Los programas interactivos para niños se han convertido en el pan de cada día de las grandes cadenas de televisión y de streaming, quienes argumentando que se apoya la capacidad de aprendizaje, invisibilizan la forma en que se les impone pensar.
“Tenemos generaciones visuales, generaciones que lo tienen todo con inmediatez, que tienen la información digerida y no tienen la necesidad de pensar… De forma visual, les hemos impuesto una forma de concebir la realidad”, expone Arturo Pastran, director de la compañía Arlecuenteando.
Para Pastran y para Ghali Martínez, directora de la asociación Teatro de Aire, esa situación debe preocupar a todos porque se está subestimando la inteligencia de los niños y se les está arrebatando la capacidad de pensar e imaginar.
“En ‘El bosque encuenteado’ hay nueve arlequines que vienen en Arlequintín, ellos llegan a la Tierra por un rumor de viento que ha crecido en su planeta. El murmullo cuenta que en el planeta Tierra hay un lugar de puros cuentos y los arlequines quieren viajar a allí”, explica Pastran.
La historia habla principalmente sobre la lectura y en esta puesta en escena, dentro del bosque, existen ríos de letras donde las aves son libros y cada vez que pican van escribiendo historias en sus páginas.
Los animales más antiguos son máquinas de escribir y los árboles en lugar de dar frutos, dan cuentos.
Como en todo historia de fantasía, en esta obra los niños también hallarán a un villano que en su intento de matar a todos los libros, será impregnado por letras en su piel, las que sólo desaparecerán leyendo sobre su cuerpo, abordando la fantasía, el terror y la aventura.
Como parte de obra teatral se homenajean los 110 años del natalicio de Francisco Gabilondo Soler, además de utilizar como uno de los ejes un texto atípico y poco conocido de “El grillito cantor” llamado “Desacuerdos de Cri-Crí”, una composición que escribió en 1960 y en la que el cantautor critica la pérdida de imaginación y alegría de los adultos.
“Desde los años ‘60 Gabilondo Soler ya criticaba a los adultos, él decía ‘qué flojera me da su juego que llaman comercio, qué flojera me dan sus eventos culturales donde todos están rígidos y nadie ríe’… Al reflexionar sobre ello nos dimos cuenta que dejamos de ser y de criar esos ‘niños brincacharcos’ a quienes solía cantar”, comenta Ghali Martínez, quien dirige “El bosque encuenteado”.
Ser cuentacuentos y otros retos
Para realizar la obra, los directores investigaron y encontraron desde una tesis de 2010 sobre la llegada de los kindergartens a México, hasta los grandiosos y maravillosos cuentacuentos de la historia.
“Los cuentacuentos tenemos que rastrear nuestra historia en muchos textos. He tenido la oportunidad de investigar y Gabilondo Soler pertenece a los maravillosos cuentacuentos pioneros, sobre todo porque fue el primero en incursionar en México. Por otra parte, si nos remontamos a la historia, tenemos a tres: Sherezade con ‘Las mil y una noches’, los juglares y los trovadores, quienes generalmente hacían poesía con música”, dice Arturo.
Como el gran músico que era, Cri-Crí incluyó piano y violín a sus cuentos, demostrando que los niños no son tontos y que su inteligencia va más allá de lo imaginable.
“En esta tercera edición queríamos que la obra se convirtiera en una fiesta para los niños y los ‘adultos brincacharcos’, por ello, uno de los grandes retos fue el de evocar a través de la música, el canto y el baile, esos recuerdos”, platica Ghali.
Los géneros de teatro que se abordan fueron considerados por experiencias previas en las que los directores se dieron cuenta de lo divertido que sería adaptar un cuento de terror.
“Alguna vez nos paso algo muy particular en un kínder. Llevamos el teatro a las escuelas y en una función decidí no meter cuentos de terror. Creía que si hacía ‘bu’ y uno de los niños lloraba, todos lo harían, pues a esa edad todos los niños se reproducen y todos empiezan a llorar. Pronto, los de tercero de kínder empezaron a gritar ‘de telol, de telol’, como no llevamos una historia, no la contamos, pero nos dimos cuenta de que es un género que, adaptado a su edad, y con un mensaje también les interesa”, dice Pastran sonriente.
El proyecto propone dejar de robar la imaginación a los niños poniéndole a sus ojos productos digeridos y que con su inteligencia siempre vayan más allá.
La semilla de la imaginación
Para los directores fue un desafío realizar esta tercera edición de “El bosque encuenteado”, pues consideran que si no se trabaja en la lectura, las habilidades cognitivas se comienzan a perder y se comienza a percibir la realidad de una sola forma.
“Indudablemente al leer se empiezan a trabajar aptitudes cognitivas en ti, empiezas a trabajar la memoria, a hacer asociaciones y eso trabaja el nivel de percepción también de la realidad, una cuestión que los nos preocupa, porque si todo te lo dan es así cómo percibes la realidad”, explica Pastran.
Una de las premisas de las que parten estos jóvenes es que ir al teatro no va a hacer a los adultos ni a los niños mejores, pero es un buen vínculo para que niños, padres y maestros trabajen en equipo y a favor de una mejor educación.
“Este camino tan importante hacía el saber no es sencillo, implica su dedicación, pero tiene una acción que es leer, no importa cómo se haga, sobre la piel (como el villano) o sobre el papel, pero lee”, dice Ghali.
Para leer e imaginar
“El bosque encuenteado” se presentará los domingos del 22 de octubre al 12 de noviembre, en el Teatro Rafael Solana.