La poesía de AMLO: Del amor a los pobres a la presidencia de México

La formación poética y cultural de AMLO se originaría en términos mezclados: Nacería de un poeta que había emprendido una cruzada por la alfabetización a lo largo de la República y de su experiencia de andar por tierra en huaraches, entreverado en el pueblo, de lo que brotaría una simpatía por los pobres
Carlos Ramírez Carlos Ramírez Publicado el
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Había vivido con los chontales indígenas en Tabasco para probar bien a bien a qué sabe la pobreza. Despertar con un hoyo en el estómago y suspirar para que alcanzara la comida. Y para probar lo que es vivir de sol a sol buscando el pan de cada día, ese que sólo la divina providencia les da a los más necesitados.

No bastaron ni uno ni dos, tuvieron que ser seis los años en que Andrés Manuel se metió en la piel de los indígenas chontales, de su natal y tan amado Tabasco.

La causa política se la arrebató a su primer libro abierto y viviente, el poeta mexicano Carlos Pellicer. Lo había conocido tras estudiar en Polakas, la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Pellicer era ese poeta que escribía de amor, de trabajo, de soledad, de casi todo, como casi todos:

“Te amo, amor, y nada estoy diciendo para llamarte. Siento que me duelen los ojos de no llorar. Y veo que tu ausencia me encuentra como el cielo encendido y una alegría triste de no usarla como esos días en que nada ocurre y está toda la casa inútilmente iluminada”

Andrés se había mantenido cerca de Pellicer cuando éste se preparaba para ser senador de Tabasco. Y ya después, el propio Obrador le honraría, tras su muerte, con sus esfuerzos por la comunidad indígena, al ser director del Centro Coordinador Indigenista Chontal, entre 1977 y 1982.

La formación poética y cultural de Andrés se originaría en términos mezclados: Nacería de un poeta que había emprendido una cruzada por la alfabetización a lo largo de la República y de su experiencia de andar por tierra en huaraches, entreverado en el pueblo, de lo que brotaría una simpatía por los pobres.

“Me duele esta ciudad, me duele esta ciudad cuyo progreso se me viene encima como un muerto invencible, como las espaldas de la eternidad dormida sobre cada una de mis preguntas”
“Todo era una sola historia, un solo cuento en murmullo de rostros, y lugares comunes: la ventana abierta al río Usumacinta y sus barrancos, los quinqués encendidos pariendo sombras, el perfil de mis padres sobre la cuna y una llama de comunión en el amor”

La poesía de Obrador se alimentaría, con el tiempo, de José Carlos Becerra, así como de Ciprián Cabrera Jasso, respectivamente. A su primer libro escrito “Los primeros pasos (Tabasco 1810—1867)”, escrito en 1986, en el que realizaba a modo de ensayo un análisis sobre la historia política de la entidad, le siguieron 16 obras más.

La poesía de Andrés ya no sería más un canto al idealismo, sino a la historia mexicana. Y de ahí nace su admiración personal por el historiador Daniel Cosío Villegas.

Cosío Villegas escribiría “El Sistema Político Mexicano”, obra en la que aseveraba que con la instauración del Partido Revolucionario Institucional (PRI), en el poder, se forjaría una cultura de la corrupción en México.

Se entiende que el propio Obrador tome prestado uno de los principales postulados de Villegas: El presidente de México, dependiendo sus valores, transmitirá una ideología a sus gobernados. Si es corrupto, el pueblo será corrupto; si es honesto, el pueblo adoptará tal cultura.

Y a la historia mexicana, que tanto le tiene aprecio, Andrés le sumaría la filosofía encabezada por José Ortega y Gasset, el novelista León Tolstoi y el luchador social Mahatma Gandhi.

De estos tres, el primero sería una de las influencias más notables en la poesía de Obrador, de quien siempre ha repetido una frase del filósofo a modo de mantra religioso.

“Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella, no me salvaré yo”.

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