Actualmente la escena artística en el mundo ofrece pocas sorpresas innovadoras. Pero hace más de 10 años un cineasta pensó en una idea que parecía normal, pero que en el fondo nadie había realizado hasta el momento: Documentar en tiempo real el crecimiento de un niño que fuese el protagonista de un filme.
Es así como a Richard Linklater, –director de “Antes del amanecer”(1995), “Antes del atardecer”(2004), “Antes de la medianoche”(2013), “La escuela del rock”(2003), “Fast food nation”(2006), entre otras– se embarcó en la aventura de filmar durante unas semanas anualmente por 12 años consecutivos para capturar la vida de Ellar Coltrane a través de la ficción.
Mason (Coltrane) es un niño que vemos crecer desde sus siete años de edad y como progresivamente se convierte en un adulto al cumplir 18, esta es la premisa de “Boyhood: momentos de una vida”, que llega a México en el marco de Los Cabos International Film Festival y tendrá su cierre con esta magna cinta el día de mañana.
Para la realización el cineasta usó a su hija Lorelei Linklater quien funge como la hermana de Mason en la película, también se apoyó de actores como Patricia Arquette e Ethan Hawke quienes aparecieron al igual que Coltrane a lo largo de los 12 años a cuadro.
En Estados Unidos no se encuentran permitidos los contratos a más de siete años por cuestiones legales, por lo que ninguno de los actores firmó contrato.
Si se cuenta el total de días de filmación apenas llegaron a los 45 días, desde mayo del 2002 hasta agosto del 2013, extendiendo el rodaje por más de 4 mil días. Para poder costear la producción durante tanto tiempo la distribuidora IFC films delegaba 200 mil dólares de presupuesto por año.
Richard le dio instrucciones precisas a Ethan Hawke de que en caso de fallecimiento del cineasta, Hawke tomaría las riendas de la producción y terminaría la cinta.
¿Cómo nos sorprende?
La habilidad narrativa con la que cuenta Linklater en la cinta es inteligente, ya que toma pequeños momentos culturales épicos para marcar la distancia del tiempo a través de su lente. El uso de tecnologías ahora obsoletas o en desuso y que en ese momento podían ser de vanguardia, son detalles que caracterizan a la producción no porque se hayan querido reconstruir, sino porque el cineasta supo documentar en su producto audiovisual distintas épocas que no volverían a suceder.
Giños hacia la cultura pop de finales de los 90 como el recurso musical, es bien empleado en la película. El inicio de la misma se enmarca por la canción “Yellow” del grupo británico Coldplay y es inevitable volver al año de su lanzamiento para recordar nuestras propias memorias y cuestionarnos en la butaca “¿Qué hacía en el año 2000?”.
Es curioso como Linklater supo aprovechar el recurso del tiempo y navegó de la mano con él, capturando la evolución y crecimiento de Mason (Coltrane), apenas siendo perceptible en los primeros años, paulatinamente como va creciendo el sentido de familiarización con el individuo, llega un punto en que es adoptado por el espectador que ve la cinta y se siente su cómplice silencioso de su vida.
Sin duda esta película se vuelve un acontecimiento en la historia del cine, ya que resulta experimental su manera de haber construido la narrativa que parece una película ordinaria, pero sabemos que no lo es al ver durante tres horas este crecimiento paulatino en los actores. LinkLater aprovecha la ocasión como para hacer inserción del cuestionamiento filosófico, de las preguntas básicas del universo ¿Porqué estamos aquí? ¿Qué sigue después de la vida? ¿Quiénes somos y a dónde vamos?
Sin resultar pesada o cansada, la película nos deja un sabor de boca de reflexión, que si bien tampoco descubre el hilo negro, al menos ofrece una vista al realismo vivido en la actualidad, y para quienes hemos crecido a lo largo de estos doce años al lado de Ellar Coltrane sin habernos dado cuenta, es momento para hacer una pausa y evaluar nuestra situación como seres humanos.