“A los más jodidos siempre es a los que nos amuelan más. Hacen las cosas sin pensar en los que estamos fregados. Mucha gente amolada traía a sus hijos porque les daban de desayunar y de comer durante todo el año escolar, sin pedirnos un peso para los alimentos”, dijo Alma Delia, quien, al igual que su hijo, era beneficiaria del programa Escuelas de Tiempo Completo.
Actualmente trabaja como empleada doméstica y afirma que, gracias al horario escolar de 8:00 de la mañana a 4:00 de la tarde, podía limpiar hasta tres casas y vender zapatos; pero que, al desaparecer este programa gubernamental, dejará de percibir alrededor de dos mil pesos mensuales, pues tendrá que recoger a su hijo a las 12:30 pm.
Sin escuelas de tiempo completo, más de cuatro millones de estudiantes que recibían hasta tres horas y media extra de aprendizaje se verán afectados.
Los planteles inscritos a este plan de Gobierno proporcionaban alimento a cerca de dos millones de estudiantes, por lo que su de-saparición representa un retroceso en la garantía de los derechos humanos y del interés superior de la niñez.
De acuerdo con la Unicef, el 65 por ciento de los alumnos que iban a escuelas de tiempo completo consumían el primer alimento del día gracias a este programa. Para 2018, se llegó a tener registro de cerca de 30 mil centros escolares, de los que más del 50 por ciento están en zonas marginadas.
Las escuelas de tiempo completo tenían la oportunidad de revertir la desnutrición y malnutrición, así como la recuperación de aprendizajes académicos y la salud socioemocional de niñas, niños y adolescentes. Además de apoyar a miles de familia, en especial a madres trabajadoras que, debido a la extensión de horario, podían conseguir o mantener un empleo.
Sin duda alguna, la desaparición de este programa escolar es un golpe más para las mujeres mexicanas. No suficiente con quitarles las estancias infantiles, ahora no podrán acceder a empleos que les permitan tener una mejor calidad de vida.
Nuestra niñez sí merece educación de calidad y oportunidades para construir un mejor futuro. Las madres trabajadoras sí merecen contar con programas de apoyo que les den acceso a un empleo y a un espacio seguro para sus hijos.
No hay justificación válida para la cancelación de las escuelas de tiempo completo. Prescindir de recursos en materia educativa es condenar el presente y el futuro de millones de niñas, niños y adolescentes. El Estado tiene la obligación de garantizar e invertir en un sistema educativo de calidad.
Las escuelas de tiempo completo pueden mejorarse, pueden transformarse, pero lo que no puede suceder es que desaparezcan, sin una opción para los padres de familia trabajadores y millones de niños y niñas, particularmente cuando el reclutamiento de menores de edad por la delincuencia organizada es una realidad, y sus padres trabajan largas horas al día para llevar sustento.
Las escuelas de tiempo completo son un derecho para las niñas y niños de nuestro país.