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La separación de la vida personal y la laboral es una doctrina predicada por muchos, pero hay partes de la identidad que son difíciles de esconder, sobre todo cuando se considera que eso no tendría que ser necesario.
Este es el caso de muchas personas de la comunidad de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transgénero (LGBT) que pertenecen a la fuerza de laboral mexicana y que, según Out Now, una consultora de mercadotecnia enfocada a este grupo, conforman el 6 por ciento de ella.
Los resultados parciales de su investigación de mercado de este año, sugieren que solamente uno de cada cuatro trabajadores mexicanos homosexuales han revelado su orientación a sus colegas.
De acuerdo con el CEO de Out Now, Ian Johnson, esta preocupación de la comunidad LGBT se debe al temor de ser discriminados por esta causa. Además, Johnson señala que la concepción de que falta diversidad en el trabajo puede costar a las compañías.
“Esta investigación hecha en México muestra que cuando un empleado está fuera del clóset con todos sus compañeros del trabajo, hay una mejora del 21 por ciento en ellos sintiendo que sus colegas los tratan como un miembro valioso del equipo”, explica.
A su vez, la intención de los empleados de permanecer en su posición actual se incrementa en un 9 por ciento, lo que “reducirá el costo de reclutamiento, y además aumenta los beneficios e incrementa las ventas”.
Los datos de la investigación “LGBT2020” también sugieren que no existen suficientes grupos de empleados pertenecientes a esta comunidad en las empresas. El 91.3 por ciento de los trabajadores no cuenta con uno al que acudir, y solo 4.3 por ciento está involucrado en uno.
El miedo a la homofobia está justificado. Según el reporte, casi 30 por ciento de los encuestados fue testigos de actos de homofobia en su lugar de trabajo, y esto solamente durante el 2013.
Así, los trabajadores homosexuales mexicanos deben dividir su vida en compartimientos y adaptar su posibilidad de expresarse según el ámbito en el que se encuentren.
El peso de la ley
El reconocimiento legal de los derechos de la comunidad LGBT –desde el matrimonio hasta la adopción– contribuye a incrementar su confianza para “salir del clóset”.
En ese sentido, el país está avanzando lentamente.
A principios de esta semana, el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) emitió un comunicado manifestando que los matrimonios entre personas del mismo sexo serán reconocidos y podrán ser beneficiarios de su régimen ordinario.
La imagen compartida en la cuenta oficial de Facebook del Instituto fue recibida con celebraciones, pero lo cierto es que, aunque se trata de un paso significativo, todavía falta un gran camino por recorrer.
El Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) afirmó, en su documento informativo de homofobia 2013, que “una forma de injusticia que aqueja a esta comunidad es la exclusión y rechazo en el acceso a un empleo digno y formal, otorgado de acuerdo a las habilidades y conocimientos”.
El caso es más grave, señala el informe, para las personas transexuales y travestis.
La industria en la que se desempeñan juega un papel importante en la libertad que los miembros de la comunidad LGBT perciben para revelar su orientación, pero aún en aquellas que se consideran “seguras” la dificultad existe.
Si las mujeres heterosexuales sufren de discriminación implícita en algunos espacios (en los que las decisiones se toman en establecimientos exclusivos para hombres o haciendo actividades tradicionalmente consideradas masculinas), enfrentarse a públicos intolerantes de la diversidad sexual es un reto a veces insuperable.
La CONAPRED señala que “existen historias numerosas de pérdida de empleo una vez que el empleador tiene conocimiento sobre su orientación o preferencia sexual, (…) en las oficinas de recursos humanos no admiten cambios de nombre (…) y con frecuencia el uso de baños públicos se vuelve tema de litigio”.
Más allá de la oficina
La imposibilidad de revelar su orientación sexual en el lugar de trabajo se extiende a ámbitos distintos de la vida del trabajador. Este, por continuar con la farsa, se ve obligado a censurar su expresión en redes sociales, lugares públicos y situaciones de convivencia aún cuando sus colegas no se encuentren alrededor.
Además, estar forzado a compartamentalizar su vida y ocultar un aspecto esencial de su identidad, le hace vivir con el miedo constante a ser “descubierto”.
Esto, a su vez, puede resultar un importante obstáculo para su desarrollo (tanto profesional como personal), lo que afecta su felicidad.