¿Hasta dónde llega la justicia? ¿En dónde empieza la venganza? En casos como la ola de escándalos sexuales en Hollywood, la mayoría se vuelve juez y verdugo, pero lo cierto es que solamente las autoridades son las que pueden erradicar la impunidad y hacer pagar a los culpables.
Sin embargo, en tiempos de redes sociales y juicios públicos, han surgido movimientos como Time’s Up y #MeToo, que se han convertido en los abogados por la verdad y en la esperanza para combatir la violencia de género y la desigualdad y discriminación a la mujer, dentro y fuera de Hollywood.
Pero, en ese camino también se ha señalado –sin acusaciones legales– a actores como el comediante Asis Anzari, a quien inclusive se le acusó –y culpó– sin siquiera haber comenzado un proceso legal, pues la víctima lo acusó en la Red y de manera anónima.
Qué decir de Kevin Spacey, quien hasta que la memoria colectiva olvide tiene la carrera arruinada. O James Franco, que también fue acusado tras haber estado en el reflector por obtener el Globo de Oro a Mejor Actor este año por “The Disaster Artist” y quien además ha sido eliminado de la portada de la revista Vanity Fair y fue de los que sufrieron del snob de la Academia en las nominaciones para la próxima entrega del Oscar, el 4 de marzo.
¿Qué se gana con esta dinámica en la que la viralidad pareciera ser la ley? Es cierto que los culpables deben pagar y las víctimas deben obtener justicia, pero esa la otorgan las autoridades fuera de Facebook.
Como señala Rubén Amón en El País, “los ídolos están expuestos a los tribunales, pero no están obligados a sobrellevar una vida ejemplar”. A reserva de los muchos avances que se pueden lograr con movimientos a favor de la mujer y la equidad, este escándalo ya se tradujo “en un ejercicio de hipocresía. Y hasta de una injusticia. Parece que hemos descubierto en 2017 las cloacas de Hollywood, como si fuera Hollywood la acrópolis de la religión tibetana. Y como si un actor, un artista, estuviera obligado a sobrellevar conductas impecables”, agrega Amón.
Porque una cosa es castigar a un culpable y otra muy diferente es señalar y acusar a una persona (que encima es figura pública), sólo para aprovechar el timing y la ola que tiene de cabeza a la industria del entretenimiento, para la propia conveniencia (o para una venganza).
En palabras de Amón, “queda así expuesto un ejemplo categórico de justicia preventiva y de escarmiento social. Con bastante razón, a la vista de los abusos sexuales que parece haber cometido el alter ego de Underwood (el personaje de kevin Spacey en ‘House of Cards’).
Y con muchas sinrazones, pues la condena cautelar que implica la reacción de la opinión pública no sólo lo ha retirado de su carrera profesional, sino que aspira a borrarlo de los papeles que ya había representado”. O como dice la periodista Bari Weiss, “la solución no es perseguir con antorchas a los hombres, sino ser más directas (…)”.
Peligro en el juicio
Lo peor de utilizar esta arma de doble filo es que los movimientos se vuelven globos que se alzan con el mismo impulso con el que descienden, para terminar en el olvido. Por otro lado, la verdadera causa se pierde gracias a la inclusión de la opinión pública y los casos seguirán quedando impunes.
Y la viralidad de las campañas como #MeToo se apagan y con ello la lucha por la causa, tal como sucedió con #OscarsSoWhite en años anteriores, pues en la premiación a lo mejor del cine de Hollywood, la diversidad sigue brillando por su ausencia.
Casey queda fuera
Por decisión propia, el actor Casey Affleck no asistirá la entrega del Oscar y así evitará la polémica. Acusado por una denuncia de acoso sexual, el hermano del también actor, director y productor Ben Affleck no entregará la estatuilla a Mejor Actriz este año como le corresponde, ya que en 2017 obtuvo el galardón como Mejor Actor por “Manchester by the sea”. En esa ocasión se lo entregó la actriz Brie Larson, quien aboga fervientemente a favor de las víctimas de abuso sexual y quien causó controversia por haber expresado su descontento por el triunfo de Casey.