‘Guaruras’ del corazón

Los guardaespaldas son personas que darían la vida por sus clientes. Para tan importante responsabilidad requieren de un entrenamiento especial para garantizar la seguridad y protección de las personas para quienes trabajan… eso hasta que Eduardo Yáñez redefinió el concepto de guardaespaldas en la pantalla chica.

María Alesandra Pámanes María Alesandra Pámanes Publicado el
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Los guardaespaldas son personas que darían la vida por sus clientes. Para tan importante responsabilidad requieren de un entrenamiento especial para garantizar la seguridad y protección de las personas para quienes trabajan… eso hasta que Eduardo Yáñez redefinió el concepto de guardaespaldas en la pantalla chica.

Pero, antes de llegar a Yáñez, se debe regresar en el tiempo a 1992, cuando Kevin Costner con su personaje “Frank Farmer” nos grabó en la mente –sobre todo en la femenina– que un “guarura” debe ser y estar como él. La relación que formó con “Rachel Marron”, interpretada entonces por Whitney Houston, se volvió un ícono de la cultura pop y de hecho, el soundtrack de “The Bodyguard” se volvió el más vendido de todos los tiempos, con más de 45 millones de copias a nivel mundial.

Costner es considerado el modelo casi utópico y hasta erótico de un guardaespaldas. Durante el revuelo de la película,  era común escuchar que una mujer deseaba tener seguridad personal pero, eso si, que estuviera “como Kevin Costner”. La clave en esa película y la concepción idealista que se formó de un guardaespaldas no solo fue culpa de la extraordinaria –e inolvidable– voz de Whitney Houston, sino de la pareja que conformó con Kevin.

La dupla es una de las favoritas de Hollywood y el flick que protagonizaron es ahora un clásico. 

Pero, ¿por qué esa fijación hacia una persona con la que debe haber todo, menos un involucramiento de intimidad?

Porque en el fondo, todas las mujeres buscan seguridad. Ya sea física, emocional o de la que se le quiera adjudicar. Eso y la idea que traemos casi como en un chip de que la figura masculina vendrá como en los cuentos de hadas y nos llevará en sus brazos mientras liberamos endorfinas y feromonas al por mayor, así como cuando Costner saca con la mayor protección posible a Houston, en los brazos, fuera del antro en el que se estaba presentando ante una multitud que comenzó a enloquecer. Claro, el carácter sexual y erótico que supone el ver a un guardaespaldas tiene casi todo que ver.

La fórmula resultó explosiva: un serio y formal “guarura”, ex agente del Servicio Secreto, con la millonaria y alocada pop star, opuestos que se atraen, cuya química se disparó de la pantalla.

La psicóloga clínica y psicoanalista de relaciones, Frances Cohen Praver, dijo en Psychology Today que “cada vez más, las mujeres han expresado su sexualidad, no como en los años 60, pero de una nueva manera. En nuestra época post 9/11, las mujeres quieren seguridad y espontaneidad, junto con sexo al rojo vivo”.

Y añadió que “las mujeres quieren un hombre con el que puedan tener sexo apasionado en su mente, y amor y ternura en su corazón”. Bien se dice que un guardaespaldas es un hombre con sentimientos como cualquiera, pero con una dura coraza por fuera.

En TV Azteca

Y es que también hay factores puntuales por los que se podría decir que una mujer –por lo general dentro de las historias del cine y la televisión– se enamora de su guardaespaldas.

En la mayoría de los guiones –reflejo de la vida real– se trata de personas adineradas, razón por la que necesitan seguridad personal. 

Por lo tanto, el esposo, la pareja o los padres viajan o pasan poco tiempo con ellas.

Es decir, la mayor parte del día se la pasan con el guardaespaldas o al menos, él con ellas durante sus actividades de la rutina diaria.

El factor más obvio: son hombres y los que aparecen en pantalla son atractivos y físicamente activos.

También es un “amor prohibido”. Es muy natural que nazca primero una especie de “amor apache” entre la persona protegida y el protector. Pues en la mayoría de las historias son “de distintos mundos”, pero se complementan.

Un ejemplo claro es “Amor en Custodia” (TV Azteca, 2005), adaptación de la telenovela homónima argentina del mismo año, emitida por Telefe.

La telenovela protagonizada por Margarita Gralia como “Paz Achaval-Urien Bustamante” y Sergio Basañez, “Juan Manuel Aguirre”, en la pareja protagónica es una de las 50 telenovelas favoritas de la audiencia de todos los tiempos, alcanzando 35 puntos de rating.

Esta telenovela tuvo otro factor elemental: “el efecto  Graduado”, al ser una pareja en la que él es menor a ella, ambos tienen sus respectivos matrimonios –aunque fallidos– lo cual aumenta la tensión sexual. 

Para la televisión, explotar una historia formada entre un amor prohibido, una mujer madura, casada y engañada por el esposo con una mujer menor, por supuesto, es “pan comido”. Los ratings se disparan cuando comienza el enredo de una pasión desenfrenada y termina en amor verdadero con su guardaespaldas.

En “Amor en Custodia”, la versión mexicana, también aparecía “Bárbara ‘Barbie’ Bazterrica Achaval-Urien”, interpretada por Paola Núñez la hija de Margarita Gralia y la pareja que conformó con “Nicolás Pacheco”, a quién dio vida Andrés Palacios.

La pareja juvenil también causó revuelo y las adolescentes morían por tener a “su guardaespaldas”, pues en la historia, madre e hija terminan enamoradas de su seguridad.

En Televisa

Actualmente, Televisa emite una readaptación de esta historia, con los papeles protagónicos a cargo de Érika Buenfil como “Victoria Balvanera” y Eduardo Yáñez en el papel de “José Manuel Arriaga”. Y los juveniles son Eiza González como “Nicole ‘Nicky’ Brizz” y Sebastián Rulli como “Francisco Guzmán”.

En el caso de las parejas juveniles, el amor que plantean es más tierno y comprensivo, en lugar de pasional, siendo en este caso “Nicky” una adolescente bulímica, la clásica pobre niña rica y caprichosa que se enamora del centrado y noble guardaespaldas que está al pendiente de su estado de salud, no solo de su seguridad.

La producción de Nicandro Díaz lidera los ratings y tanto Yáñez como Rulli (“Arriaga” y “Guzmán”, suelen llamarlos por su apellido) son “modelos” del estereotipo de hombre que la cultura popular –y la no tan popular– anhela tener a su lado.

Para no dejar el toque televisivo “telenovelesco”, en las escenas desde el primer capítulo, ambos aparecían con el torso ejercitado desnudo, destacando la “virilidad” que debe tener según estos estándares idílicos, un guarura. Incluso, en alguna ocasión, “Arriaga” se quedó en calzones con tal de proteger a su jefa Victoria, ante un intento de secuestro en un centro comercial de la Ciudad de México, fantasías puras. Y en otra, él mismo tomó decisiones laborales trascendentales y hasta fue modelo para una campaña de publicidad para la agencia en la que Buenfil es accionista y directora creativa.

Cuando en realidad, lo importante de un guardaespaldas, además de su lealtad, preparación y entrenamiento, es que haga su trabajo de manera adecuada y que no involucre sus sentimientos, más allá de un afecto normal, sobre todo si se trata del cuidado de una familia.

Amores verdaderos

Pero no todo es ficción cuando se trata de guardaespaldas. Heidi Klum, la reconocida modelo alemana, quien se separó en enero de este año del cantante Seal, después de siete años de matrimonio y tres hijos con él (su primogénita “Leni” es la hija no reconocida de Flavio Briatore, criada desde su nacimiento por Seal), afirmó en noviembre pasado en el programa de Ellen DeGeneres que actualmente sostiene una relación con su guardaespaldas, Martin Kristen.

De hecho, en el mismo show también confesó que “tuvo” que ver “The Bodyguard”, desde que empezó a salir con Kristen.

En la literatura

No solo el cine y la televisión han jugado con la acertada fórmula del guardaespaldas en sus guiones e historias, también la literatura.

Un ejemplo es la novela de Suzanne Brockmann, “El guardaespaldas” o la serie de literatura homo-erótica de Carol Lynne, en la que se mezclan la homosexualidad y el concepto de guardaespaldas.

En la mayoría de las historias literarias que involucran a guardaespaldas, va de la mano una relación ilícita o al menos pasión y efectos lascivos de por medio.

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