La comida que no llega al plato
Se nos hace fácil. Tan solo hay que estirar el brazo y depositar en la basura la comida que olvidamos durante semanas en el refrigerador, las sobras de un platillo que no nos termino por gustar o que nos llenó antes de tiempo.
Juan Antonio Zertuchehttp://www.youtube.com/watch?v=Uyh4f3KUCx8
Se nos hace fácil. Tan solo hay que estirar el brazo y depositar en la basura la comida que olvidamos durante semanas en el refrigerador, las sobras de un platillo que no nos termino por gustar o que nos llenó antes de tiempo.
Si a este mal hábito personal se le suman las adversidades que enfrenta el campo –sobre todo en los países en desarrollo–, ya sea por plagas, el manejo inadecuado del almacenamiento de alimentos y una ineficaz cadena de suministro, cada año, un tercio de los alimentos que se producen en el mundo no llegan al planto ni mucho menos al estómago de personas con hambre.
Esto se traduce a una cifra escalofriante: cada año se desperdician 1.3 mil millones de toneladas de alimento, en un planeta en el que 870 millones de personas sufren de desnutrición.
En el caso de México, se desperdiciaron 15.5 millones de toneladas de comida el año pasado; 27.3 por ciento en cereales, 24.1 por ciento en maíz y 9 por ciento de frutas.
En Estados Unidos y Europa, en promedio, cada habitante tira 115 kilos de comida al año; 25 kilos los latinoamericanos y 11 kilos los asiáticos y africanos, según datos de desperdicio per cápita al año de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés).
Y aunque por sí solo el problema del hambre es muy grave, el desperdicio de alimentos también daña al medio ambiente.
De manera alarmante, el agua es desperdiciada en el camino: se estima que, al año, se despilfarran 45 mil millones de galones de agua, que en total representa el 24 por ciento del total de agua utilizado en la agricultura.
Además, los restos de comida que se pudren en los vertederos de basura ayudan a elevar la cantidad de metano, un potente gas de efecto invernadero.
Soluciones
Un sinfín de ideas, propuestas y programas internacionales han buscado erradicar el hambre en el mundo.
Desde la donación de alimentos a zonas donde más se necesitan, hasta el desarrollo de una impresora en 3D que sea capaz de producir una pizza (programa auspiciado por la NASA, por cierto) y, utópicamente proveer de alimento al instante.
Lo cierto es que por más programas que se diseñen, el cambio comienza en la cocina y en los buenos hábitos de todos.
Es por eso que la ONU y la FAO están detrás de “Piensa.Aliméntate.Ahorra”, una iniciativa que tiene como objetivo educarnos para reducir nuestra huella alimentaria.
Y es que “con relativa facilidad y unos simples cambios en nuestros hábitos, podemos cambiar significativamente este paradigma”, dice la propuesta.
Para entender por dónde empezar, la FAO aclara cual es la diferencia entre la pérdida y el desecho de alimentos.
La pérdida de alimentos se da durante la cadena de producción, almacenamiento, procesamiento y/o distribución. Se refiere a los alimentos que se estropean en el camino, antes de que lleguen al consumidor.
El desecho de los alimentos sucede en la etapa de venta o consumo y corresponde a los productos alimenticios que son descartados incluso antes de que se estropeen.
En el sitio oficial, thinkeatsave.org, la ONU publica una serie de recomendaciones para prevenir el desperdicio de alimentos y presenta datos para generar conciencia sobre la repercusión mundial del problema.
TOP 10 de recomendaciones
La campaña “Piensa.Aliméntate.Ahorra” de la ONU recomienda estos 10 puntos para reducir tu huella alimentaria.
1. Compras inteligentes
Planifica tus comidas y haz un inventario previo a ir al supermercado para evitar las compras compulsivas. No caigas en la trampa publicitaria de adquirir más de lo que necesitas.
2. Consume fruta “fea”
Gran cantidad de frutas y vegetales son desperdiciados por su forma, tamaño o color. No pasa nada, compra estas frutas en cualquier punto de venta porque de otra forma, sería desechada.
3. Caducidad
La única fecha importante que importa en un producto es la de “Caduca en”. Cómetelo a tiempo o comprueba si puede congelarse, no te vayas con la finta de la fecha recomendada de consumo.
4. Aprovéchalo todo.
Deja tu refrigerador vacío. Sitios como lovefoodhatewaste.com pueden ayudarte a ser creativo y cocinar recetas usando aquellos alimentos que caduquen pronto.
5. Usa tu congelador.
Los alimentos que se congelan duran más. Congela productos frescos y los restos de comida antes de que se estropeen, al igual que la comida sobrante de restaurantes.
6. Pide únicamente lo que te vas a comer
Elige medias raciones a mitad de precio en restaurantes y otros establecimientos. Si ya sabes que no te vas a acabar cierto platillo, pide que te sirvan menos o guarda el sobrante.
7. Para composta
Aprovecha los restos de comida y úsalos como abono si estás en posibilidades de sembrar alimento en tu vivienda.
8. Primero lo último
Consume primero lo que llegó antes y después lo que llegó más tarde a tu despensa. Guarda tus últimas compras al final y las más antiguas delante para acordarte de consumirlas pronto.
9. Transforma las sobras
Los restos del pollo asado de esta noche pueden ser parte del bocadillo de mañana. El pan de ayer pueden ser los crostones de hoy. Sé creativo.
10. Dona lo que te sobre
Ubica los refugios, bancos de alimentos y otras instituciones que reciben alimentos no perecederos para aprovechar al máximo las llamadas, erróneamente, “sobras”.
Litros de agua desperdiciados
Para la producción de cada alimento se destina una cantidad considerable de agua, toma conciencia de ello:
>Hamburguesa: Tirar media hamburguesa a la basura, es igual a desperdiciar el agua de una ducha de 60 minutos de duración.
>Filete: 2,310 litros de agua son necesarios para producir una pieza de 150g.
>Queso: 1,271 litros de agua se necesitan para la producción de un paquete tamaño estándar de queso (400g).
>Pan: Se requieren 1,286 litros de agua para hacer una barra estándar de pan de 800g.
>Pollo: Se necesitan 649 litros de agua para producir una pechuga de pollo de 150g.