El arte de (sobre)vivir
Roberto Behar estudió música barroca, entrenó halcones peregrinos y se dedicó a la publicidad; aunque se sentía en duelo por vivir en un mundo que veía como enemigo, encontró en estas pasiones la felicidad, esto es lo que narra Sunka Raku: alegría evanescente, documental dedicado a su vida, dirigido por Hari Sama
Hidalgo NeiraEl temporal arrecia en la zona del Ajusco, entre el verde panorama ecológico y el gris blanquecino del cielo se esconde una choza que resguarda las memorias de un hombre atormentado por su pasado y a su vez el sentido luminoso de una genialidad que se apacigua en su vejez.
El silencio sepulcral sólo es roto por el toque de los instrumentos que son utilizados con una precisión milimétrica, un ritual que parecerá ínfimo para algunos, pero que trae alegría, esperanza y paz para unos pocos: una ceremonia de té.
Así es como vive sus domingos Roberto Behar Calderón, compartiendo sus enseñanzas que resultan milenarias desde el viejo oriente a quienes quieran acercarse a tomar esta infusión. Bajo los caminos de la meditación es como Hari Sama se volvió cercano al adulto mayor y quiso filmar la intrincada historia que ha sido su existencia.
“Hace 11 años yo tuve una pérdida muy importante, perdí a una hija en un accidente y eso me llevó a hacer El sueño de Lu y en ese momento yo conocía las casas de Roberto y conocía poquito de la ceremonia de té, pero no al nivel de profundidad que se ve en la película, sin embargo, mi intuición me dijo que tenía que acercarme a Roberto”, explica Sama en conferencia de prensa.
Eventualmente Behar compartió a cuadro cómo fue que abusaron de él en un colegio marista al que asistía; después se propuso estudiar el clavecín en París. Volvió a México para entrenar halcones peregrino y posteriormente tener una casa productora de comerciales, todo esto se ve sintetizado en Sunka Raku: alegría evanescente, documental realizado por Hari Sama.
Después de su estreno en el Festival de Morelia en 2015, al fin llega el testimonial a salas comerciales gracias al Estímulo Fiscal a Proyectos de Inversión en la Producción y Distribución Cinematográfica Nacional, el cual otorgó 311 mil pesos por parte del Aeropuerto de Veracruz y 248 mil pesos de la compañía Balmoro para lograr su exhibición.
Volver a la pureza
Para Behar la emocionalidad es inminente en su hablar, todavía a sus 76 años le pesa el contar cómo fue violentado por sacerdotes en un internado, pero toma fuerza para expresar que a su edad ya nada le detiene para hacer la denuncia.
“¿Por qué razón perdí el miedo? Porque ya no buscas posicionamiento personal, competencia o ya no te comparas con nadie (…) es volver un poco a la época en la que es uno niño, en la cual tienes una pureza interior enorme y se habla directamente”, pronuncia el hombre en entrevista para Reporte Índigo.
Un día en San Francisco Behar encontró un libro en el que se hablaba de la cultura del té en Japón y en su interior había un pequeño plano para hacer una maqueta de una casa donde se practica esa formalidad, desde ahí fue como ideó el hacer una réplica en su domicilio, la cual le tomó años de su vida.
En 2014 Behar recibió por parte de la embajada japonesa un reconocimiento por ser promotor cultural de la ceremonia de té, misma que sigue practicando hasta hoy.
El camino imposible
Un poco sordo por la edad, pero de memoria prodigiosa, Behar rememora que su mayor pasión fue el estudiar clavicordio, lo cual hizo en París, pero su entrega llegó a niveles descomunales, lo que lo hizo abandonarlo.
“Todo fue extremo y entonces mi único refugio fuera de los inconvenientes de las estaciones del año y de la falta de movilidad por la falta de dinero, era la música y era el clavecín,. Hacía cosas tan extrañas como tapiar mi cuarto, cerrar las cortinas para que no entrara la luz y no supiera yo si era de noche o de día y seguía estudiando”, indica Behar.
Admite que el sólo dedicarse a este instrumento musical lo dañó y lo hizo regresar a México. A la fecha, tiene el instrumento en su casa, pero lo respeta, prefiere sólo mantenerlo como un recuerdo del pasado.
“Algunas veces ahí le rasco tantito pero no, por lo mismo… yo llegué a tocar muy bien, hice grabaciones con mi maestro a dos clavecines, fui como su asistente (…) estaba como todo puesto en la mesa, pero se me pasó de tuerca”, confiesa el hombre.
Los otros mundos
Durante años, Behar se sintió un paria, exiliado de la sociedad, una persona ajena a la humanidad. Se sentía loco más que genio, siempre rodeado de un profundo cuestionamiento existencial, una constante depresión, ¿por qué no se suicidó?
“Porque encontré estos mundos hermosos como lo fueron el mundo de la halconería, el mundo de la música, el mundo del cine, el mundo de la ceremonia del té. Gracias al cine pude tener una vida digna económicamente y un nivel de libertad que me permitió viajar, leer, comprar música y hacerme de un mundo delicioso desde el punto de vista de la belleza de la producción humana de la cultura”, narra Behar.
La composición abstracta
En Sunka Raku: alegría evanescente se teje una relación estrecha entre los silencios, la narración de Behar, pero también de la composición musical, misma que hizo el colombiano Erick Bongcam y se logró después de hacer un trabajo intensivo con el director.
“Él me dijo: ‘es que este documental lo que pide es una música no música, que no sea narrativa, que sea una cosa muchísimo más profunda, mientras que al mismo tiempo no dice nada emocionalmente’. Entonces me propuso un trabajo de armónicos, si te fijas son sólo alientos que él eligió usar y yo dije: ‘eso es lo que estaba buscando’”, explica Hari Sama.