La pátina cubre la tela que retrató la movilización que nació el día que el entonces candidato Enrique Peña Nieto visitó la universidad Ibero.
Aquella foto del viernes 11 de mayo se borra como si alguien hubiera viajado en el tiempo para cambiar los hechos que intentaron marcar la historia.
De la lucha que buscó la democratización de los medios masivos de comunicación en México, solo quedan vestigios, como los de una civilización perdida.
Casi olvidamos que fue gracias a la presión que ejerció un grupo de jóvenes, que la televisora más poderosa del país decidió transmitir por señal abierta el debate entre presidenciables.
Pocos recuerdan aquel debate organizado por universitarios, transmitido online, apoyado en tecnología de punta y en un formato novedoso.
¿Por qué hemos olvidado tan fácilmente sucesos que aparentaban una primavera?
Quizá porque a pesar de que algunas células huérfanas de aquel movimiento universitario buscan restaurar agenda y dignidad, otros, que acapararon reflector y micrófono, optaron por jugar a las “escondidas” y a la televisión.
Entonces, ¿a quien responsabilizar?
Resultaría fácil escupir en contra del medio que aventó el anzuelo.
Televisa no tiene la culpa de hacer lo que mejor sabe hacer: “institucionalizar” mediante aire a sus detractores.
Tampoco son los ingenuos opinólogos, ignorantes de que la era de los bustos parlantes llegó a su fin.
Pasaron a engrosar la extra limitada oferta de contenidos medianos que inunda el espectro mediático.
Se unieron al apostolado del Dios rating y éste los recibió con la más dura de las bienvenidas.
La emisión de este domingo debutó con un nada envidiable puntaje de 0.7 a nivel nacional y 0.5 en el Valle de México.
Es decir, apenas alcanzaron su registro en las listas de IBOPE.
Y es que pronto se olvidaron de la mentefactura.
Dejaron las plataformas democráticas como YouTube (donde todo comenzó) y apostaron por la manufacturación de palabras al aire.
De la producción no hay nada que decir, pues todos los segmentos que se transmiten por el canal de noticias de Televisa mantuvieron el mismo formato.
De hecho, lo único resaltable es la nula estructura del programa. El presentador perdió rápidamente el hilo conductor, “se lo comieron”.
Los participantes hablan de todo y de nada. Van de norte a sur sin ninguna intención de abrir un tema y cerrarlo por bloques.
Pareciera que el que diseñó esta apuesta sabía perfectamente lo que pasaría.
Simplemente les abrió un estudio de televisión a los estudiantes y se sentó a esperar a que se hicieran pedazos.
Probablemente los únicos responsables somos nosotros, los que creímos en el despertar de la conciencia mexicana.
Más aún, el culpable soy yo, por no preguntar, hoy 31 de octubre, si el espacio de ForoTV llamado “Sin filtro” es ¿trato o truco?
Ojo: si no hay golosinas, habrá travesura.