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La primera semana del año trajo consigo una tendencia que dejó a muchos con la boca abierta. Sin ningún aviso, el término bikini bridge se propagó por Internet, apareciendo en redes sociales, blogs y sitios de noticias que devoraron el término y lo declararon “el nuevo thigh gap”.
La alarma tenía una buena razón. La expresión bikini bridge, o “puente del bikini”, es (ahora) usado para referirse al orificio que queda entre el bikini (sostenido por los huesos de la cadera) y el abdomen cuando una persona se recuesta.
¿El problema? Para hacerse acreedor a uno de estos, la persona en cuestión tiene que ser sumamente esbelta y las imágenes difundidas eran abrumadoramente alentadoras, desde “Una verdadera mujer tiene un bikini bridge” hasta “#LoSuficientementeFlaca para tener un #bikinibridge”.
La repentina aparición de la tendencia (que resultó ser una estafa) recordó a algunos una parecida que tuvo su auge en 2012 y 2013: el thigh gap (o el espacio entre las muslos).
De puentes y espacios
El culto al thigh gap tuvo su origen en sitios Web pro-ana y pro-mia, que promueven la anorexia y la bulimia. Y que proporcionan apoyo y consejos a quienes sufren de estos desórdenes.
Como parte de la thinspiration (“inspiración delgada”) que aparece en estas páginas, las imágenes de piernas con un espacio de varios centímetros entre ellas tuvieron un éxito que las llevó a trascender las fronteras de este tipo de sitios, hasta convertirse en algo cotidiano en redes sociales y blogs convencionales.
Pero esta brecha es, para muchas, imposible de alcanzar. Y promover el thigh gap como algo deseable significó también promover el recurrir a medidas extremas (como dietas o ejercicio obsesivo) para alcanzar este ideal. En los medios, la moda subsecuente fue criticar su existencia.
El término recibió tanta atención que usuarios de 4chan, comunidad para compartir imágenes que con frecuencia derivan en movimientos mayores, decidieron crear una secuela, con el propósito de lograr su promoción y ver qué tan rápido la consiguen.
Así nació el bikini bridge, en un texto con instrucciones para impulsarlo hacia la tendencia en la que, precisamente, se convirtió tan solo horas después.
Incluso crearon imágenes de tuits supuestamente publicados por Justin Bieber y miembros de la banda One Direction, en los que expresaban su admiración por estos “puentes”, garantizando la atención del público adolescente.
La discusión sobre si fue una tendencia legítima no es importante; después de todo, millones de personas e importantes medios se involucraron con ella. Lo que llama la atención es otra cosa: que estuvimos dispuestos a creerlo, porque no sería descabellado que fuera realidad.
Vergüenza para todos
El experimento propuesto en 4chan falló en ser gracioso para muchos. Katie Lowe, activista que lucha por promover una imagen corporal y estilo de vida sanos, expresó su inconformidad en un blog de The Huffington Post.
“La forma en que hablamos de nuestro cuerpo tiene un impacto emocional directo en nuestro bienestar psicológico”, manifestó, “y al crear un término, aunque sea una farsa, para describir una parte del cuerpo que solo vas a tener si tienes cierta complexión, las personas tras la expresión bikini bridge están dando a las jóvenes más herramientas para dañarse”.
Pero lo que más preocupó a la escritora es que las imágenes no solamente eran expresando lo bueno que es tener un “puente”, sino que también hubo textos explicando que “solo anoréxicas pueden tener ese cuerpo” o burlándose de quienes no lo tienen. Las burlas iban en todas direcciones.
Hasta Jennifer Lawrence es víctima de uno de estos términos. En la entrega de los SAG Awards el sábado pasado, para la que usó un vestido sin tirantes de Dior, hizo referencia a su armpit vagina, o el pliegue de piel que se hace cerca de la axila cuando el brazo no está extendido. En las imágenes, sin embargo, es difícil percibir está “imperfección”.
“Estas tendencias están diseñadas para hacer que todos se odien a sí mismos y ataquen a los demás”, señaló Lowe en su pieza.
Lowe tiene un buen punto. Según la American Psychological Association, las mujeres que consideran su cuerpo como una medida de su valor o éxito “tienen más riesgo de depresión, desórdenes alimenticios y ansiedad, además de menos ambición y confianza en su habilidad de hacer juicios”.
Por otro lado, es difícil pensar en expectativas con las mismas implicaciones para los hombres jóvenes. Los cuerpos ideales promovidos para ellos por lo general incluyen abdómenes y brazos fuertes, que pueden alcanzarse a través de ejercicio.
En el caso de las mujeres, las expectativas (que frecuentemente solo son posibles a través de dietas extremas) provienen de imágenes alteradas en una computadora.
Perfección desenmascarada
Una búsqueda en Google de las palabras “celebrity cellulite” (celulitis de celebridades) arroja casi 3 millones y medio de resultados.
La palabra celulitis suele estar entre las primeras sugerencias de los motores de búsqueda cuando quieres encontrar el nombre de alguna celebridad, rodeado de “dieta”, “rutina de ejercicio” y ocasionalmente el nombre de alguna película.
La explicación es sencilla: recurrir a imágenes no retocadas de los personajes que concebimos como perfectos ayuda a algunos a sentirse un poco menos inadecuados.
Si Mischa Barton, tan irresistible en “The O.C.” tiene celulitis, todos los demás tenemos permiso de subir unos kilos.
Para contrarrestar la creencia de que toda mujer debe lucir como supermodelo, algunas marcas y medios han publicado anuncios e imágenes en las que no alteraron sus cuerpos.
La marca de ropa interior Aerie, por ejemplo, emitió una campaña llamada “The real you is sexy” (“La verdadera tú es sexy”) en la que usa modelos que no se ajustan a la estética usual.
La semana pasada, el popular sitio Jezebel ofreció 10 mil dólares a quien filtrara las fotografías sin retocar de la actriz Lena Dunham para la revista Vogue. ¿El resultado? Dunham había sido retocada solo ligeramente, dando esperanza de que con un poco de tiempo, la estética podría volver a cambiar.