El confinamiento, además de mantener a las familias alejadas una de la otra, provocó que la gente se quedara sin arte en vivo, sin objetos físicos que observar a través de una exposición, como las que se presentaban en Galileo 92.
A finales de 2020, esta galería ubicada en Polanco abrió sus puertas para convertirse en un espacio temporal multidisciplinario y gratuito, que mostrara obras de diferentes artistas independientes.
Su objetivo era contribuir a la reactivación del panorama cultural tras las consecuencias de la pandemia a la que se enfrentaban los artistas, personas como Filogonio Naxín (Oaxaca, 1986) y Cristina Ochoa (Colombia, 1976) con sus exposiciones Yo me iré y los pájaros seguirán cantando y Spandemia, respectivamente.
Sin embargo, el regreso del semáforo rojo en Ciudad de México ocasionó que este espacio cerrara hasta nuevo aviso, cuando las autoridades lo permitan y el mínimo de capitalinos puedan regresar a evidenciarlo.
Por ahora, las y los interesados en el trabajo de Naxín y Ochoa podrán verlo a través del sitio oficial de CICLO, un proyecto que busca crear espacios que promuevan la igualdad en el acceso y el disfrute de la cultura.
A través de Yo me iré y los pájaros seguirán cantando, la gente será testigo de cómo, con el uso de técnicas como el collage, acrílico, óleo, acuarela, tinta y monotipos, Filogonio integra la flora y fauna de su natal Mazatlán Villa de Flores, Oaxaca, de la mano de diferentes personajes.
Por otro lado, a través de Spandemia, las personas se darán cuenta de la profunda investigación que Ochoa realizó en torno a los usos medicinales y rituales de las plantas. Para representarlo, Cristina utilizó dos telas de algodón suspendidas e impregnadas al vapor con plantas medicinales, así como diversas preparaciones, aceites, ungüentos, tinturas y semillas.
Laura Reséndiz, historiadora del arte y directora de CICLO, comparte que ambas exposiciones se dieron de manera muy natural, sobre todo porque se buscaban dar a conocer proyectos que tuvieran que ver con el contexto actual, como cuáles son los hábitos de consumo o cuáles son las dinámicas que la gente está teniendo hoy en día para tener un mundo más positivo.
De acuerdo con Reséndiz, haber estado representando un sitio como Galileo 92 a través de CICLO ha sido un honor, primero, porque ha podido desarrollarse profesionalmente en el ámbito artístico y, segundo, porque ha tenido la posibilidad de conocer las visiones de los diferentes artistas y creadores.
“Eso de manera personal es altamente gratificante y me emociona, me mantiene el ímpetu para seguir impulsando este tipo de proyectos. Sin embargo, tampoco te voy a mentir y decir que todo ha sido como muy fácil, sobre todo por la pandemia y por el hecho que siempre hay que estar financiando proyectos nuevos o buscando cómo bajar presupuestos”, admite.
También, asegura que otro reto ha sido la situación en la que se encuentra actualmente la cultura con respecto a los fideicomisos y el cambio de administraciones, pues es un desafío para la autogestión y la independencia.
Galileo 92 Por una sociedad empática
A diferencia de los espacios culturales privados, las galerías o museos independientes llegan a tener menos visibilización. Por ello, una buena vía es que vayan creándose más lugares como estos para ganar un reconocimiento.
La historiadora del arte detalla al respecto que ese es el objetivo que tiene con CICLO, el fomentar espacios que acojan a artistas y se reactive su economía.
“Por supuesto que es necesario tener más espacios independientes como este, pero no solo que surjan desde los artistas, o sea, tiene que ser una participación de empresas, de la ciudadanía, de gestores, de curadores. Para mí es también un minireflejo de cómo podemos, a partir de la participación ciudadana, ser una sociedad mucho más colaborativa y empática, porque no solo es hablar de una exposición, sino de cómo nos podemos organizar para generar autogestión, para abrir distintas narrativas y contenidos que sean realmente de importancia para el público”, dice Laura.
Al hacerlo, según la historiadora, podrían generarse nuevas audiencias que vayan a ver las exposiciones que tengan que ver con el contexto actual, y no con que el mundo se va acabar, sino que puedan ver que es posible transformar al mundo, cambiar e imaginar otras realidades a través del arte.
“Son intentos que, a mi parecer, sí abren muchísimas ventanas o preguntas de cómo podemos impulsar a la cultura desde nuestra propia trinchera. Entonces, por supuesto que es necesario abrirlos no solo en la Ciudad de México, sino en los lugares más recónditos del país, como refugio para albergar nuevas ideas”, agrega.
De ese modo, la historiadora le dice a los artistas independientes que mantengan sus sueños y esperanzas, pues es a eso a lo que se tienen que aferrar, así como a la creación de comunidad y empatía para construir cultura.