La copa sí importa
La copa en la que se sirve el vino sí cambia su sabor y olor, confirmaron investigadores de la Tokyo Medical and Dental University.
El equipo japonés colocó una cámara sobre copas de vino y cocteles y vasos regulares, a las que adhirieron un colador con oxidasa de alcohol, que convierte el alcohol y oxígeno en aldehídos y peróxido de hidrógeno.
También contenía peroxidasa de rábano picante y luminol, que provocan un cambio de color en el peróxido de hidrógeno.
Eugenia RodríguezLa copa en la que se sirve el vino sí cambia su sabor y olor, confirmaron investigadores de la Tokyo Medical and Dental University.
El equipo japonés colocó una cámara sobre copas de vino y cocteles y vasos regulares, a las que adhirieron un colador con oxidasa de alcohol, que convierte el alcohol y oxígeno en aldehídos y peróxido de hidrógeno.
También contenía peroxidasa de rábano picante y luminol, que provocan un cambio de color en el peróxido de hidrógeno.
La cámara captó la alteración del perfil químico del vino mientras salía de los diferentes envases e interpretó las reacciones de concentración y distribución de etanol.
Dicha prueba se hizo en diferentes temperaturas, por lo que dedujeron que la persona que prueba el vino es afectada por cada sutil variante.
El autor del estudio fue Kohji Mitsubayashi, quien publicó la investigación en el diario Analyst. Su equipo confirmó que las copas tradicionales producen una distribución de vino concentrado alrededor del borde, con menos etanol en el centro.
“Este fenómeno nos permite disfrutar el aroma del vino sin interferencia del etanol gaseoso”, afirmó Mitsubayashi, “por esto, las copas de vino tienen un diseño muy sofisticado y funcional para probarlo y disfrutarlo”.
También encontraron que a 13 grados centígrados la concentración de alcohol en el borde de una copa es más alta que en el centro.
Por otro lado, las copas de champaña también pueden ser reemplazadas por las de vino, que permiten que esta bebida libere mejor su aroma.
Sin embargo, las copas altas sí permiten que la champaña permanezca fría por más tiempo, además que su forma de flauta concentra el dióxido de carbono en la parte superior, lo que conserva las burbujas también.