#XXdelRe
Ayer, hace veinte años, el 22 de julio de 1994 para ser precisos, salió al mercado uno de los discos más importantes de la industria musical en México. Con un álbum llamado simplemente “Re”, Café Tacvba puso sobre la mesa una propuesta no solo innovadora, sino transgresora.
En ese entonces no existían redes sociales, iTunes era un sueño, las computadoras no lograban cimentar el sonido que hoy logra un software de Apple, con el que una banda puede grabar un disco de muy buena calidad y de forma independiente.
Juan Carlos AltamiranoAyer, hace veinte años, el 22 de julio de 1994 para ser precisos, salió al mercado uno de los discos más importantes de la industria musical en México. Con un álbum llamado simplemente “Re”, Café Tacvba puso sobre la mesa una propuesta no solo innovadora, sino transgresora.
En ese entonces no existían redes sociales, iTunes era un sueño, las computadoras no lograban cimentar el sonido que hoy logra un software de Apple, con el que una banda puede grabar un disco de muy buena calidad y de forma independiente.
Las disqueras aún detentaban el poder de la difusión y distribución, tanto en televisión, radio y conciertos. Por supuesto, su principal oferta era el pop prefabricado, “creando” artistas de plástico que se estrenaban en “Siempre en domingo” y realizaban presentaciones con playback.
La cultura musical tenía el sello de Raúl Velasco.
Con viento en contra, Emmanuel, Joselo, Quique y Rubén (en ese disco identificado como Cosme) trabajaron de la mano del argentino Gustavo Santaolalla en su segundo álbum de estudio, en el que también colaboran Alejandro Flores y Luis Conte.
Ya en su disco debut “Café Tacuba” de 1992, el cuarteto de Ciudad Satélite propuso inmersiones a sonidos mestizos, con una lírica orgullosa de sus raíces precolombinas; “los tacvbos” dejaban ver cuál sería el camino a seguir en el “Re”.
Frente al espejo de la realidad multiétnica de nuestro país, Café Tacvba desplegó una lista de canciones que hoy resultan indispensables para reconocer al movimiento de lo que se denomina rock mexicano.
Los del Estado de México supieron incorporar una extensa gama de sonidos, que van del mambo en el “Puñal y el corazón”, pasando por el rock industrial de “El borrego” y el ska con tintes de banda sinaloense en el “El fin de la infancia”, letra seguramente basada en el libro de Arthur C. Clarke, hasta llegar a la pieza política del álbum, una extraordinaria canción llamada “Trópico de cáncer” que hoy sigue vigente, pues muestra la preocupación de la banda por la dependencia de México hacia su industria petrolera.
Sin dejar de lado cortes como “La negrita”, una deliciosa samba que cuenta la historia de una chica de color que vuelve a su playa de origen después de comprobar que “viajar, a veces no es mejor”. También “Pez” y “Verde”, dos piezas que hablan abiertamente de la conciencia ecológica de los “tacvbos”, o “Las Flores”, evolución del huapango huasteco, que se convertiría en un himno de la banda.
Lleno de eclecticismo, “Re” de Café Tacvba no deja de sorprender con clásicos como “La ingrata”, homenaje a la música norteña y sencillo que más fuerza cobró mediáticamente, incluso los “fresas” noventeros no podían abstenerse de bailarla en los antros.
La temática en general del disco, aunque variada, no pierde transparencia y frontalidad en su inspiración: la vida es un devenir infinito, el movimiento de los que habitamos este planeta es cíclico, circular.
“Re” fue reconocido por la revista Rolling Stone como uno de los 10 discos latinos más importantes de la historia, su primer tiraje se lanzó en una edición especial envuelto en papel reciclado, hoy, esa cubierta es un artículo de culto. Tras su salida al mercado, Café Tacvba fue incluido por la revista Time en la lista de las 100 personalidades que más influirían en el siglo 21.
Con motivo de los veinte años del nacimiento del “Re”, en Twitter se despliega una campaña que invita los usuarios a compartir la canción favorita del disco.
La mía es “El baile y el salón”, pues gracias a esa “rola”, en un concierto del “Café” en el desaparecido “Rockotitlán”, conquisté a la autora de mis suspiros en mi época de estudiante universitario, y me di cuenta que “el amor es bailar”.