Ser mamá y profesionista se ha convertido en uno de los estigmas más grandes de la sociedad, porque aunque el padre y la madre deben tener una labor compartida en la crianza de los hijos, el castigo y peso que se le da a la mujer que trabaja, es mayor.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo 2017 (ENOE), en 2016, el 63 por ciento de las mujeres que trabajaban bajo actividades remuneradas eran madres de familia.
Derivado de este crecimiento activo de la mujer en el mundo laboral, una serie de presiones socioculturales comenzaron a atacarle debido al “descuido” en el hogar y la familia por la búsqueda de una mejor calidad vida o por la anhelada realización profesional.
“Lo primero que sucede al observar el cambio, son una serie de presiones socioculturales confrontadas con los roles que a través de los años las han marcado generándoles sentimientos de culpa, angustia y frustración”.
Del total de madres que trabajan, el 28.1 por ciento tiene que dejar a los hijos al cuidado de la abuela, el 15.7 por ciento al cuidado de otro familiar, el 9.3 por ciento los deja en guarderías y 3.5 por ciento a cargo de una persona que no es familiar o solos en casa.
Aunque la calidad del tiempo que se pasa con los hijos no tiene nada que ver con la cantidad, la sociedad hila unas con otras, como si de eso se pudiera determinar el amor y la crianza de una mamá.
“El principal problema que enfrenta la mujer en este sentido deriva de cómo conciliar la parte laboral, con la familiar y con la social.
Las personas asocian siempre que ser mujer es sinónimo de ser madre y no hay otra forma más de verla que esa, por eso, en la actualidad es importante romper con paradigmas que no precisamente van ligados o son sinónimos los unos de los otros, pues las necesidades de una mujer, relacionadas con la familia, pueden producir mucha angustia y mucho estrés por no estar cumpliendo con lo que se les establece socialmente”, cuenta Ortíz.
Ante esta situación se debe considerar que las leyes y los empleos que rigen a hombres y mujeres son los mismas, pero esa igualdad se rompe cuando la presión que cae para las madres es mayor que la que se ejerce hacía los padres que trabajan, porque siempre se puede ser un papá que labora activamente, que se realiza profesionalmente, que cumple sus metas, que no ve a sus hijos y que solamente participa en su crianza monetariamente.
Los roles
El cambio en la dinámica familiar ha provocado un reacomodo entre las figuras paterna y materna, sin embargo, aún no es aceptable para la familia que una mujer con hijos labore horas extras para tener una mayor remuneración, ya que eso provoca que ponga menos atención en el cuidado de los menores.