores, ya que es tema de otro artículo, pero sí aprovecharé mi cercanía a este sector financiero desde hace más de cuatro décadas, para manifestar mi absoluta indignación, coraje y rabia ante una problemática que el gobierno no ha atendido jamás, sean de un partido político o de otro.
¿A qué me refiero? Al (iba a escribir abuso) robo descarado de algunos hospitales y servicios médicos privados en general. Que quede claro: hay gente muy respetable, seria y honesta en las actividades de salud del país, pero con los bandidos tenemos un grave problema. Y aunque no sean creyentes les digo que lo que hacen merece condena eterna. En estos momentos tan críticos, lucrar con el dolor y la desesperación de la gente debería ser vigilado a pie juntillas por las autoridades y no es así.
Sin tener estudios de economía entiendo lo que significa un libre mercado y también qué es y cómo funciona la ley de la oferta y la demanda. No estoy en contra de que cada quien ponga precio a sus servicios; lo que verdaderamente me irrita es el latrocinio de los que aprovechan la necesidad de la gente para llenarse los bolsillos.
Particularmente en los hospitales se presenta con mucha frecuencia que nos prescriben un analgésico para un simple dolor de cabeza y nos cobran todos los que se consumen en un año dentro del nosocomio. Cuando vendí seguros me tocó atender a un cliente (varón) que se había practicado una cirugía de vesícula. En la comanda médica, que era una hoja tabular donde venía en aquella época el detalle de cada proceso, el material y el costo, se incluían toallas sanitarias. Inquirí con la enfermera y me contestó muy ufana: “disculpe señor, un simple error…” ¡Qué poca… vergüenza!
Este es un llamado urgente a toda la gente para que nos unamos y haciendo fuerza logremos que los gobiernos detengan estas prácticas leoninas, en esta pandémica época y en cualquiera otra.
No te dejes. Es un principio elemental de justicia.
Recuerda: “No es más rico el que gana más, sino el que sabe gastar”.