Fernando Alday es un simple tipo. Fue un buen profesor universitario en Estados Unidos y un escritor fracasado, pero sin duda un gran padre y esposo; sin embargo, por circunstancias de la vida mató a su exnovia, Irene. Toda la confesión de lo sucedido está en la nueva novela de Eloy Urroz, Nudo de alacranes.
Irene, una exprostituta, fue un amor de juventud de Fernando —antes de que este decidiera irse a Estados Unidos, casarse, tener hijos y vivir una vida cómoda— que 25 años después volvió para que juntos lo dejaran todo.
Alday regresó a México, específicamente a Oaxaca, en busca de un espejismo, así como se había ido a Estados Unidos detrás de la vida americana, la cual no fue lo que él esperaba, vino a México por una ilusión que terminó en tragedia.
Fernando nuca muestra culpa o arrepentimiento por el feminicidio que cometió y aunque el personaje no se quiere justificar, a lo largo de 350 páginas cuenta su historia, habla de su relación con su familia, con sus hijos y con su exnovia, Irene.
“El registro fue un desafío para mí, porque es un tipo inteligente, articulado, pero al mismo tiempo con algunas cosas extremistas, dogmático y a veces enloquecido, por ejemplo, en una parte dice que en alguna época de su vida tuvo mucha fe religiosa y de ahí se fue al otro bando, a volverse ateo recalcitrante; entonces, como que los equilibrios, el termino medio o la templanza no es su principal virtud y eso era importante dejar claro a lo largo de la narración”, cuenta.
Nudo de alacranes, a decir del autor, es una confesión al mismo estilo de El túnel, de Ernesto Sábato, en la que declara su crimen un pintor o Sonata a Kreutzer, en la que también se manifiesta otro asesinato.
“Finalmente, en esta comuna que crean en Oaxaca, ella es la única mujer en un grupo de cuatro hombres y ella empieza por su libre decisión y soberana voluntad a acostarse con uno y luego con otro y con otro, que ese era el plan original, aunque entre ellos comienzan a haber fricciones y luchas por quedársela, por apropiársela, surgue ese machismo inevitable de la posesión”, asegura el autor.
Vivir en una comuna era el mismo sueño que tenía el escritor favorito de Fernando, D.H. Lawrence, autor que también es el predilecto de Eloy Urroz y del que habla en más de la mitad de la narración.
“Es la historia del escritor británico que deja Inglaterra, porque la detesta y está buscando un lugar dónde pueda vivir más libre del sentido mercantilista de la vida, del capitalismo, de la industrialización, de la mecanización, de las relaciones humanas, todo lo que para él representa Inglaterra, de la hipocresía y del puritanismo inglés, lo deja todo para viajar por el mundo”, cuenta Urroz.
D.H. Lawrence es un viajero incansable, vive en Italia, Australia, Nuevo México y finalmente llega a Oaxaca en 1923 y 1924, y es ahí donde tiene el sueño de crear una colonia, una cooperativa de amigos, e invita a muchos, pero nadie viene con él, sólo su esposa y una joven sorda que se llama Dorothy. Es ahí donde escribe una de sus mas grandes novelas, La serpiente emplumada.
“A partir de estos elementos quise construir Nudos de alacranes, y para eso era importante que Fernando, el asesino, fuera un apasionado de la vida y obra de D.H. Lawrence, porque al final él está siguiendo la imagen de su ídolo, que lo lleva con sus amigos a Oaxaca a repetir esa idea de tener una comuna”, asegura Urroz.
Aunque durante toda la trama es Fernando el que cuentan los hechos, la voz de Irene y todo lo que expresa, según el autor, está presente en la novela a través de su cuerpo, ella es su cuerpo y éste habla por ella; entonces, Irene sí se expresa, pero no con palabras, sino con su voluntad.
Detrás del autor Eloy Urroz
Eloy Urroz tiene 52 años y 10 novelas. Dice que es un autor que no utiliza el humor en sus obras, a pesar de que le encanta Jorge Ibargüengoitia y Alfredo Bryce Echenique, escritores que admira, pero tampoco son trágicas, opina que son bastante psicológicas y que le han comentado que en todas está la traición presente.
“Todo el mundo está traicionándose todo el tiempo y a partir de eso se generan las emociones. Mis novelas son completamente independientes, si hubiera un leitmotiv, en todas mi novelas seria el amor y su contraparte, el odio; el matrimonio y la separación, la unión y la repulsión, estas fuerzas antagónicas que habitan al ser humano; ese es mi tema constante en todos mis libros”, señala el escritor.
También comenta que es un autor que simplemente detesta repetirse a sí mismo, por eso es que uno de sus modelos siempre ha sido Los Beatles, porque nunca fueron los mismos; primero, lanzaron Revolver, luego Sargento Pimienta y después Disco blanco.
“Todos los discos son diferentes, nuca se repitieron; entonces, sí hay leitmotiv, pero cada novela quiero que sea diferente, no me gusta repetir fórmulas, no me siento a gusto, es más, no me gustan los escritores que las repiten”, platica.
Urroz considera que un lector nuevo que quiera acercarse a su trabajo puede hacerlo a través de esta novela, Nudo de alacranes, como a cualquiera de las otras nueve obras que tiene como La mujer del novelista, Un siglo tras de mí o Las rémoras.
El escritor mexicano hace una invitación para que las mujeres lean su nuevo libro y compartan su opinión con él para que le digan si es una novela profundamente misógina y machista o si al contrario, es profundamente feminista; además, dice que espera que Nudo de alacranes sea una ventana para que la gente entre al mundo del escritor británico D.H. Lawrence y conozca su trabajo como la novela Mujeres enamoradas.
El problema de la apropiación
Para Eloy Urroz, la apropiación de las personas es uno de los grandes problemas de la humanidad y una de las cosas que D.H. Lawrence trató de profundizar y entender el ¿por qué los seres humanos no pueden vivir una relación plena y sexual?
“Lawrence fue tachado de obsceno y pornográgafico, y no era nada de eso, sólo era profundamente erótico, su sexualidad era muy sagrada, ultraterrena y mística, pero siempre buscando el por qué no podemos encontrarnos el hombre y la mujer, reconciliarnos más allá, por qué finalmente tiene que salir nuestras mezquindades, nuestras partes mas pinches”, se cuestiona el escritor.