El enigma de Alan Turing
Si a Alan Turing se le tuviese que describir en una sola palabra definitivamente sería: Encriptado.
Y es que el estudioso lógico supo esconder desde muy temprana edad sus talentos y gustos personales, develándolos en su debido momento para abrirse camino o cerrarse paso en el mundo del Siglo 20.
Como aludimos ayer en este espacio, Turing era homosexual y se le castigó de manera atroz en Inglaterra, ya que en ese entonces estaba penado el tener preferencias del mismo sexo y fue castrado químicamente llevándolo al suicidio.
Hidalgo NeiraSi a Alan Turing se le tuviese que describir en una sola palabra definitivamente sería: Encriptado.
Y es que el estudioso lógico supo esconder desde muy temprana edad sus talentos y gustos personales, develándolos en su debido momento para abrirse camino o cerrarse paso en el mundo del Siglo 20.
Como aludimos ayer en este espacio, Turing era homosexual y se le castigó de manera atroz en Inglaterra, ya que en ese entonces estaba penado el tener preferencias del mismo sexo y fue castrado químicamente llevándolo al suicidio.
Pero antes de la pérdida de este genio del rubro matemático, existió un hombre que introdujo uno de los cambios y avances tecnológicos más grandes de todos los tiempos: el inicio de la computación de manera rudimentaria.
Una mente en ascenso
Natal de Londres, Alan Mathison Turing llega a la vida un 23 de junio de 1912 y desde la temprana edad de seis años mostró interés en las ciencias exactas. A los quince años ya resolvía problemas avanzados de cálculo sin haber estudiado formalmente la materia.
Al año siguiente se toparía de frente con el trabajo teórico de Albert Einstein, estudiándolo a profundidad y sacando sus propias conclusiones en cómo el alemán cuestionaba las leyes de Newton.
Estos descubrimientos los hizo mientras estudiaba en la escuela Sherborne y ahí también encontraría algo mucho más preciado que cualquier ecuación: su primer amor. Christopher Morcom fue su amigo e interés sentimental quien inspiró fuertemente a Turing para sus trabajos a futuro, lamentablemente el joven falleció de tuberculosis sumiendo en una grave depresión al estudioso matemático. Turing perdió la fe volviéndose desde entonces en ateo.
Camino al enigma
Turing realizó sus estudios universitarios en Cambridge en el King’s College, de 1931 a 1934. Durante su estudio el matemático enfocó sus esfuerzos en el ‘problema de decisión’ (Entscheidungsproblem por su título en alemán) del erudito David Hilbert, para lo cual desarrolló algo que le pudiera ayudar más allá de solo su mente: la máquina de Turing.
Con esta máquina Turing buscó probar que si una persona no podía resolver el ‘problema de decisión’ tampoco podría una máquina hacerlo, y al igual que su homólogo Alonzo Church, de manera separada comprobaron que el algoritmo no podía escribirse.
Entre los años de 1936 y 1938 estudió en la Universidad de Princeton donde aprendió criptografía. En su disertación para el doctorado expuso un nuevo avance: introdujo el concepto de hipercomputación donde dejaba dicho que las máquinas de Turing cambiarían con las nuevas máquinas Oracle, que permitirían el estudio de los problemas sin solución algorítmica.
Rompiendo los códigos
Utilizando sus conocimientos en criptografía, Turing y un grupo de expertos desarrollaron una máquina que lograra develar las señales cifradas de la máquina enigma de la Alemania nazi: Bombe era el dispositivo electromagnético que vió la luz en 1939.
Y aunque en un principio el equipo de estudiosos batallaron para lograr descifrar los mensajes de las potencias del eje, contaban con el respaldo directo de Winston Churchill quien creyó en ellos dándoles protección especial para que continuaran con el proyecto hasta tener éxito.
El algoritmo de la ficción
“Código enigma” se estrena en México de manera independiente cargando consigo ya una recaudación en taquilla mundial de más de $130 millones de dólares.
En la película se narran parte de los hechos mencionados de la vida del matemático Alan Turing y el equipo de vanguardia que le ayudó a seguir adelante con la experimentación de ‘Christopher’ -la máquina creada por Turing- para identificar las claves cifradas que arrojaba la máquina enigma de los nazis.
Benedict Cumberbatch lleva el rol protagónico como el matemático que esconde el secreto de su homosexualidad y se apasiona por la creación de lo que fue la primera computadora primitiva de la historia. Keira Knightley le acompaña en el papel de Joan Clarke, joven entusiasta criptógrafa que será su compañera, amiga, novia y prometida incondicional a la vida del estudioso de Princeton.
El actor británico ha manifestado en varias ocasiones la empatía que tiene hacia Alan Turing y su lucha silenciosa por el ser denigrado debido a sus preferencias sexuales. En una entrevista para USA Today Cumberbatch hizo un apunte al perdón real otorgado por la Reina Isabel II en 2013.”
“La única persona que debería estarlo perdonando es el mismo (Turing). Espero que la película traiga a primer plano el ser humano extraordinario que él era y lo espantoso (en referencia a como el gobierno lo trató) Es realmente vergonzoso, una deshonrosa parte de nuestra historia”, argumentó.
La máquina que vemos a cuadro es una réplica basada en la Bombe original de Turing, aunque los realizadores confesaron que la modificaron un poco para que visualmente impusiera más al momento de grabarla.
Alexandre Desplat compite por la estatuilla Oscar por mejor música original con esta cinta y “El Gran Hotel Budapest”, obteniendo dos nominaciones en una sola categoría el mismo año. El compositor escribió la música en tan solo dos semanas y media grabándola con la orquesta sinfónica de Londres.
El filme ofrece un trabajo de calidad actoral, una historia que se ensambla con desencuentros atemporales, viajando del pasado al presente y futuro en la vida de Turing de tal manera que el espectador se sienta omnipresente en la vida del genio encontrando poco a poco sus conflictos interiores. Sin duda una cinta que invita a la reflexión y el estudio detallado de este enigmático personaje histórico.
Maratonista ejemplar
Entre las aficiones de Turing se encontraba el correr siendo destacado para resistir largas distancias. Cumplía sin problemas con los estándares de un maratón, lo cual lo llevó a hacer pruebas para el equipo olímpico en 1948 pero tuvo que desistir debido a una lesión, pero su tiempo no estaba nada mal, ya que solo iba por 11 minutos abajo del medallista de plata Thomas Richards con un tiempo de 2 horas y 35 minutos.
Joan Clarke: un amor incomprendido
Transcurría 1940 en las instalaciones donde se encontraba el equipo de criptógrafos que reunían esfuerzos para deducir los códigos de la máquina enigma, y una joven de 23 años llegó para aportar su inteligencia en un concurrido grupo de hombres, Joan Clarke destacó por ser una criptoanalísta ejemplar atrayendo la atención de Turing quien le brindó primero su amistad y luego un año después le propuso matrimonio, pero el científico se sinceró confesando su homosexualidad y rompieron el compromiso en verano de 1941.