Después de terminar mi carrera técnica estuve trabajando un año en una empresa formal, hicieron recorte y me tocó salir por el hecho de ‘ser de los nuevos’. Pensé que las cosas no podían tornarse tan difíciles pues contaba con un año de experiencia laboral, pero no fue así, pronto me vi en la necesidad de trabajar en algo más. No tengo la vida comprada, y mi necesidad superaba el tiempo que podía esperar”.
Quien habla es Francisco Durán. Tiene 26 años, estudió electromecánica industrial, y no ha encontrado trabajo formal desde el 2012.
Desde hace dos años está completamente desempleado, tiene un hijo de 4 años y en la actualidad es su esposa quien solventa los gastos del hogar.
“Al iniciar en el taxi tenía la idea de que después podría encontrar algo mejor, pensaba que era momentáneo… Saqué un crédito para financiar el auto y realicé los trámites necesarios, primero sacaba lo justo para pagar y un poco más para mí, mis padres me apoyaban, pero cuando dejaron de hacerlo comencé a regarla con las finanzas”, comenta Francisco.
Después del primer año que Paco -como lo llaman sus amigos- laboró como taxista, su optimismo comenzó a decaer.
“El trabajo es una forma de autorealización de las facultades físicas y mentales de un individuo por lo que la incapacidad de trabajar privará a la persona de sus capacidades para desarrollarse”, opina el maestro en Psicología Clínica, Rodrigo Sánchez Vega.
El rezago laboral como aislamiento del ser
De acuerdo con la antropóloga social Cecilia Godínez Vázquez las personas que han quedado desempleadas se sienten laboralmente rezagadas, lo que hace la reincorporación a un nuevo empleo más difícil.
“No sólo es la sensación de hacerse más viejos y estar compitiendo con gente de menor edad, más preparada y más segura, pues la batalla se lidia también con la frustración, el enojo y con emociones que además se quedan guardadas. Considero que la caída que sufren estas personas es muy parecida a la depresión”, cuenta Godínez, también maestra de la FESC de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
De acuerdo con el libro del José Buendía, “Desempleo, implicaciones psicológicas”, una de las características principales que brinda el trabajo es la de situar al individuo en una red de relaciones y estructuras sociales definidas que en un punto común dan clase, poder, influencia, jerarquía y otros aspectos que derivan en un sentimientos de seguridad, reconocimiento, dominio y comprensión, por ello, al perder el empleo se provoca una ruptura con los amigos y compañeros de trabajo.
“Tuve a mi hijo cuando cumplí un año en el transporte, estaba motivado, pero las cosas continuaron de la misma forma, ahora ya no sólo me sentía frustrado por mí. Pasados dos años los problemas con mi esposa se acrecentaron y ya en el tercero ella tuvo que buscar un empleo. Familia y amigos se alejaron”, confiesa Francisco. El desempleo incrementa las tensiones entre la familia y afecta las relaciones con los otros al conllevar a la desvalorización ante la sociedad.
“Creo que mi familia no ha logrado entender. La relación con mis padres es más tensa y mi esposa es cada vez más grosera conmigo, le cuesta mantenerme. Y como hombre o como la base del hogar, es difícil aceptar”, dice el joven desempleado.
Francisco lleva dos años desempleado por lo que se queda en casa con su hijo y realiza las labores del hogar.
Ataduras de los roles familiares tradicionales
De acuerdo con Cecilia Godínez, socialmente existe un rezago al cambio o a la flexibilización de los roles laborales en la familia, cuestión que complica la comunicación y apoyo ante una situación crítica laboral.
De solicitar empleos relacionados con su carrera, Paco ha buscado trabajos que van desde técnico hasta aquellos que nada tienen que ver con sus conocimientos.
“La presión social nos dice que el tiempo que tenemos es para encontrar empleo o para trabajar… Al no contar con un trabajo comenzamos a creer que estamos completamente desactualizados y la realidad es que sigues siendo apto para trabajar bajo una exigencia alta, sin embargo comenzamos a buscar ofertas menores que seguro no cumplirán con nuestras expectativas profesionales, económicas y familiares, de ahí podría derivarse otro problema”, comenta Cecilia Godínez Vázquez.
Frustración del individuo y los sentimientos negativos
De acuerdo con el libro “Desempleo, implicaciones psicológicas” vivir una experiencia de fracaso acarrea un retraimiento por la depresión.
“Las oportunidades no son lo mismo de antes, no les importa que vayas lejos o que estés medianamente preparado. A veces pienso en tomar cualquier trabajo, eso parece estar mejor visto por los demás”, se queja.
Rodrigo Sánchez, también Coordinador del proyecto ESPORA de la UNAM, considera que una de las repercusiones más fuertes en el individuo son las que afectan la visión que uno tiene de si mismo, pues comienzan la minimización y los autoreproches, y por consiguiente se agudiza la depresión.
Por otra parte, Sánchez Vega considera al desempleo como una especie de pandemia, pues tan sólo en el país existen 7 millones de jóvenes que no estudian ni trabajan.
Actualmente los empleadores te pueden tener en condición de eventualidad el tiempo que quieran lo que ha creado inseguridad entre principiantes y expertos.
“El trabajo de alguna forma levanta a la persona, hace que se bañe, se prepare, se active y en ese sentido comience a desarrollar sus habilidades y aprenda de cualquier oportunidad que se le presente”, cuenta Rodrigo Sánchez.
También te puede enfermar
Expertos, marcan que son la frustración y el pesimismo los que con el tiempo se transforman en resignación y apatía, causando desesperanza y abandono en la búsqueda de un empleo formal.
“Estar desempleado crea un tipo de malestar generalizado. Las personas comienzan a manifestar cuadros graves de depresión, que luego se transforman en problemas psicofisiológicos como colitis, gastritis y los relacionados con el corazón”, explica Rodrigo Sánchez Vega.