Los seres humanos preferimos la gratificación inmediata. Anulamos compromisos que nos pueden beneficiar a largo plazo si no contamos con algún incentivo a medio camino que nos haga el viaje más llevadero. Lo mismo sucede si se trata de frenar el cambio climático.
Un experimento encabezado por Jennifer Jacquet, profesora de estudios ambientales de la Universidad de Nueva York, demostró que el egoísmo de las personas es tal, que no están dispuestas a involucrarse en la cooperación a largo plazo que exige la política climática, al menos no si no podemos gozar de los beneficios de nuestros esfuerzos en el presente.
Si una recompensa en particular era aplazada, los participantes del experimento a cargo de Jacquet “bajaban la guardia” en sus respectivas tareas que los llevarían a cumplir la meta de combatir el cambio climático.
Esto habla de “la necesidad de introducir fuertes incentivos a corto plazo para cooperar, tales como el castigo, la recompensa o la reputación, tanto en la investigación experimental como en los esfuerzos internacionales para mitigar el cambio climático”, señala el estudio publicado en Nature Climate Change.
Escepticismo absurdo
Para Christiana Figueres, quien es secretaria de la ONU para el Cambio Climático, los argumentos de los escépticos en torno a la actividad humana y el calentamiento global han “llegado a un punto que entra ya en el terreno humorístico”.
Figueres menciona que las conclusiones del reciente informe del Panel Intergubernamental de la ONU –que fue analizado por miles de investigadores a nivel global– son definitivas. Y que a estas alturas “no podemos perder tiempo dando vueltas al problema; ha llegado el momento de buscar soluciones”.
La experta costarricense asegura que “todos podemos hacer algo” y advierte que en el camino hacia el objetivo de neutralizar las emisiones en el 2021.
Y agrega que “los países industrializados deberán marcar la pauta y apoyar a los países emergentes en la busca de tecnologías que permitan un nuevo modelo de desarrollo bajo en carbono”.
