Me molesta saber que vivimos en un país donde todos hablan de corrupción sin tener denuncias en la mano con pruebas, nombres y apellidos. Parece que la corrupción vende mucho como saliva política, pero que nadie puede reconocer cuáles son las rutas que llevan a las y los delincuentes que cometen esos actos.
Así que por unos cuantos posibles casos y un discurso que tiene culpables de ocasión pero ninguno de esos corruptos en la cárcel, fue el argumento de la mayoría en la Cámara de Diputados y en el Senado para eliminar los fideicomisos, a cuyos beneficiarios no quisieron siquiera escuchar. “Pagan justos por pecadores”, diría mi abuelita.
Y como vivimos en el país donde reina (sí, reina, en presente) la impunidad, los costos los pagarán artistas, deportistas de alto rendimiento, científicos, investigadores, exbraceros, víctimas, periodistas, defensoras de derechos humanos. A ellos y ellas les pasaron la factura de cientos de apoyos a los que por derecho les corresponde y que les quitaron con aquellas garantías que no dependen de la voluntad política, las que son institucionales. Las que se reclaman por proceso y las que se transparentan con criterios específicos para que no se pierda un solo peso.
Pero, prefieren contar la historia de las bolsas de dinero, ¡vaya ironía porque justo así se hacen también las transacciones por corrupción!
La falta de certeza es lo que no deja tranquilas a las miles de personas afectadas. Lo saben. Por eso, sin necesidad alguna nos movieron a la sede antigua del Senado. Por eso también montaron un innecesario operativo de seguridad. Por eso extendieron hasta la noche-madrugada una sesión en donde todo estaba dicho desde antes.
¿Y sabes qué es lo que más me molesta? Eso. El montaje de la clase política que piensa que la gente no se da cuenta que lo único que necesitaba esa noche era definir nuestros votos. Un debate insulso cuyos golpes al aire hicieron dos cosas: nada y perder el tiempo.
La gente está cansada de espectáculos dignos de la desesperanza, la desconfianza y la incertidumbre, a la que le tenemos que agregar el contexto histórico de la pandemia.
Nos faltaron 14 votos en esa noche que a más de una persona no se nos va a olvidar. Del maltrato, del odio y de la demostración a la que se somete a la gente disidente. De la ausencia de certeza y puertas cerradas para quienes construyen un país a como les es posible y del espectáculo que se ha convertido la política mexicana. Una joya de arte bizarro. Por decir lo menos.
A la 1:30 de la madrugada y a las 8:30 de la mañana, había un país distinto. Hoy los votos están claramente puestos sobre la mesa. No sé si lo compartas, el mío, es uno que si pierde institucionalidad y Estado de Derecho, entrará en franca resistencia. Como si la historia se repitiera una y otra vez. El país está seco y basta un cerillo para que se encienda.