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Mientras que el alquiler de un vientre puede representar para muchos una posibilidad para convertirse en padres, es para otros una actividad comercial en auge.
Más allá de presentar a la maternidad subrogada como una forma más de reproducción asistida, como un tratamiento esperanzador para la infertilidad en parejas heterosexuales, y la oportunidad de aumentar la familia en parejas homosexuales, no hay que subestimar el potencial comercial de una industria que deja cerca de 350 millones de dólares al año (nada más en India).
Con el cual, además, muchas agencias lucran desarrollando un negocio de selección y proceso de calidad de mujeres y posibles bebés.
La maternidad subrogada es un tema relativamente nuevo que, a simple vista, afecta a un porcentaje mínimo de la población. Y en muchos casos, la respuesta general ante la cuestión moral o legal se reduce a un caso más de autonomía de la voluntad, de libertad de elección entendida como que cada quien ejerce su libertad y hace con su cuerpo lo que prefiera, y ante eso, ninguna ley debiera meterse. Y quizá haya razón en eso.
Quizá el método resulte casi siempre exitoso. Pero si algo sale mal pueden haber muchos daños colaterales.
Primero, pueden llegar a ser seis adultos los que reclamen la paternidad (y en el peor de los casos, que ninguno lo haga) de un bebé nacido de un útero alquilado: la madre que encarga al bebé, la donante del óvulo (madre biológica), la que alquila su vientre (madre gestante), el donante de esperma (padre biológico), la pareja de la madre gestante (que tiene la presunción de paternidad), y la pareja de la persona que encargó al bebé.
Por este motivo, y bajo el marco legal, en la Unión Europea la mujer que alquila su cuerpo, normalmente bajo algún tipo de coacción, convierte dicha práctica en una forma potencial de explotación y tráfico de personas, con la agravante de que el niño se utiliza como objeto de transacciones comerciales.
Y ello contradice un buen número de normas y disposiciones de la Unión Europea, especialmente las relacionadas con la esclavitud, la adopción, la dignidad humana, la protección de la mujer, la protección de los niños y el tráfico de personas.
En otros países como Reino Unido, Irlanda, Dinamarca y Bélgica, se permite mientras no haya dinero de por medio y la madre sustituta no sea remunerada, más que para “gastos razonables”.
Los países más populares para padres que buscan maternidad subrogada, son Estados Unidos, Tailandia, Ucrania, Rusia y México.
Aunque la India es actualmente el destino de las oportunidades ilimitadas para gestar bebés en vientres alquilados.
‘Vientres’ en el mundo
¿Cuánto cuesta el alquiler de un vientre? Los costos varían significativamente de país en país. Según Families Through Surrogacy, una organización internacional especializada en el tema, hizo una estimación de los costos según los países más concurridos (en dólares americanos): Estados Unidos 100 mil; India 47 mil; Tailandia 52 mil; México 45 mil.
Hay pocas estadísticas sobre cuántos niños nacen a través de vientres de alquiler, ya que muchos países no tienen un registro formal sobre el tema, como es el caso de la mayoría de los países latinoamericanos, aunque hay algunos países como México, y Tabasco el estado que se ha vuelto la cuna de cientos de niños nacidos por este método, donde ya hay iniciativas en el Congreso que buscan darle un marco legal a la maternidad subrogada.
En Estados Unidos, el país con mayor experiencia en el tema, la Sociedad para la Tecnología de Reproducción Asistida reporta que al año, se registran más de mil nacimientos por subrogación.
Explotación comercial de bebés
Fríamente, el niño se convierte en un producto de mercado que se encarga, se compra y se vende. O bien, se devuelve o se cambia si no satisface al cliente.
¿Qué pasa si tras haber gastado una cantidad considerable de dinero en el alquiler de un útero, pudiendo llegar a pagar hasta 150 mil dólares, hay complicaciones imprevistas, y el bebé se convierte en un producto no deseado?
Ya se han dado casos en los que el bebé presentaba malformaciones y fueron rechazados por los padres contratantes que exigieron que fuese abortado. Este es el caso de Gammy.
En agosto de 2014, una pareja homosexual de australianos dejó abandonado en Tailandia a un bebé nacido con Síndrome de Down, y se llevaron únicamente a su gemela que nació sin esa discapacidad.
La madre de alquiler se quedó con Gammy y a pesar de su situación económica solicitó que se le devolviese a su gemela, pero se le denegó la custodia y la niña se quedó con los australianos que habían pagado por ella.
En este sentido, cuando un bebé es fruto de una compra-venta, y por el que además ya se pagaron miles de dólares, el bebé se hace objeto de un control de calidad que está sujeto a la devolución, o el abandono, del contratante si éste no queda satisfecho.
Pero también hay muchos otros casos complejos de bebés nacidos por alquiler de útero que tienen una resolución complicada.
El famoso caso de “Baby M” en Estados Unidos, en que la madre gestora –inseminada con el esperma del padre contratante–, reclamó a “su” bebé tres días después de entregarlo y finiquitar el contrato.
Frente a la corte norteamericana, que se enfrentaba por primera vez a un caso tal, esta era la madre biológica que reclamaba la custodia de su bebé, sin importar la existencia de un madre contratante, y se ganó el caso a favor de la madre biológica, que comparte la custodia con el padre biológico, quien continuó casado con la madre que había encargado a la bebé en primera instancia.
Argumentos contra la maternidad subrogada
Impide al niño conocer su origen e identidad, ya que hasta seis personas pudieron haber intervenido en su creación. Todo ello, aparte de ser fuente de conflictos jurídicos.
El embarazo es considerado como un negocio. Cualquier vínculo con el feto se debe descartar y reducir al bebé a un producto y al embarazo como una fuente de ingresos. En ello intervienen: el peso de la explotación, el trauma de la madre tras separación del bebé, la depresión posparto.
Trafico de personas en beneficio de una industria que crece, con métodos muy parecidos a las redes de prostitución, en países en vías de desarrollo que tienen altos índices de pobreza y un marco legal debilitado, como es el caso de México, India, Tailandia, por mencionar algunos.
Los padres contratantes sufren durante todo el embarazo por carecer de certeza absoluta de que la madre de alquiler no se echará para atrás, o que alguno de los donantes pueda reclamar la custodia del niño.
Los padres contratantes ante posibles malformaciones o que se arrepientan a mitad del embarazo, tienen la “oportunidad” de exigir un aborto, pero si la madre biológica, por diferente motivos no lo hace ¿qué se hace con el bebé?
Aunado a lo anterior, valdría la pena que las mujeres reflexionáramos sobre un punto preciso. En el 2009, la University College of London llevó acabo la conferencia “Motherhood in the 21st Century” impartida por la experta en temas de reproducción y maternidad, Naomi Pfefferen, quien destacó “que las mujeres de países pobres están siendo explotadas en una práctica muy parecida a la prostitución por personas con dinero que están desesperadas por tener hijos (…) la relación de intercambio es análoga a la de un cliente y una prostituta”.
“Es una situación única porque es el único ejemplo en el que una mujer explota el cuerpo de otra mujer”, agregó.
Un bebé, cinco madres
Manyi es el complejo caso del bebé huérfano de las cinco madres.
Ella es una niña que llegó al mundo el 25 julio del 2008 en la Ciudad de Anand en el estado de Gujarat, India. Manyi nació por encargo de su primera madre, una japonesa que viajó con su marido a la India en busca de un vientre potencial que pudiera gestar a su bebé con la ayuda de una clínica de reproducción asistida.
Así, la segunda madre de Manyi fue la donante del óvulo, es decir su madre biológica, y la tercera madre fue la que prestó el vientre, madre gestante o sustituta, para hacer crecer a Manyi con el esperma que donó su entonces padre japonés.
La pareja japonesa, formada por Ikufum Yamada, de 45 años, y su esposa, Yuki, de 41, se divorció poco antes del nacimiento de Manyi. Después del divorcio, la mujer ya no tenía ningún interés en su encargo y la madre subrogada tampoco, pues ella ya había cumplido con la función de tener al producto, tal y como se había estipulado en el contrato.
De un momento a otro, y sin haber si quiera cumplido el primer año de vida, Manyi quedó literalmente en el limbo, sin madre alguna y con una interminable lista de cuestiones en torno a su caso, desde quiénes eran sus verdaderos padres, hasta cuál era la nacionalidad de la bebé.
Mientras el Supremo y la fiscalía de Japón resolvían el caso de Manyi, se le asignó una madre provisional que acababa de dar a luz para que la alimentara y estuviera a cargo de todos sus cuidados, así Manyi conoció a su cuarta madre.
Al año siguiente de su nacimiento, el Sr. Yamada, y padre biológico de Manyi, regresó a la India con su propia madre, es decir, la abuela de Manyi, quien la adoptó, y entonces la bebé conoció a su quinta madre, quien al mismo tiempo era su abuela paterna. Pero la complejidad parental de Manyi no era el único problema, más bien, los problemas apenas comenzaban. Cuando quisieron llevársela a Japón, Manyi no tenía documentos, ni tampoco podía reclamar una nacionalidad, ya que no tenía una madre acreditada y el óvulo del que había nacido era de una donadora anónima.
Entonces, ¿por dónde se empezaba a rastrear el origen familiar de Manyi? El caso de esta bebé, además de ser complicado, se hizo público, por ser el primero de una serie de casos de bebés mandados a hacer que se quedan sin padres, sin país, sin identidad, sin vínculos familiares, fabricados con madres artificiales, o bien, que se quedan desprotegidos del marco legal en los países de los padres, donde prohíben el alquiler de vientre y que como medida disuasoria para reducir esta práctica, prohíben el registro filial de bebes nacidos de úteros alquilados. Tal es el caso de Francia, España, Italia, Portugal, Alemania y Suiza. Entonces ¿qué pasa con el niño concebido de esta manera?