El pasado mes de diciembre, aludimos en este espacio al informe Globocan 2012 realizado por la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés) de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el cual reveló que la incidencia del cáncer de seno a nivel global ha aumentado en más de 20 por ciento y su mortalidad incrementó a 14 por ciento.
Esto pone en evidencia la urgencia de contar no solo con medidas efectivas de prevención de cáncer de mama, sino con tratamientos que logren frenar tanto el crecimiento del tumor como su diseminación a otras órganos del cuerpo –metástasis– y, con ello, evitar las muertes.
El paso hacia este último esfuerzo ha sido dado por un equipo de científicos españoles gracias al descubrimiento de una proteína que bloquea el crecimiento del cáncer de mama en ratones de laboratorio.
Se trata de la proteína llamada R-Ras2, también conocida como TC21, que está implicada en dos procesos clave en la evolución del cáncer de mama: el desarrollo del tumor primario y su metástasis hacia el pulmón.
Sin dar mayores detalles, Xosé Bustelo, investigador del Centro de Investigación del Cáncer de Salamanca (CIC), y autor de la investigación, dijo a El Mundo que incluso existe una empresa española que está trabajando en el desarrollo de posibles fármacos que puedan proporcionar el mismo resultado en humanos.
En el experimento, cuyos resultados fueron publicados en la revista científica Nature Communications, los investigadores encontraron que al inhibir esta proteína en ratones, se bloqueaba el crecimiento de los tumores de mama y el desarrollo de metástasis hacia el pulmón.
Los investigadores también identificaron los mecanismos moleculares que explican el desarrollo de la resistencia de los tumores de mama a los tratamientos actuales, un grave problema que contribuye a las altas tasas de mortalidad.
Así, los siguientes esfuerzos de investigación se centrarán tanto en el desarrollo de inhibidores de esta proteína en humanos, como terapias que prevengan dicha resistencia.
“Este trabajo nos permite predecir tanto los aspectos positivos como negativos que se derivarán de la eliminación de esta proteína en tumores de mama. La ventaja es que hemos aprendido también cómo combatir los aspectos negativos derivados de su desactivación”, explicó Bustelo a la Agencia SINC.
Advirtió que es un camino largo que implica años de investigación y de múltiples fases y pruebas hasta llegar a una terapia efectiva para pacientes. Pero “vale la pena apostar por ello”.