Ernest Hemingway, es conocido por su pericia con las letras. Además de ser un brillante escritor de obras como Adiós a las armas y El viejo y el mar, Hemingway fue periodista de guerra. El autor vivió para escribir, beber y amar a los gatos.
El gran vicio de Ernest por el alcohol, nada extraño en un hombre de letras, se acentuó a medida que la vida le sorprendió con numerosos accidentes en 1954. En su visita a África estuvo a punto de morir dos veces: primero un avión en el que viajaba chocó con un poste de electricidad, lo que le provocó heridas en la cabeza. Después, al tomar otro avión para conseguir atención médica, la nave explotó en el despegue, por lo que sufrió quemaduras y otra lesión en la cabeza que le causó fugas de fluido cerebral.
Por si fuera poco, más tarde ese año el estadounidense estuvo en medio de un incendio forestal en el que se quemó piernas, torso, labios y brazos. Ese mismo año al autor se le concedió el Nobel de Literatura.
La vida de Hemingway no fue fácil pero sus fieles compañeros felinos siempre estuvieron para ronronearle cuando fuera necesario. En sus cuarenta, Hemingway descubrió su amor por los gatos. El artista recibió un gato polidáctil, es decir, con seis dedos, al que nombró Snowball por su blancura. Su fascinación por la mutación genética provocó que en el futuro unos cincuenta gatos mutantes poblaran su casa de Florida. Ahora ese tipo de mininos son conocidos como gatos Hemingway.
Su casa en Key West, Florida, actualmente es un museo que reúne objetos personales del autor y está abierta para los fans y curiosos que buscan una aproximación más cercana con él. En la residencia los reyes del lugar son los gatos que descendieron de los animales que algún día acompañaron las penas y la felicidad del autor.
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A principio de los dosmiles una mujer denunció a la autoridades que consideraba que los gatos no llevaban una buena vida ahí, además de apuntar que ‘los gatos de Hemingway’ son usados como atracción cual circo o zoológico. Ante esto el Departamento de Agricultura trató de poner reglas al lugar para que los animales se exhibieran en áreas separadas del público pero el museo no accedió y apeló el dictamen. Unos años más tarde, en 2009 se ratificó la versión del Departamento.