Criando al enemigo
Este domingo, los israelíes y palestinos acordaron un cese al fuego de 72 horas en la Franja de Gaza, sede de una ofensiva militar que, desde su inicio el pasado 8 de julio, ha dejado un saldo de cerca de 2 mil personas muertas, en su mayoría civiles.
Pero lo que no ha cesado –y seguramente no cesará a corto ni a mediano plazo– es el trauma psicológico del grupo que más se ha visto afectado a lo largo de casi un mes de bombardeos sobre el territorio palestino: los niños.
Eugenia Rodríguez
Este domingo, los israelíes y palestinos acordaron un cese al fuego de 72 horas en la Franja de Gaza, sede de una ofensiva militar que, desde su inicio el pasado 8 de julio, ha dejado un saldo de cerca de 2 mil personas muertas, en su mayoría civiles.
Pero lo que no ha cesado –y seguramente no cesará a corto ni a mediano plazo– es el trauma psicológico del grupo que más se ha visto afectado a lo largo de casi un mes de bombardeos sobre el territorio palestino: los niños.
Al menos 450 niños han muerto, de acuerdo con un reporte de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre la situación en Gaza. Y poco más de 3 mil niños han resultado heridos, según cifras del Ministerio de Salud de Palestina.
De hecho, el número de muertes infantiles supera el número total de niños fallecidos en las dos operaciones militares anteriores lanzadas por el Ejército israelí contra Gaza: 350 decesos en la Operación Plomo Fundido 2008-2009 y 35 en la Operación Pilar Defensivo 2012.
Seis escuelas de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA, por sus siglas en inglés), que dan albergue a cientos de miles de refugiados palestinos desplazados de sus hogares, han sido blanco de ataques.
Además, se reporta que “un total de 230 escuelas han sufrido algún tipo de daño, incluyendo 25 escuelas totalmente destruidas o severamente dañadas, que no se les puede dar uso para el inicio del nuevo año escolar, que no iniciará el 24 de agosto como estaba previsto”.
“Cualquier niño mayor de seis años de edad ya ha sido expuesto a tres guerras. Estamos hablando de una generación traumatizada. Percibirán al mundo como peligroso y tendrán mucha frustración y enojo. Y un deseo de venganza”, señaló a The Guardian el psicólogo Hassan al-Zeyada, quien se desempeña en el Programa de Salud Mental de la Comunidad de Gaza.
Hassan, quien se percató que él mismo presentaba síntomas característicos del trastorno por estrés postraumático (TEPT), expresó al diario estadounidense The New York Times su angustia respecto a las consecuencias de que existan niños, como sus hijas, que ya hayan experimentado en carne propia tres guerras, de las cuales la actual es la “más intensa, más brutal”: “¿te puedes imaginar lo que eso significa para la nueva generación? Los padres atemorizados no pueden garantizar seguridad o proteger a niños asustados”.
“Nadie puede garantizar que esto no pase otra vez”, dijo Hassan al-Zeyada a The Guardian. “Si pudiéramos garantizar seguridad para los niños, los ayudaría a sobreponerse del trauma. Pero si no los podemos proteger de otro ciclo de violencia, es muy difícil (…) Todo el tiempo Israel está en el proceso de crear una nueva generación de enemigos”.
Del trauma a la violencia
Las consecuencias recaen sobre los más vulnerables, y se presentan desde los síntomas de trauma psicológico, que inclusive el mismo al-Zeyada ya puede observar en sus propios hijos: “mi hija cubre sus ojos y oídos cuando la televisión muestra imágenes. Si voy a buscar el pan, mi hijo me llama muchas veces, gritando ‘¿dónde estás?’”.
El hecho de tener niños marcados por la violencia que suscitan las guerras, genera un problema que también marcará a las futuras generaciones, y eso es precisamente lo que se debe atender a la brevedad.
El caso que consternó a todo el mundo fueron los cinco bombardeos del Ejército Israelí sobre la Escuela Primaria para Niñas de Jabalia A y B, donde al menos 15 personas murieron mientras dormían, en su mayoría eran niños y mujeres.
En ese ataque, más de 100 personas resultaron lesionadas.
Una de las sobrevivientes es Najia Warshagha, una niña palestina de tan solo nueve años, cuyo rostro de sufrimiento ha dado la vuelta al mundo, convirtiéndose en una de las imágenes más devastadoras de la ofensiva israelí en la Franja de Gaza.
La expresión de su rostro, salpicado con sangre, hace evidente el dolor de la pequeña, quien llora mientras recibe tratamiento por las heridas causadas por los ataques con misiles.
Warshagha forma parte de, al menos, 373 mil niños en Gaza que requieren “apoyo psicológico directo y especializado” (PSS, por sus siglas en inglés), según el reciente informe emitido por la ONU.
Esto, ya que “(…) están mostrando síntomas de una ansiedad aumentada, como orinarse en la cama, aferrarse a los padres y pesadillas”.
Según The Guardian, la pequeña, quien fue trasladada al hospital junto con su familia, fue sometida a una semana de tratamiento por “shock extremo”.
“Ella está muy traumatizada desde que ocurrió (el ataque), dijo su madre, Majdolen. “No puede dormir bien, siempre está aterrorizada. Los niños no me quieren dejar, quieren dormir conmigo y me siguen a donde quiera que vaya”.
La ONU enfatiza que “la protección de los niños y el PSS son requeridos con urgencia para abordar asuntos de abuso infantil, explotación y violencia dentro de los refugios”.
Por su parte, el pasado 28 de julio, la fundación internacional Save the Children informó que, a 22 días del conflicto en Gaza, una de cada cuatro víctimas mortales eran niños, y que un menor es asesinado en promedio casi cada hora. Alertó que “al menos 194 mil niños necesitan ayuda psicológica especializada, la mayoría han sido testigos de muertes de familiares, lesionados o desplazados”.
Cuando concluyó la Operación Plomo Fundido 2008-2009, en la que 75 por ciento de los niños mayores de seis años ya presentaban síntomas de TEPT, al-Zeyada dijo a The Guardian que la inseguridad y la sensación de impotencia en los niños son abrumadoras.
Además de observar a niños con síntomas propios de un pico de ansiedad, como trastornos del sueño, pesadillas, hiperactividad y conductas regresivas –orinarse en la cama, por ejemplo–, el psicólogo también advirtió que “algunos comienzan a ser más agresivos”.