El ‘chip’ depresivo se contagia

Desánimo, sensación de poca energía, mal humor, tristeza o cualquier otro tipo de emoción negativa, son síntomas que seguramente hemos sufrido en el día a día después de convivir con una persona que hizo de la queja su único tema de conversación. Nos sentimos física y emocionalmente desgastados. 

El contagio no se limita a algunas enfermedades. Los pensamientos grises de una persona propensa a la depresión también pueden reproducirse de forma viral. Incluso pueden aumentar el número de síntomas depresivos de un tercero en un transcurso de seis meses. 

Eugenia Rodríguez Eugenia Rodríguez Publicado el
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Los pensamientos grises de una persona propensa a la depresión también pueden reproducirse de forma viral

Desánimo, sensación de poca energía, mal humor, tristeza o cualquier otro tipo de emoción negativa, son síntomas que seguramente hemos sufrido en el día a día después de convivir con una persona que hizo de la queja su único tema de conversación. Nos sentimos física y emocionalmente desgastados. 

El contagio no se limita a algunas enfermedades. Los pensamientos grises de una persona propensa a la depresión también pueden reproducirse de forma viral. Incluso pueden aumentar el número de síntomas depresivos de un tercero en un transcurso de seis meses. 

A esta conclusión llegaron los psicólogos Gerald Haeffel y Jennifer Hames, de la Universidad de Notre Dame, en Indiana, tras realizar un estudio con compañeros de cuarto universitarios. 

Para que la infección ocurra, basta con tener un roomie que interprete negativamente los acontecimientos estresantes de la vida. A sus ojos, éstos no tienen solución y no son más que el resultado de sus propias deficiencias. Compromete su autoestima al tener una percepción inadecuada del mundo y de sus competencias personales. 

“Cuando el sujeto no se considera con recursos para afrontar la situación, hablamos de vulnerabilidad cognitiva”, dice en entrevista para Reporte Indigo Claudia Ramírez, coordinadora del área de Psicología Clínica del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina de la UNAM. 

Esta manera de procesar la información es un factor de riesgo importante para desarrollar depresión. En la adolescencia temprana, puede servir de base para predecir qué individuos tienen mayor probabilidad de sufrir un primer episodio de depresión clínica en el futuro, señala la investigación publicada en abril de este año por la revista científica Clinical 
Psychological Science. 

Si bien la vulnerabilidad cognitiva se consolida en los primeros años de la adolescencia y permanece estable en la edad adulta, Haeffel y Hames consideran que puede ser susceptible a cambios cuando atravesamos por etapas cruciales en la vida. Y puede ser “contagiosa” cuando nuestro entorno social está en constante transformación. 

Para comprobarlo, los investigadores utilizaron datos de 103 compañeros cuarto –asignados al azar por la universidad– que recién habían comenzado su primer año de estudios. 

A un mes de su llegada al campus, los estudiantes respondieron un cuestionario en línea que evaluó sus síntomas depresivos, sus estilos de pensamiento –vulnerabilidad cognitiva– y su exposición al estrés. La misma dinámica se llevó a cabo tres y seis meses después. 

Se analizaron dos tipos de pensamientos vinculados a la depresión: el rumiativo, definido como “la tendencia a centrar la atención en nuestro estado de ánimo negativo y en las consecuencias del mismo”, y la desesperanza, que se caracteriza por hacer inferencias pesimistas sobre las causas y consecuencias de los sucesos adversos, así como de las implicaciones que tienen para nosotros. 

El tipo de pensamiento desesperanzador no resultó ser contagioso. Tampoco los síntomas de depresión per se. Sin embargo, se encontró que los estudiantes que adoptaron el estilo de pensamiento rumiativo de sus compañeros de cuarto mostraron un aumento en los niveles de vulnerabilidad cognitiva tras los primeros tres meses. Y reportaron el doble de síntomas depresivos al paso de seis 
meses. 

Ramírez explica que el pensamiento desesperanzador no se transmite tan fácilmente porque para imitar la interpretación negativa que otro hace sobre aquello que le acontece, tendríamos que tener una historia de vida similar. Lo opuesto sucede con el pensamiento rumiativo, que “está muy asociado a la depresión”. 

Es más fácil dudar acerca de nuestras capacidades y decisiones, y pensar constantemente en alguna idea, problema o preocupación –rumiar–, dice, que realmente analizar el mundo de una manera negra. 

Desde la crianza

Aunque la genética es un factor que influye en el desarrollo de la vulnerabilidad cognitiva, expertos coinciden que la exposición temprana a contextos negativos y el entorno inmediato dejan huellas importantes en el cerebro. Esto se traduce, más tarde, en un aumento en el riesgo de depresión y otros trastornos 
psiquiátricos.

Claudia Ramírez considera que los estilos de crianza juegan un rol fundamental. Pone el ejemplo de los padres de familia sobreprotectores, quienes no permiten que sus hijos resuelvan los problemas por sí mismos. Impiden que generen habilidades básicas para manejar los altibajos de la vida, y que pongan a prueba sus competencias personales. 

A largo plazo, dice, el individuo creerá que “no puede” y tendrá un déficit de estrategias o recursos para solucionar o enfrentar los conflictos.

“La buena noticia es que el cerebro humano tiene una capacidad asombrosa para cambiar”, escribe en CNN Elaine Fox, autora de un libro que traducido al español se titula “Cerebro lluvioso, cerebro soleado: cómo entrenar a tu cerebro para superar el pesimismo y alcanzar un resultado más positivo”.

“Durante años, los neurocientíficos creyeron que desde una edad temprana, nuestros cerebros se vuelven neurológicamente inalterables. Sin embargo, el campo floreciente de la neuroplasticidad ha anulado por completo esta idea y nos ha demostrado que nuestros cerebros son mucho más flexibles de lo que alguna vez imaginamos”. 

La también docente de psicología cognitiva en la Universidad de Essex, señala que es posible moldear nuestros cerebros si cambiamos nuestra cognición, es decir, la manera de procesar la información de nuestro entorno. 

“Y no son solo cambios superficiales en el nivel de ‘pensamiento’. Por el contrario, son cambios reales y concretos en la estructura física”.

Cambia ese ‘chip’ mental

Estos son algunos tips científicos que Fox menciona en su libro para someter a nuestro cerebro a un nuevo 
entrenamiento:

1. Toma control de lo que estás sintiendo en lugar de permitir que los sentimientos te controlen.
2. Ríe. Utiliza sentimientos positivos para contrarrestar los negativos.
3. Revalúa los sucesos en tu vida cotidiana. Piensa que probablemente las cosas no son tan malas. 
4. Practica la meditación. Permite que los sentimientos y los pensamientos pasen por tu mente sin juzgarlos o reaccionar ante ellos; esto ayuda a crear un sentido de desapego de las experiencias negativas.
5. Enfrenta tus temores. Sal de tu zona de confort para eliminar el miedo, la ansiedad y los pensamientos negativos que se puedan interponer en el camino del éxito.

Fuente: The New York Times

Pensamientos negativos se contagian
Consulta el estudio completo: bit.ly/notrecontag

Entrenando el cerebro
Conoce más acerca del libro de Elaine Fox: bit.ly/sunnrainfox

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