Capaces somos todos
Los límites no existen para las personas con discapacidad. Y para nadie si se trata de competir de manera inclusiva.
“Sé que los trancazos van a estar duros, pero ‘sin dolor no te haces feliz’, como dice la canción. Creo que vengo preparado para lo que venga. Para los trancazos también”.
Así se preparaba mentalmente Jacobo Martínez antes de jugar su primer torneo de gotcha —en silla de ruedas.
Eugenia RodríguezLos límites no existen para las personas con discapacidad. Y para nadie si se trata de competir de manera inclusiva.
“Sé que los trancazos van a estar duros, pero ‘sin dolor no te haces feliz’, como dice la canción. Creo que vengo preparado para lo que venga. Para los trancazos también”.
Así se preparaba mentalmente Jacobo Martínez antes de jugar su primer torneo de gotcha —en silla de ruedas.
El joven, quien padece distrofia muscular de Becker (DMB), fue una de las personas con discapacidad auditiva y motriz que el pasado 28 de junio se dieron cita en Battlefield Gotcha (junto al Autódromo Monterrey), para participar en el torneo de gotcha incluyente “Ruedas Manchadas”, que realizó por segundo año consecutivo la asociación civil Integración, Inclusión y Deporte Adaptado A.C. (IIDEA).
Fundada en 2013 y con más de 100 afiliados, IIDEA contribuye a la inclusión social de los mismos a través de actividades y eventos deportivos, culturales, artísticos educativos y laborales.
Su objetivo es la igualdad en materia de acceso al deporte y la recreación y, con ello, la integración a la vida cotidiana con éxito.
“(La sociedad) nos pone limitaciones que no tenemos y adjetivos que no son”, dice en entrevista para Reporte Indigo Sergio Flores, presidente de IIDEA, quien quedó parapléjico tras sufrir un accidente automovilístico hace 30 años.
Si hay algo que describe la experiencia de los jugadores al disparar a otros y esconderse para esquivar las balas de pintura es la adrenalina que “está a todo lo que da”, expresa Flores, quien destaca el efecto positivo del gotcha en su actitud y la de sus compañeros al ver “que puedes tener todas esas sensaciones, que sientas que puedes realizar cosas que antes pensabas que no”.
Y subraya lo gratificante que les resulta a sus compañeros “que sus mismos familiares los empiezan a ver con el ‘sí puede’, no con el ‘no puede‘ (…). Se genera un circulo virtuoso alrededor de estos eventos (…) y eso nos está generando todavía más satisfacción porque miramos la necesidad de replicarlo” y hacerlo dos o tres veces al año.
De vuelta a la vida
“Me quedé con ganas de volver a ir”, dice Jesús Roberto García después de su primer juego de gotcha, en el que los equipos eran formados por personas con y sin discapacidad.
“En el momento, con la misma adrenalina, la emoción, ni se sienten los golpes. Sientes el pellizco pero sigues, tú lo que quieres es seguir jugando y seguir jugando y seguir avanzando”, cuenta García, mejor conocido como “Chuy”, y a quien incluso le interesa regresar por cuenta propia para jugar en familia.
El joven de 29 años padece lesión de médula espinal producto de una caída de 15 metros de altura que sufrió hace cinco años tras pisar un tragaluz mientras huía de la policía.
“Cambié en base al accidente. Era una persona mala, se puede decir (…). Aprendí muchísimas cosas, estuve al borde de la muerte”, cuenta. “Pienso que si no me hubiera pasado el accidente ahorita no seguiría con vida”.
“Por eso trato de aprovechar al máximo todo, de disfrutar la vida, de recuperar todo el tiempo que perdí haciendo deporte, y soy muy apasionado”, agrega García, quien juega futbol y básquetbol en silla de ruedas como parte de la Liga Estatal de Deporte Adaptado Titanes.
Esta es la única liga deportiva sobre silla de ruedas avalada por el Instituto Estatal de Cultura física y Deporte de Nuevo León (INDE), creada por IIDEA, en alianza con distintas asociaciones y sectores de la sociedad.
Aprendamos juntos
Eventos como el torneo de gotcha “Ruedas Manchadas” no solo contribuyen a la inclusión social de las personas con discapacidad, también generan un espacio más de convivencia que enriquece el aprendizaje entre individuos con distintas discapacidades.
El hecho de convivir con personas con discapacidad intelectual, auditiva y visual, por ejemplo, llevó a Flores a reconocer que después de 30 años con paraplejía “estoy empezando a vivir la discapacidad. Te quedas completamente sorprendido (de) cómo le hacen para percibir o transmitir. Cada quien (lo hace) a su manera”.
Pone el ejemplo de las personas sordas, quienes al tener agudizado el sentido de la vista, “eso que (…) nosotros externalizamos con nuestras señas, ellos lo leen de una manera que nosotros no sabemos leerlo”.
“Esa adrenalina (que sentimos en el juego), yo no sé cómo, pero la perciben”.
“Me gustaría tomar un curso de lenguaje de señas…”, cuenta Chuy García, a quien el hecho de haber compartido el campo de juego con personas sordas le despertó el interés de aprender la Lengua de Señas Mexicana, “porque batallé mucho para comunicarme con ellos, de hecho les quería decir algo y pues no sabía de qué manera expresarme (…)”.
Y no solo para el siguiente juego de gotcha. “Porque así como yo peleo la instalación de las rampas (…), los cajones para personas con discapacidad, pues eso yo lo veo por mí. Entonces igual a ellos también les gustaría que toda la gente (…) aprendiera el lenguaje de señas”, lo que a su vez contribuiría a la inclusión social de las personas con discapacidad auditiva.
Danza para el alma
Hace 22 años, la ex bailarina de ballet clásico del Ballet de Monterrey Isela Saldaña se comprometió a contribuir a la integración social de personas con discapacidad a través de un programa basado en los principios del psicoballet y la danzaterapia.
Lo que comenzó en Guadalajara como un proyecto piloto con un grupo de ocho niños, hoy es una asociación civil formada por 70 personas –desde los seis hasta 42 años de edad–, que participan en clases de danza, música y expresión plástica y producciones teatrales “de primer nivel, como si fueras a ver el Ballet de Monterrey”, dice Saldaña en entrevista para Reporte Indigo.
En Danza Aptitude Arte y Discapacidad A.C, creada hace 10 años, y la cual Saldaña dirige, participan chicos y grandes con Síndrome de Down, autismo, parálisis cerebral moderado, retraso neurológico y espina bífida (malformación congénita en la columna vertebral).
Todos “trabajan de forma profesional, con disciplina y con todo el rigor como si se tratara de una persona regular que no tiene discapacidad”.
Y no hay obstáculo alguno que impida a los alumnos que están en silla de ruedas subir al escenario y dar lo mejor de sí.
“La silla de ruedas se convierte en una extensión de su cuerpo, y se trabaja con lo que ellos pueden mover (…). Ellos pueden expresar y hacer todos los ejercicios que hacemos de creatividad con sus posibilidades. (…) si hay un retraso neurológico, se trabaja también la lateralidad, la noción espacio-temporal”, pues quienes tienen esta discapacidad “están acostumbrados a estar fijos en un solo lugar, entonces con su silla hacen movimientos circulares que no hacen normalmente (…)”, explica.
“Los muchachos aquí tienen clases de música, son percusionistas también, con esto les trabajamos el lenguaje y la métrica, que es muy buena también para nivel neurológico”.
Gracias a Danza Aptitude Arte y Discapacidad, los alumnos desarrollan habilidades que contribuyen a su inclusión social.
A decir de Saldaña, “son chicos más sociables, seguros de sí mismos”. Los alumnos son las estrellas, “cada uno es el protagonista y se convierten en el familiar artista que va al teatro, sale en la televisión, en las entrevistas, tiene su pluma de gel para dar autógrafos”.
Es el respeto y valor que se genera hacia su trabajo lo que realmente los estimula, señala.
Y lo que bien se aprende en el salón de clases de danza, donde se crea el vínculo con el maestro, no se olvida en el ámbito laboral.
Aspectos como la disciplina, el seguimiento de instrucciones, respeto de horarios y turnos de cada compañero, el trabajo de la tolerancia en la convivencia con personas con distintas capacidades… todo “empieza a reflejarse en su vida como tal, y es más fácil que se incorporen al trabajo ordinario”, dice Saldaña. De hecho, muchos están empleados en tiendas departamentales o son auxiliares de algún kínder.
De la casa al escenario
En la mayoría de los casos, “los muchachos una vez que entran al programa, se quedan. Se convierte en una forma de vida”, apunta Isela.
Los alumnos asisten entre dos y tres veces por semana. En la mañana van los de mayor edad, quienes dejaron de ir a la escuela desde hace muchos años, “y vuelven otra vez estar encerrados en sus casas, porque ya grandes es más difícil que alguien los cuide”.
“A ellos son los que tratamos de rescatar” al involucrarnos en las actividades artísticas de Danza Aptitude y Discapacidad, A.C, que desde hace dos años opera como un estudio de danza en Monterrey, donde la idea es hacer una extensión social del programa de Guadalajara.
> Del 13 al 18 de julio se llevará a cabo un curso de verano intensivo en Danza Aptitude y Discapacidad A.C para niños con o sin discapacidad, “para que sea enriquecedor para ambas partes (…)”, particularmente en cuanto al aprendizaje de valores, menciona la directora de la asociación. De hecho, (…) la admiración es para los niños regulares, que no siempre tiene la oportunidad (de convivir con un niño con discapacidad)(…) lo ves como algo ajeno. Entonces creemos que la exclusión en realidad es desconocimiento. Un niño no tiene maldad. ni tampoco (…) tiene la oportunidad ni las herramientas para poder ver como igual a una persona que tiene discapacidad”
> Danza Aptitude y Discapacidad, A.C.
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> IIDEA, A.C.
Inclusión, deporte, adrenalina y reto