Querido Víctor, llego tarde.
Aunque tal vez, para defender la verdad, nunca sea tarde, porque una calumnia, será calumnia SIEMPRE. Las mentiras nunca tienen caducidad, por lo que es necesario corregir el rumbo de lo que Joseph Goebbels pretendió al interior del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán en el Tercer Reich y que en este presente se busca retomar la técnica propagandística de la gran mentira.
Si vamos a criticar a Brozo debemos de pensar primero, ¿por qué Víctor Trujillo le dio vida a un payaso “misógino, borracho, drogadicto, resentido y con todas las enfermedades venéreas”? La única explicación que encuentro es bastante sencilla de entender.
Los payasos, bufones, tontos o embaucadores, son personajes que se remontan más allá de la sociedad griega, ellos eran un espejo representativo de los ciudadanos, pero con toques de picardía y comicidad para que tuvieran la capacidad de reírse de su realidad, en pocas palabras, una caricatura de nosotros mismos.
Si Víctor Trujillo hubiera nacido en la época renacentista, habría hecho un arlequín que se burlase de la teocracia y monarquía, si Víctor Trujillo hubiera nacido en la misma época que Charles Chaplin, seguro habría hecho dupla con Charlot para burlarse del régimen NAZI, y así sucesivamente.
La respuesta es que Brozo es el engendro de lo que esta convulsa nación azteca nos ha hecho como sociedad. Si existe un payaso que es la antítesis de lo política, social y moralmente correcto es porque nosotros hemos hecho a este aborto apestoso que nació en Santa Martha Acatitla, en la crujía “L”, porque su madre Broza María estaba condenada por asesinato.
Este reflejo lo podemos encontrar en otros bufones universales, por ejemplo, cuando Bozo el payaso se encuentra con Brozo en un sketch del extinto programa televisivo La caravana, donde el primero se comporta conforme lo que representa su origen y sociedad, un animador infantil procedente de Estados Unidos, pero con franquicia en México, por lo que es amistoso y bonachón, a lo que el pregonero del “Prau, prau” le responde solo con albures.
Difamar a Brozo y por ende a Víctor Trujillo es querer escupir al cielo, es ser hipócritas de nuestro pasado y presente, ¿o qué? ¿Ya se les olvidó que el comunicador también es actor y protagonizó La verdadera historia de Barman y Droguin (1991), en la que precisamente se hace parodia de lo absurda que es nuestra realidad?
Estimado señor Trujillo, que la fanfarronería chachalaquera de esta administración federal caiga por su propio peso, mientras que usted continúe con su espléndida profesión, vesti la gubbia y ridi, pagliaccio, yo siempre te llevaré en la más alta de las estimas y aunque nunca hemos cruzado caminos, te extiendo un fuerte abrazo.
Ahora, que Brozo nos cuente un cuento, uno de la 4Tenebrosa, y ‘pos’ me ‘amuelo’ como el resto de México.