La minería espacial es el futuro. Y no solamente en términos de ciencia e innovación, sino también en el ámbito económico.
De acuerdo al Instituto Keck de Estudios Espaciales, la recolección y traslado de un asteroide de 500 toneladas –por ejemplo– costaría alrededor de 2.5 mil millones de dólares. Esto si el traslado es a la Luna, pues a la Tierra sería mucho más.
Y es que un asteroide podría contener “más platino del que se ha minado en toda nuestra historia”, según cálculos estimados por Planetary Resources Inc de Seattle, compañía que busca asteroides cercanos a la órbita de la Tierra, con el fin de perforarlos y minarlos.
Sin embargo, la inversión también debe ser millonaria, pues para obtener éxito en la exploración y minería de cuerpos celestes se requeriría un capital de por lo menos 100 mil millones de dólares.
Diversas naciones lo saben y un ejemplo es Luxemburgo, país de la Unión Europea que encontró la nueva forma de hacer negocio a una escala económica global: la minería espacial.
Étienne Schneider, viceprimer ministro del país, señaló que su objetivo “es acceder a la riqueza, hasta ahora inexplorada, de los recursos minerales que transitan por el espacio, sin dañar los hábitats naturales (…) Apoyaremos por eso el desarrollo a largo plazo de actividades innovadoras en el espacio, y sus industrias satélite”.
Por otro lado, Estados Unidos ya aprobó una normativa que viola el Tratado sobre el Espacio Exterior firmado en 1967, y que prohíbe la apropiación de cuerpos celestes, ya sea por parte de estados o particulares, debido a que son propiedad de la humanidad.
El objetivo de compañías como Planetary Resources y Deep Space Industries –ambas de Estados Unidos– no es traer minerales espaciales a la Tierra, sino construir naves espaciales para seguir con los planes de tener vida interplanetaria, entre los que se incluye colonizar Marte.
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Construyendo una economía espacial