Siempre es recomendable llevar una vida saludable. Comer y dormir bien, hacer ejercicio y visitar al doctor, son algunas de las actividades básicas para poder conseguirlo; sin embargo, en los últimos años se han puesto de moda los cuerpos atléticos, muy tonificados, mejor conocidos como fitness.
Tratar de conseguir un cuerpo así, puede llevar a las personas a desarrollar la vigorexia, una enfermedad psiquiátrica que se manifiesta como una preocupación excesiva de la apariencia, derivada de una distorsión de la imagen corporal, generando sufrimiento en el individuo, que impide que pueda desenvolverse en el ámbito social, laboral y personal.
Las personas que padecen este trastorno presentan preocupación, principalmente en las siguientes áreas corporales: piel (60 por ciento), cabello (50 por ciento) y nariz (40 por ciento). Algunos pacientes pueden tener cicatrices en la piel como consecuencia del arrancamiento de vello imaginario. Debido a lo anterior, una persona puede llegar a someterse a diferentes cirugías plásticas con el fin de hacer cambios corporales.
“Las personas empiezan a consumir productos que no son sanos para el cuerpo, como suplementos, pero también comienzan a tomar hormonas anabólicas y esteroides de tipo sexual, por ejemplo, la hormona del crecimiento y la testosterona”, explica Maggida Nahle, licenciada en Nutrición Humana y Dietética egresada de la Universidad Autónoma de Coahuila.
Nahle comenta que dichos productos se consiguen en el mercado negro, porque su consumo provoca graves efectos secundarios, pero a las personas suele no importarles, ya que les permiten en tres meses tener un cuerpo de competencia.
“Primero afectan los riñones, porque también consumen muchas proteínas, demasiada cantidad, ya que generalmente deberíamos ingerir 2 gramos por kilogramo de peso cuando se hace deporte, y ellos toman, normalmente, 5 gramos por kilogramo de peso, que es más del doble; entonces, todo ese consumo de proteína hace que el riñón trabaje muchísimo y a la larga se afecta”, asegura.
A corto plazo, por ejemplo, los esteroides en las mujeres les provocan que les salga mucho vello y les cambie la voz, entre otros efectos, y a los hombres les puede dar infertilidad y se vuelven agresivos; en general, sufren ambos sexos ataques de pánico y ansiedad.
Otras de las consecuencias es que hay veces que los músculos empiezan a pesar tanto que las personas comienzan a tener problemas de articulaciones y huesos, por lo que es indispensable conocer hasta dónde es la capacidad del cuerpo.
Las personas que padecen vigorexia normalmente son 80 por ciento hombres y 20 por ciento mujeres. Sin embargo, ahora, afirma la experta, los estereotipos están cambiando, por lo que los cuerpos de las mujeres ya se empiezan a poner de moda con músculos y no tan delgados, es decir, este trastorno está aumentando el porcentaje en las mujeres.
Aunque se desconocen las causas al 100 por ciento por las cuales se llega a presentar este trastorno, el tratamiento consiste en terapias cognitivo-conductual, en grupo y medicamentos.
“Cualquier trastorno de la conducta alimentaria sí tiene una base muy emocional y psicológica, que puede venir del rechazo y la falta de autoestima; entonces, son personas que tratan de ser más atractivos para ser aceptados”, opina Maggida Nahle.
El problema del gym
En muchos de los gimnasios de México, los instructores físicos son los encargados de elaborar los planes alimenticios a los usuarios; sin embargo, no cuentan con la preparación adecuada, lo que hace que les metan un consumo excesivo de proteínas, óxidos y creatina, que es un ácido peligroso de tomar si no se sabe las cantidades adecuadas, pero los entrenadores la dan como si fuera dulce.
Maggida Nahle recomienda siempre acudir con un profesional de la salud para saber qué productos sí consumir y en qué cantidades, ya que sin la prescripción adecuada las complicaciones para la salud son bastante graves, incluso, pueden llevar a la muerte.
También es posible que el producto cuente con los registros sanitarios adecuados, que sea funcional y que esté respaldado por evidencia científica, pero la dosis que se consume sea insuficiente o excesiva.