Los amantes de las historias cinematográficas no pierden la cita a una sala de cine cada que los personajes de una determinada narración vuelven a la pantalla grande para darle seguimiento a lo que seguramente dejaron en pausa años atrás, y casi siempre consiguen el mismo éxito al llenar las salas.
En la historia del cine ha habido docenas de películas que, en la primera presentación, no tienen un final determinado, pues sus producciones optan por ampliar la historia, incluso hasta por 20 o 30 años.
Antonio Mejía, profesor de Apreciación Cinematográfica, de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Aragón, comenta que la nostalgia, aunque es una de las razones por las que la gente vuelve cada determinado tiempo al cine para ver la continuidad de una película, no ese el principal motivo de su éxito.
“La nostalgia es el punto de partida, pero no es el punto central. Considero que creer que las películas funcionan de esa manera sería pensar que el público es como un robot al que pueden conducir, creo que más bien es la película en concreto la que logra entrar a la vida de la gente con determinadas líneas, acciones o incluso objetos”, comenta el académico.
En entrevista con Reporte Índigo, el catedrático explica también que una película de secuencia logra tener continuo éxito gracias a que la reciben cuatro tipos de públicos: Quienes van al cine porque el filme los atrapó y están seducidos por la historia, a los que les pareció interesante la primera entrega y esperan eso en cada presentación, a quienes les es costumbre ir al cine y sólo van porque así se les apetece, y los que estuvieron en contra de la historia desde el principio y aguardan ver la siguiente para demostrar que tenían razón.
El profesor considera, sin embargo, que la gran masa va porque el relato casi siempre es atractivo, no importa si la manejan recordando la historia de los filmes pasados o crean una nueva. “Siempre se arman tramas muy sustanciales en acción, en espectáculo”, dice Mejía.
Por otra parte, asegura que los productores de este tipo de filmes están conscientes de que el público que vio la primera película va creciendo con el paso del tiempo, así que no dudan en mejorar y cambiar ligeramente la siguiente.
El profesor Mejía agrega que quienes hacen estas producciones utilizan el modelo de la norteamericanización de las culturas, la cual, como cereza de pastel, le asegura éxito a la película.
Dicho modelo, de acuerdo con el académico, se basa en que, en muy poco tiempo, todo se ha vuelto norteamericano, desde la vestimenta, la educación, la arquitectura y el urbanismo, “y estas películas logran conectar con esta norteamericanización generalizada”.
El fenómeno de cine, Toy Story
El pasado 21 de junio, la película Toy Story 4 se estrenó en los cines de México, a tan sólo 24 años de que la primera entrega fuera presentada, y su éxito era de esperarse, pues en su primer fin de semana logró recaudar 120 millones nivel internacional.
Al respecto, el catedrático de la UNAM dice que esta cinta ha funcionado muy bien porque el público se identificó con ella, ya que les habla de su vida, no sólo de su infancia, sino de lo que implica hablar con fetiches, que es lo que son los juguetes.
“Las generaciones actuales viven con juguetes, las casas de los adultos están llenas de ellos, la esposa se convierte en un juguete, los hijos, la escuela y el trabajo; Toy Story está captando una sociedad de juguete”, destaca el catedrático.
Además, declara que los personajes del filme de Pixar son muy constantes desde la primer entrega, con una historia sólida, aunque sea una fantasía.
“No son como Batman, que en una es homosexual, a la otra un criminal serial o un idiota en Nueva York”, confiesa Mejía.
Uno de los elementos clave en Toy Story, según el profesor de Apreciación Cinematográfica, es que nunca interviene Dios en la narración, pues nadie reza ni tampoco van a la Iglesia. Aleja a los espectadores de la religión, y también del tema político.
Para Mejía, lograr hacer un proyecto como Toy Story requiere de una gran empresa, como lo es Pixar, donde, dice, tienen aproximadamente unas dos mil personas para lo que sería la trama y cuando menos dos escritores “muy buenos”, que son apoyados por un equipo de casi 50 que están cuidando los diálogos, los colores y el vestuario de cada personaje.
El académico señala que hacer un proyecto con un futuro de más de 20 años es algo delicado; sin embargo, recuerda que, hasta a las que se consideren malas, sin historia ni presupuesto, se puede aprender algo.