https://youtu.be/WypJmPerx3E
El asedio federal que hoy se vive para combatir a los capos de la droga es un reflejo latente ante los medios internacionales.
La captura de importantes cabecillas como Servando Gómez Martínez “La Tuta” y Omar Treviño Morales “Z-42” al inicio del 2015 pusieron el ejemplo de que las autoridades se encontraban haciendo una limpia exhaustiva del crimen organizado. Las imágenes le dieron la vuelta al mundo como modelo de la inteligencia mexicana en las operaciones de erradicación contra el narcotráfico.
Pero el orgullo se vino abajo cuando Joaquín Guzmán Loera “El Chapo”, logró burlar a las autoridades penitenciarias del Altiplano para fugarse la noche del 11 de julio pasado, los reflectores internacionales cayeron sobre México nuevamente, pero ahora para admitir la derrota y la vergüenza.
Mientras la lucha de padres de familia que reclaman la aparición con vida de 43 estudiantes en Tixtla, Guerrero, a un año de la tragedia en Iguala, remarca la historia de las miles de personas desaparecidas a lo largo y ancho del territorio mexicano.
Ante la impunidad, la impotencia, el desasosiego y la corrupción, se funde el coraje y la furia de mexicanos que siguen reclamando justicia ante un Estado que parece determinado al sufrimiento.
Una realidad que nada calla y todos observan, se postra en el celuloide digital del cineasta mexicano radicado en Estados Unidos desde su juventud: Bernardo Ruiz estrena en México su documental “Lo que reina en las sombras”, una mirada hacia el país atormentado de la actualidad por su inseguridad y la todavía presente guerra contra los capos de la droga.
Tres historias que invaden el noreste de la República y el sur de Estados Unidos se hacen presentes en el material audiovisual que el realizador captó y es verídico sin dramatización alguna.
De aquel lado de la frontera se encuentran Donald Henry Ford Jr. y Oscar Hagelsieb en Belmont y El Paso, Texas, respectivamente. Dos historias lejanas pero acercadas por un mismo propósito: El tráfico de droga.
Ford un ex-mercader que trabajó importando mariguana de manera clandestina en los Estados Unidos. Hagelsieb un chicano que es subagente especial para la Seguridad Interna, dos bandos distintos marcados por el sigilo de los estupefacientes.
De este lado del Río Bravo, en Monterrey, se enmarca el retrato de la Hermana Consuelo Morales, quien se dedica desde la dirección de una asociación civil, a perseguir el esclarecimiento de las desapariciones forzadas en Nuevo León en sus años más sanguinarios del paso que dejó la guerra contra el narcotráfico que declaró el ex presidente Felipe Calderón.
“Lo que reina en las sombras” es una producción independiente que llega a salas mexicanas gracias al sello de distribución ND Mantarraya.
El traficante de Amado Carrillo
La clásica figura del vaquero estadounidense hace presencia en el encuadre. Camisa a cuadros, pantalón de mezclilla, botas café y sombrero color crema.
Un hombre curtido por el sol y la edad que ya dejó la gloria en los años pasados del contrabando, hoy vive tranquilamente en Belmont, Texas, donde recoge su plantación de tomate, ordeña vacas y sigue la rutina de una vida de agricultor.
Donald Henry Ford Jr. “Don” vivía con problemas económicos al deberle sus tierras a las entidades bancarias, le debía 800 mil dólares a la Asociación de Créditos de Producción por la finca en la que labraba su vida ranchera al inicio de la década de 1980.
“Así que decidí tratar de ir a México y comprar un poco de mariguana, crucé el río a pie y la cargué en una camioneta Suburban, y crucé con éxito mi primera carga”, cuenta el texano.
A Ford se le hizo fácil y lo que empezó como una novatada se convirtió en el nuevo oficio del vaquero, que con el paso del tiempo logró conectar con Óscar Cabello quien le proveía de cannabis con una calidad excepcional.
“Hablé con Óscar sobre armar una reunión con su proveedor y resultó que ese hombre era Amado Carrillo Fuentes”, confiesa Ford en el largometraje.
A partir de ese encuentro la vida del texano cambiaría por completo, ya que “El señor de los cielos” le daría entrada a Ford para hacer negocio y transportar la droga al interior de Estados Unidos, vía aérea.
Aunque su suerte le tenía preparado otro destino, “Don” fue detenido al sobrevolar con un cargamento de 90 kg de mariguana, purgó una condena menor de cinco años y obtuvo la libertad condicional.
El chicano de la migra
Postrado sobre una motocicleta tipo chopper, viste con paliacate en la nuca y marcado por los tatuajes a lo largo de sus brazos, sin duda un tipo de cuidado del que muchos temerían simplemente por el estereotipo que parece representar de un pandillero de barrio.
Pero en sus días de trabajo, la corbata, la camisa y el traje son indispensables para presentarse en la oficina en la que tiene retratos que enmarcan el paso de los años con el acenso de su carrera policial.
Oscar Hagelsieb está a cargo de Seguridad Interna en El Paso, Texas, dirige la división de narcóticos y de inteligencia en la metrópoli que hace frontera con Ciudad Juárez, Chihuahua.
Es la historia que pareciera salir de la ficción pero que se encuentra marcada por la realidad, ya que Hagelsieb empezó desde abajo como un simple policía de la Border Patrol para después convertirse en un agente fuera de lo común.
Operaciones encubiertas fueron su especialidad y Hagelsieb sabía que no era un trabajo ordinario.
“Cuando tratas con estos individuos, sabes que este tipo es Cártel de Juárez, o este tipo es Cártel de Sinaloa”, explica el agente a cuadro en la cinta.
Ante su oficio y la vida diaria desenfunda un inglés impecable, pero al visitar a sus padres se le escucha un nítido español que inclusive carece de acento chicano.
Hagelsieb –quien es de rostro parco ante la cámara– recuerda para la película que lo mandaron a Medio Oriente: “Te pagan extra, te dan vehículos blindados y escoltas, es considerado una asignación peligrosa. Pero como agente, me sentía más seguro en Medio Oriente que en Monterrey”, menciona a cuadro.
Desaparecidos de Monterrey
La Sultana del Norte vivió bajo el yugo de la violencia entre 2010 y 2011, las cicatrices de los sucesos registrados en el corazón de Barrio Antiguo, los municipios colindantes San Pedro Garza García, Escobedo, Santa Catarina, San Nicolás de los Garza, Guadalupe, Apodaca, Pesquería, García y Aguafría, marcaron la vida de los neoleoneses que sobrevivieron al horror sembrado por la delincuencia organizada.
Bernardo Ruiz visitó la ciudad industrial para recabar los testimonios de quienes siguieron en pie después de atentados como el del casino “Royale”, en el cual 52 personas perdieron la vida la tarde del 25 de agosto del 2011.
El ataque ha sido adjudicado al Cártel de los Zetas que operaba en la entidad, cobrando cuotas “de protección” extraoficiales a los comerciantes de Monterrey.
La hermana Consuelo Morales es el eje principal en el que gira este capítulo dentro del filme, ya que su labor en Ciudadanos en Apoyo a los Derechos Humanos A.C. del Estado de Nuevo León (CADHAC), es la que amalgama las historias de los desaparecidos en la entidad.
Las corporaciones estatales que iniciaron operación bajo el mando del gobernador saliente Rodrigo Medina de la Cruz también están registradas en la película de Ruiz.
El Grupo especializado de Búsqueda Inmediata dedicado específicamente a las ausencias presentadas en Nuevo León es una de las instituciones a cuadro en la que se explica su labor en detalle.
El cineasta aprovechó para visitar uno de los cuarteles de adiestramiento de Fuerza Civil, el organismo policial que fuera fundado en 2011 por la pasada administración priista del estado.
Imágenes de archivo en los momentos más álgidos de la disputa por la plaza de Monterrey entre el Cártel de los Zetas y el Cártel del Golfo hacen mella en los espectadores más susceptibles por su crudeza y brutalidad, además del recuento de las fechorías de los capos que suceden en pantalla.
Las “narco cocinas” son los espacios en donde los delincuentes incineran de manera clandestina los cuerpos de las personas que secuestran, una vez que ya les dejaron de ser de utilidad para su fechoría, narra dentro del documental el investigador forense Diego Alanís Salazar, perteneciente a la Procuraduría General de Justicia en la Dirección de Criminalística y Servicios Periciales.
Retratando el lado incómodo de la verdad
El cineasta se remontó a que el origen de su nuevo documental se dio cuando terminó su proyecto anterior del mismo corte, “Reportero”, el cual se grabó en Tijuana en 2011.
“Lo que buscaba era hacer como otro tipo de retrato donde podría incluir tres perspectivas o por lo menos múltiples perspectivas para hacer un retrato complejo, porque obviamente cuando hablamos del crimen organizado, la corrupción y también el papel que juegan los dos países, Estados Unidos y México en este negocio de sombras, pues hay mucha complejidad, es un mosaico”, narra el realizador.
Encontrando las historias
Ruiz fue encontrando a sus protagonistas gracias a demás colegas que le acercaron a los temas que quiso tratar en la película, por suerte contó con el apoyo necesario para dar con las personas indicadas.
“Empezó con la historia de Don Henry Ford, el vaquero traficante. Yo tenía una correspondencia con él desde hace siete u ocho años, siempre me interesaba su historia, sabía que él había sido traficante en los ochentas, trabajó para el cártel de Juárez entre otros grupos del crimen organizado, se me hacía como una persona muy especial y quería hacer un retrato de él”, comenta el director.
Mientras se encontraba terminado “Reportero” se enteró del caso de la Hermana Consuelo en Monterrey y empezó a pensar “¿cómo sería incluir un ex-traficante y a la Hermana Consuelo en un mismo trabajo? ¿Qué pasaría si hiciéramos esto?” explica Ruiz.
Pero seguía faltando un puente narrativo que conectara ambos universos. Los periodistas Alfredo Corchado del Dallas Morning News y Angela Kocherga le comentaron a Ruiz que conocían “a un agente federal a lo mejor puede hablar contigo pero mejor vas tú a El Paso, Texas, y hablas con él”.
Se concertó la cita en un café, Ruiz llega sobrado de tiempo, y espera a que el agente llegue al lugar, “yo estaba esperando un anglosajón en un traje, la imagen típica de un agente, y entra Oscar Hagelsieb todo tatuado, parece como biker o pandillero, ni me di cuenta que era él, y sigo esperando hasta que alguien me toca en el hombro y hago un brinco y resulta que este es el agente federal”, cuenta el mexicano radicado en Nueva York.
Accesos de producción
Algo que llama inmediatamente la atención es el nivel de detalle en cómo Ruiz logra meterse en las jornadas laborales de Hagelsieb, e inclusive estar de manera presencial en la incautación de un vehículo que transportaba mariguana de manera ilegal al ingresar a los Estados Unidos, el cineasta comenta que esto no lo pudo lograr en su documental anterior, pero el gobierno estadounidense en esta ocasión sí le otorgó el permiso de grabación.
“Empezamos una conversación con los directores (del Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos) en Washington y la verdad yo fui muy transparente en lo que quería hacer, dije ‘yo quiero hacer el retrato de un agente, la verdad es que no vengo con una agenda política’ (…) yo creo que hasta cierto punto entendieron que para ellos mismos es importante demostrar que no todos los agentes son iguales y al final de cuentas sí nos dieron acceso a ciertas cosas”, expresa Ruiz.
Dolor profundo: dignidad y fuerza a la vez
Lo que más le marcó a Bernardo Ruiz durante la filmación de su película fue el encuentro que tuvo con los familiares de los desaparecidos en Monterrey, “al estar con ellos te das cuenta de esa combinación de dolor profundo pero dignidad y fuerza a la vez”.
“Están de pie, no se han dejado y están empujando por un cambio, eso para mí me impactó mucho”, acota el también productor del filme.
Ruiz exhorta a que actualmente haya un diálogo entre ambas naciones, ya que “estamos viviendo los tiempos de Donald Trump y estamos en un momento donde el debate se ha degenerado mucho. Lo que busco un poco en el trabajo es tener un debate más inteligente, más basado en hechos y en las experiencias de los dos países”.
El origen de los Zetas
Dentro del documental, el agente Hagelsieb hace un apunte especial al génesis del cártel que fuera comandado por Heriberto Lazcano Lazcano “El Lazca”.
“Los Zetas eran un grupo de militares con adiestramiento especializado para ir tras los cárteles, al fin de cuentas desertaron como grupo y ofrecieron sus servicios al Cártel del Golfo”, narra el estadounidense.
Los desertores formaban parte del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (GAFE), alrededor de 40 elementos fueron los que se dieron de baja en 1997, esto ocurrió durante el sexenio del ex presidente Ernesto Zedillo.
El grupo de fuerzas armadas había recibido adiestramiento en Estados Unidos en la Escuela de las Américas, ahora renombrado como el Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad ubicado en Columbus, Georgia.
Arturo Guzmán Decena trabajó para la Policía Judicial Federal (PJF) y tomó el rango Z1 al fundar la corporación delictiva. El grupo Zeta se derivaba de las organizaciones de alto desempeño militar o los denominados grupos alfas, lo que hizo a los Zetas lo contrario o final en orden alfabético, el zeta es el contra del alfa.