Quien convive diariamente con un perro está más que convencido de que estos animales tienen una capacidad extraordinaria para aprender de los humanos. Leen nuestros gestos, responden a los tonos de voz, reconocen palabras… son solo algunos hallazgos sustentados en estudios hechos en laboratorio que, a su vez, se basan en observaciones del comportamiento de los canes.
Pero Gregory Berns, profesor de neuroeconomía de la Universidad Emory, y sus colegas han ido más allá en sus investigaciones con perros. Tras dos años de analizar el funcionamiento y la actividad cerebral de una docena de canes a través de un escáner de imagen por resonancia magnética, los expertos aseguran que los perros “también son humanos”.
El también autor del libro “Cómo los perros nos quieren: un neurocientífico y su perro adoptado descifran el cerebro canino” escribió en The New York Times que los perros tienen la capacidad de experimentar emociones positivas, como amor y apego. Y que estos tienen un “nivel de sensibilidad comparable al de un niño humano”.
La explicación sobre la “sorprendente similitud entre los perros y los seres humanos”, señaló Berns, reside en la estructura y en la función de una región del cerebro que se conoce como “núcleo caudado”.
En las personas esta área es clave en la anticipación de todo aquello que se disfruta. Lo mismo sucede con los perros. Cuando se les mostraron señales con la mano, relacionadas al alimento, o cuando se les expuso a olores familiares de ciertas personas, se registró un aumento en la actividad de esa región del cerebro.
“Muchas de las cosas que activan el caudado humano, que están asociadas con emociones positivas, también se activan en el caudado del perro”, explicó Berns. En neurociencia, esto recibe el nombre de “homología funcional”.
Como si fueran humanos
En los experimentos con escáner cerebral, los investigadores no anestesiaron –ni sedaron– a los perros, pues de haberlo hecho, no se habría podido estudiar el funcionamiento de su cerebro. Y tampoco no fueron obligados, su participación fue “voluntaria”.
De hecho, los dueños de los animales firmaron un formulario de consentimiento. Además, los animales –que fueron entrenados para entrar al escáner– tuvieron el derecho de abandonar el estudio en cualquier momento.
“Desde el principio tratamos a los perros como humanos”, aseveró Berns.