En Palo Alto radican las mentes del mañana. Las empresas que están pensando en el siguiente gadget para revolucionar a toda una generación forman parte de este lugar en la zona sur de la Bahía de San Francisco, en Estados Unidos.
Cultura, innovación, tecnología, sustentabilidad, entre otros, son el corazón de Silicon Valley, en donde los jóvenes abundan en las compañías del mañana. Sin embargo, en el lado más oscuro de este valle del conocimiento hay una tendencia cada vez más común: el suicidio.
En una comunidad muy cerca a Silicon Valley –y en la que viven muchos de los empleados de los gigantes tecnológicos– habitan alrededor de 50 mil personas, las cuales tienen que lidiar con esta ola de adolescentes que optan por quitarse la vida.
Algunas de las razones por las que la tragedia ha ido invadiendo a este lugar son la alta y exhaustiva competitividad, el éxito que conlleva trabajar en compañías y lugares de ese estilo, así como el aislamiento personal propio de llevar ritmos de vida de esta índole.
Desde octubre de 2014 a la fecha, cuatro jóvenes optaron por quitarse la vida. En 2009 y 2010, cinco estudiantes hicieron lo mismo en un suicide cluster (suicidio en grupo).
Los suicide clusters, en los que por lo menos tres personas se quitan la vida en un mismo sitio o con poca diferencia de tiempo, no son comunes y por lo general se llevan a cabo por estudiantes, personas en prisión y soldados.
En lugares como la Universidad de Pensilvania, el centro Fairfax County y el MIT también se han presentado casos de suicide clusters.
De acuerdo a Diana Kapp, quien habita en Palo Alto y es estudiante de la Universidad de Stanford, esta “moda” de suicidarse deja ver una terrible realidad. En un artículo para Medium, Kapp menciona que los alumnos en el valle del saber viven bajo altos niveles de estrés diariamente, no tienen “oportunidad” de fracasar y ser promedio o simplemente destacar no es una opción.
Un foco rojo
Más allá de la situación en Silicon Valley y los suicide clusters, lo cierto es que el suicidio es una problemática de alerta a nivel global, sobre todo si se toma en cuenta que el estrés agudo –y sus consecuencias– es un enemigo al acecho.
En el caso de México, la Sedesol reportó que de los casi 6 mil suicidios registrados en México en el 2011, 43.5 por ciento correspondió a personas de entre 15 y 29 años.
Y alrededor de un millón de personas se suicida al año, a nivel mundial.
Entregan hasta la vida
Tal vez recuerdas cuando eras estudiante, una etapa de la vida que se iba en entregas, parciales, desvelos, trabajos en equipo, filas para imprimir proyectos, maquetas, ensayos… pero ni siquiera en el punto más álgido del semestre pensaste en darte por vencido y fantaseaste con dejar de vivir.
Y es que, en Palo Alto, equivocarse, caerse y levantarse está casi “prohibido”, por lo que víctimas del estrés y la desesperación algunos estudiantes no encuentran otra salida que suicidarse.
La presión va más allá de “tronar” una materia y la angustia se traduce en enfermedades derivadas del estrés, ataques de pánico y ansiedad.
“No existe un punto intermedio para el éxito”, señaló Olivia Eck, una estudiante. “Nada de ‘estoy aquí y me siento feliz con lo que hago’, es más bien ‘necesito llegar aún más lejos’”.
Lo peor de todo es que las preocupaciones de estos adolescentes no solo son materias difíciles y pesadas, pues también se debe aparentar que “todo está bien”, y que la carga y la presión son pan comido.
“Todo el mundo finge estar perfectamente y súper relajado, pero bajo la superficie están sufriendo”, añade Olivia.
Se debe recordar que se trata de adolescentes y no de grandes empresarios, son jóvenes que apenas empiezan a formar su experiencia y a entender el mundo que los rodea.